[[En noviembre de 2012 el suplemento El Viajero de El País publicó mi 'Ruta del Blues', un viaje del que ya he hablado en otras ocasiones. Razones comprensibles de extensión y ajuste a la sección hicieron que el texto se redujera casi a la mitad. Algunos me habéis pedido el original. Por si alguno se plantea hacerla o por el mero disfrute de imaginarla, he decidido publicarlo íntegro aquí, con comentarios personales, sugerencias y reflexiones. Espero que os sirva de estímulo para hacer el que es sin duda el MEJOR viaje posible para conocer las raíces de la música estadounidense.
Sigo tirando de textos de archivo -disculpas por ello- ya que estoy inmerso en el proceso, nada sencillo, de documentación, redacción y adaptación de lo que será el libro de LA MÚSICA ES MI AMANTE. Os mantendré informados. Gracias por la comprensión]]
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Highway 61 a la altura de Memphis |
En el imaginario colectivo de todos, la Ruta 66, la carretera Madre
de Norteamericana, no tiene rival alguno como icono popular internacional. Sin
embargo su “hermana pequeña”, la Highway 61 o Ruta del Blues, no tan conocida —disco
de Dylan aparte—, plantea un recorrido
mucho más iniciático. Profundiza en las entrañas de Estados Unidos: en su historia,
en su sociedad, en su idiosincrasia y, cómo no, en su música, para explicar mejor
que nadie su maravilloso legado cultural. En su trazado está la respuesta a
muchas preguntas que aún hoy nos planteamos. Las raíces del blues, del jazz,
del soul o del rock se esconden entre su asfalto. Imposible adivinar a dónde
vamos sin saber de dónde venimos. Transitar la Ruta 61 es algo más que un viaje…
Louis Armstrong, Martin Luther King, Elvis Presley o Muddy
Waters son tan solo algunos de los personajes legendarios que deambularon por
estas carreteras para escribir su leyenda. El comercio de esclavos, los
derechos civiles, la segregación racial, el éxito o el fracaso… el gran sueño
(o pesadilla) americano en definitiva. La Ruta 61 sigue el curso
inverso del no menos emblemático río Mississippi. Desde el Sur al Medio Oeste.
Aunque geográficamente empieza en Nueva Orleans para acabar en Minnesota, tras más de 2.300 kilómetros ,
la ruta emotivo-musical se desvía unas millas para finalizar irremediablemente
en Chicago.
El 8 de agosto de 1922 un mozalbete llamado Louis Armstrong
abandonaba su Nueva Orleans natal a bordo del Illinois Center Railroad con rumbo
a Chicago. Allí se convertiría en una estrella. La historia del jazz cambió
para siempre. En el mismo mes de agosto, pero 90 años después, quise emular ese
viaje y experimentar en carne propia todas las sensaciones de aquellos músicos
pioneros. Porque no solo fue Armstrong, muchos otros afroamericanos se vieron
obligados a dejar su hogar en el Sur para buscarse un mejor porvenir en el Norte.
Es un fenómeno conocido como la Gran
Migración. Afortunadamente, mis circunstancias personales
nada tenían que ver con esa dramática situación, así que después de meses
ahorrando y preparándolo, la última semana de agosto, junto a mi pareja,
me embarqué hacia la primera parada: Nueva Orleans. Aparte de la banda sonora,
como compañero inseparable, el fantástico libro The
Blues Highway de Richard Knight.