[[Texto publicado el el Anuario del Blues 2014 editado por la Societat del Blues de Barcelona y dirigido por Manuel López Poy]]
Del nacimiento de blues a los primeros discos de raza
Al principio todo estaba en
silencio. Silencio que tan solo se interrumpía por el renqueante sonido de los
trenes de vapor que cruzaban el país de este a oeste, de norte a sur. Pensemos
en una plantación de algodón de Mississippi. Pobreza, marginación y desarraigo
juntos en un mismo escenario. A veces la historia nos lo ha vendido como un
lugar idílico, pero no lo es. Imaginemos un día de verano, bajo un sol
abrasador, unos hombres, negros, agrupados en cuadrillas y ataviados con unos
trajes de faena austeros: sombrero, mono y pañuelo para secar el sudor. Se
preparan para la jornada. Los aperos de trabajo están dispersos por el suelo. Se
alinean, cogen un hacha, la levantan de tal forma que la hoja de la azada mira
al cielo como parte de un ritual divino. La golpean con fuerza contra la
superficie. La hendidura de la tierra se resquebraja al mismo ritmo que se
carcomen sus almas. Repiten esta operación una y otra vez, en una monotonía
exhausta que acabar por minar el poco ánimo que les queda, si es que les
quedaba algo. Olvidaron su pasado, no conciben el futuro. Solo tienen el
presente.
Al otro lado de la zanja, otros
negros, esta vez hombres y mujeres, encorvan su silueta en el horizonte para
recoger el fruto de la tierra. Las hilachas de la planta del algodón se
extienden por todo el terreno, caprichosas, desordenadas, dando al paisaje un
color blanquecino que contrasta con el tono seco y anaranjado del astro rey.
Aunque aquí no hay noblezas que valgan. La única jerarquía es la del capataz
que, a golpe de látigo, reclama más leña
al fuego como si del averno se tratase. Y en el fondo, esa plantación no
dista mucho del infierno.
De repente, en la lejanía, se oye
un eco, un quejido en forma de llamada de auxilio. Un hombre se lamenta por su
destino y entona una breve frase. Imprecisa, titubeante, temerosa, sincera. Al
instante el resto de hombres le responden en un unísono arrebatador. El primer
hombre vuelve a emitir la misma frase. Y la comitiva responde de nuevo. Cada
vez son más los hombres que se unen. Acompasan sus fraseos con el golpe de las
hachas y con el movimiento de sus cuerpos. Melódicamente, las notas fluctúan
levemente la escala del pentagrama, no son afinaciones puras, podrían parecer
desafines en los oídos de un europeo formado en la tradición occidental. Esa
célula inicial básica y rudimentaria, en formato de llamada/respuesta,
constituye la base de un nuevo estilo que en unos años llegará a todos los
confines del mundo. Esas notas bemolizadas son las características blue notes, o lo que es lo mismo, una
forma tosca de adaptación de la escala pentatónica africana, a la escala
diatónica europea. En esa plantación y en otras muchas idénticas del sur de los
Estados Unidos surgió una expresión poética para canalizar el dolor. Pasado un
tiempo se dio en llamar blues.