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miércoles, 30 de octubre de 2013

La (intra)historia de un ingeniero de sonido


Las grandes historias, en general, ocultan tras de sí un sinfín de pequeñas e irrelevantes intrahistorias que, en la mayoría de los casos, pasan desapercibidas pero sin las cuales esa historia en mayúsculas -esta en concreto, solemne y grandilocuente donde las haya- no tendría sentido. En esta ocasión damos un importante salto estilístico y temporal en LA MÚSICA ES MI AMANTE para introducir brevemente la intrahistoria de un personaje, que no por secundario resulta menos atractivo y revelador.

A finales de los años 50, Geoffrey era como cualquier adolescente inglés de su edad. Antes de que su vida cambiara para siempre, su mayor preocupación era asistir a la escuela y buscarse un trabajo para poder pagar sus caprichos. Bueno, como cualquiera no: a Geoffrey le gustaba la música clásica, los discos de vinilo antiguos y escuchar la radio por la noche. Era el hijo único de un carnicero y una ama de casa con aspiraciones de modista, que llegó a tejer vestidos para la familia real británica. Vivía en el norte de Londres, en el barrio del Crouch End, en un modesta pero feliz casa de clase media, de estilo eduardiano, que pertenecía a su abuela. En los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial su padre se las vio y se las deseó para sacar adelante a la familia a fuerza de trabajo y cartillas de racionamiento.

martes, 15 de octubre de 2013

Dios bendiga al niño



Los que lo tienen, lo conseguirán,
Los que no, lo perderán
Como dice la Biblia
Y aún se dice hoy
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Los fuertes conseguirán más
Mientras que los débiles se desvanecerán
Los bolsillos vacíos nunca dan la talla
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Dinero, tienes cientos de amigos
Amontonándose alrededor de tu puerta
Pero cuando no queda más y el despilfarro finaliza
Nunca jamás vuelven
Las relaciones de riqueza, 
Pan para hoy, hambre para mañana
Puedes servirte tú mismo, pero no cojas demasiado
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Un increíble dolor en el centro de su vida. Resultaba imposible separar las tribulaciones personales y sus miserias de un destino tan amargo. Estaba predestinada a sufrir. Las angustias de una niña que tuvo que hacerse mayor muy pronto, tal vez demasiado: un padre ausente, una madre adolescente, violaciones, malos tratos, alcohol, tabaco y drogas la llevaron por el mal camino. Nunca supo enderezarse, quizá nunca quiso. O no la ayudaron lo suficiente. Deambuló de hombre en hombre, buscando una felicidad tan efímera como inalcanzable. Pequeña doliente, frágil mariposa de alas rotas, escarbó los bajos fondos. Y aún así quiso sentirse grande. Lo consiguió. Saboreó las mieles del éxito y encontró la forma ideal de defenderse: cantando.

Una noche de finales de 1940 el compositor Arthur Herzog Jr. se encontró con Billie Holiday que acababa de salir de cantar en el Cafe Society de Nueva York. Ni corto ni perezoso la abordó: "mira tengo esta idea y quiero que me des una de esas expresiones sureñas anticuadas que podamos convertir en canción". Holiday se quedó pensativa. No se le ocurrió nada en un primer momento, pero transcurridos unos segundos soltó una anécdota de su infancia cuando solía pedir dinero prestado a su madre. Y de repente pronunció una expresión "God bless the child". Herzog le preguntó por el significado de esa frase a lo que Billie respondió: "es lo que siempre se decía cuando tu madre tenía dinero, tu padre tenía dinero, tu hermana y tu prima tenían dinero, pero tú no tenías ni un centavo: que Dios bendiga al niño que tenga su propio dinero".