[[Recupero para los seguidores del blog este artículo publicado en JOT DOWN en abril de 2013, aunque inicialmente fue concebido para CUADERNOS DE JAZZ. Se trata de una investigación sobre la escena jazzística en el París ocupado por los nazis. Justo acabo de entregar otro artículo sobre las contradicciones del régimen de Franco hacia el jazz que se saldrá en breve, también en JOT DOWN. Espero que este os sirva de aperitivo.]]
La guerra introdujo el jazz en Europa. Esta afirmación que
puede resultar chocante es tan real como paradójica. Los soldados
norteamericanos que lucharon en la Primera Guerra Mundial no solo portaron sus armas,
sino también su música al viejo continente. Las unidades militares a menudo se hacían acompañar de bandas,
generalmente formadas por negros, que interpretaban marchas y ragtimes. La del 369º Regimiento de Infantería, los
Hellfighters, destinados en Francia y dirigidos por el teniente James Reese
Europe, interpretaron en 1918 números
sincopados tanto para militares aliados como civiles galos. Gracias a grupos
como ellos, el jazz llegó con algunos años de retraso, pero de manera triunfal.
Es curioso cómo, a pesar de ser una música popular de origen afroamericano, enseguida
gozó de la admiración entre las clases más pudientes. Artistas e intelectuales vieron
en el jazz un signo de modernidad.
Fundamentalmente Inglaterra, Francia y Alemania fueron los
países donde más rápidamente se asentó. Durante los años 20, Berlín se erigió
como la capital europea del jazz debido a su intensa actividad nocturna en
cabarets y salas de baile. El Wild-West-Bar programaba hasta seis bandas de
jazz en una misma noche. En los 30, ese privilegio correspondió a París. Los músicos, escritores y pintores de
Montparnasse acudían al Club Bobino para ver cómo la afamada bailarina negra
Josephine Baker se desnudaba a ritmo de charlestón. Music-halls, tabernas, bistrós
o nightclubs de la Ciudad de Luz, enloquecían
con los sonidos negros venidos del otro lado del Atlántico. El jazz se benefició de los movimientos
literarios y asimismo inspiró a poetas y bohemios. La locura era tal que el distrito
de Montmartre era conocido por entonces como el ‘Harlem de Europa’.