Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home,
Swing low, sweet chariot,
Coming for to carry me home
Coming for to carry me home,
Swing low, sweet chariot,
Coming for to carry me home
[Balancéate lentamente, dulce carromato
Ven para llevarme a casa]
El viaje comenzaba de noche, cuando todo el mundo dormía. Sigilosamente. Cuidadosamente. No podían correr el riesgo de ser descubiertos. Justo el día antes habían escuchado estos versos cantados. "Swing low, sweet chariot, coming for to carry me home". Resonaban en su cabeza durante la huida como una cantinela de salvación. El carromato ya estaba listo para llevarles de vuelta a casa. No tenían mapas, ni brújulas, tan solo se guiaban mirando al cielo, por la luz de la estrella polar o por los cauces de los grandes ríos. Caminaban a pie siempre rumbo hacia el norte. Cruzaban aguas, laderas, bosques... Pasaban el día ocultos en pantanos o cuevas. Si alguien les veía, serían capturados. El sueño se habría acabado y la única salida sería la propia muerte. Escapaban de una existencia aberrante, mísera, humillante, continuamente sometidos...
Pero también tenían que dejar atrás algo mucho más doloroso: su familia. Sus hijos o sus padres. Algo que muchos de ellos jamás recuperarían y les marcaría de por vida. Ese desarraigo sería la base de su conciencia como pueblo y de todas las manifestaciones artísticas que vendrían después.. El trayecto era duro, muy duro. Algunos no lo superaban. Otros se encomedaban a Dios. Rezaban día y noche. El temor a una captura les atormentaba. Aún así sabían que al otro lado encontrarían la tierra prometida, el paraíso con el que habían soñado durante tanto tiempo. Al final del camino conseguirían la libertad. Además contaban con una pequeña ayuda. Los hombres y mujeres afroamericanos que huyeron de la esclavitud sabían que en mitad del camino, cuando ya estuvieran a punto de desfallecer exhaustos, hallarían un refugio inesperado que les daría cobijo, descanso y aliento para seguir adelante: las estaciones del ferrocarril subterráneo.