jueves, 29 de noviembre de 2012

Canciones bajo el tamarindo


Cuando soplaba el viento, algo bastante habitual, los habitantes de Juazeiro literalmente masticaban polvo. Todas las casas estaban construidas de ladrillo y apenas había calles pavimentadas. Por mucho que las mojasen para refrescarse, el calor era insoportable. Y eso que el caudaloso río Sâo Francisco bañaba la ciudad. Aunque también se inundaba a menudo y convertía Juazeiro en un arenal. En estas condiciones no abundaba la vegetación. Los cactus sudaban para crecer. Uno de los pocos sitios arbolados estaba en la plaza.

La plaza de Matriz de Juazeiro tomaba su nombre de la iglesia matriz de Nossa Senhora das Grotas, aunque los chiquillos, bromistas ellos, la habían rebautizado con el mote de 'Sinfonía inacabada'. Parece ser que el santuario llevaba toda la vida en obras. El esqueleto de vigas y andamios formaba ya parte de su fachada. Los más viejos del lugar siempre la habían visto de esa manera. El anciano párroco hacía lo que podía con las colectas, pero aún así, tampoco veía culminado su sueño de restaurarla por completo. Y eso que feligreses fieles nunca faltaban.

Uno de los máximos benefactores de las obras de Nossa Senhora era Don Juveniano de Oliveira. Su profundo catolicismo, según cuentan, se debe a que con la única preparación de estudios primarios se había convertido en uno de los comerciantes más prósperos de la ciudad. "La gracia divina", decían. Primero montó una tienda de tejidos, luego se metió en el comercio de los cereales, más tarde se convirtió en propietario de barcas para cruzar el río. De hecho, llegó a poseer su propio islote. A pesar de ese escasa preparación, le gustaba darse aires entre sus conciudadanos. Hablaba de forma pedante y caminaba con porte aristocrático.

Nadie sabe cómo Don Juveniano, viudo de su primer matrimonio, consiguió cautivar a la bella y fina doña Patu para casarse con ella. Doña Patu era una señorita altiva que provenía de una familia influyente de Salvador. Tras el matrimonio se trasladaron a la plaza de la Matriz, donde vivían los ricos, a una casa baja, enorme y repleta de muebles viejos. Allí nacieron todos sus hijos: Dadainha, Vavá, Joâozinho, Vivinha y el benjamín Jovininho. Por si esta prole no bastara, se unió Walter, hijo del anterior matrimonio de Don Juveniano.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Cuando el jazz se instaló en Harlem


"Es imposible llegar a Nueva York y no tener la sensación de que algo maravilloso va a suceder", Duke Ellington.

Y de repente estalló, inundándolo todo. Desde las aceras de Lennox Avenue hasta los rincones más escondidos de cualquier callejón sin salida. Nadie sabe muy bien cómo, ni cuándo, ni porqué. No hay un momento exacto o punto de inflexión. Tal vez como un proceso natural, que se escapa a cualquier análisis. Los sonidos están en el aire, pero también en el alma. Se transportan por una especie de ondas emocionales que trascienden cualquier época o circunstancia. Cuando se produjeron las grandes migraciones desde los estados agrícolas sureños hacia los estados del Norte, mucho más industrializados, dos fueron los focos que recibieron el mayor flujo de población: Chicago, sobre todo su barrio sur, y Harlem en Nueva York. 

En 1658, los holandeses fundaron el asentamiento de Nieuw Haarlem, en honor a la ciudad de Haarlem, situado entre la calle 96 y la 125, con el río Hudson como frontera natural. Ya bajo dominio británico fue rebautizada como Harlem. Hasta principios del siglo XX conservaba sus raíces europeas, lleno de iglesias luteranas e inmigrantes blancos del viejo continente. Pero a partir de la Primera Guerra Mundial, el panorama cambió. A los ya mencionados movimientos migratorios, hay que unir un cambio demográfico masivo. Debido a la superpoblación de los pequeños apartamentos de Manhattan, muchos negros decidieron trasladarse a Harlem. Allí formaron una nueva sociedad, no solo como arrendatarios, sino también como propietarios. La conciencia de comunidad y el orgullo de raza empezaban a tomar forma.

El Renacimiento Negro

Algunos autores se refieren a él como 'Renacimiento negro' o 'Renacimiento negro de Manhattan', otros lo llaman directamente el 'Renacimiento de Harlem'. Durante los años 20, Harlem era una especie de tierra prometida para una raza oprimida que, recién liberada de la esclavitud, buscaba reafirmarse. La gran masa de población negra se transformó de obrera agrícola a un proletariado urbano. Se acuñó el término 'nuevo negro' y la incipiente clase media afroamericana comenzó a reclamar su lugar frente a la supremacía blanca. Esto dio como consecuencia un florecimiento de todas las artes (filosofía, poesía, teatro...) con especial atención a la literatura y la música. Harlem se convirtió en el centro de la cultura negra. Anteriormente había intelectuales afroamericanos, pero ahora estaban reunidos en una élite cultural, de intereses comunes, que reflejaba un optimismo con respecto al futuro. La 'Escuela de Harlem' recreaba una Norteamérica negra, tan real como la blanca.