lunes, 9 de abril de 2012

Un lamento de blues en la prisión Parchman

Convictos de Parchman dirigiéndose al campo de trabajo

En Mississippi nada es lo que parece. O mejor dicho, todo es lo contrario de lo que parece. Durante los años 20 y 30, la tierra que vio nacer el blues albergaba el dudoso honor de ser el estado más pobre y subdesarrollado de Estados Unidos. Tenía la renta per cápita más baja, menos de la mitad de la media. Raro era encontrarse un hogar con teléfono, radio o vehículo motorizado. De hecho, en 1937 tan sólo el 1% de las granjas contaba con electricidad. Aquél que se adentraba en la extensa llanura aluvial (la región del Delta) delimitada por los ríos Mississippi y Yazoo se topaba con una sociedad arcaica y esclavista, como si de repente el Tercer Mundo se hubiera asentado en pleno corazón americano.

Sin embargo, la música que emanó de allí ha llegado a todos los confines del mundo y ha influido decisivamente en gran parte de los estilos populares del siglo XX. Si el blues hubiera sido un bien tangible como el petróleo o el algodón, Mississippi podría haberse convertido, sin lugar a dudas, en el estado más rico y rentable.

Aunque la sobrecogedora realidad del Delta mostraba otra cara. La división racial era más evidente entre el campo y la ciudad. Los blancos duplicaban a los negros en los centros urbanos; los esclavos les quintuplicaban en las plantaciones. Apenas participaban de la vida de la ciudad, aunque paradójicamente la experiencia cultural pertenecía a ellos, de una manera primitiva, cruda y austera. A diferencia del estilo eléctrico de Chicago o de los grandes combos de Memphis o Detroit posteriores, los bluesmen del Delta solo se hacían acompañar por un único instrumento: la guitarra.

Mientras que en el resto del país, las grandes estrellas del jazz, del swing, del vodevil o incluso las cantantes de blues clásico, actuaban ante fervorosas audiencias, en recintos -más o menos honorables- destinados para ello, en Mississipi tal concepto simplemente no existía. No había salas de conciertos, ni conservatorios, ni teatros. Tocando la guitarra en cualquier barrelhouse se podían ganar unos cuantos dólares y algunas copas gratis (más que recogiendo algodón) pero nadie hacía carrera de ello. Ninguno de los hombres del Delta se dedicaba en exclusiva a la música.



Por ejemplo, la profesión que aparece en el certificado de defunción de Charley Patton es granjero; en el de Robert Johnson dice que se dedicaba a recoger algodón. Aplicar el término carrera musical a un bluesmen de la zona, aparte de desproporcionado, simplemente resulta irreal. Es más, en la mitología del blues del Delta, el fracaso era visto como un éxito. Los elegantes señores del swing o las excéntricas y suntuosas vocalistas de vodevil se sustituyen aquí por borrachos, vagabundos, pendencieros o asesinos. Cuanto más miserable y problemática fuera la existencia del músico, más posibilidades de entrar en la historia. Por tanto, la música en Mississippi no creció al amparo de escuelas, salones de baile o salas de fiesta, se manifestó en los campos de plantación y en las cárceles. Y concretamente, la prisión de Parchman aunaba ambas funciones.

Uno de los barracones donde se apilaban los presos

'Annie la Negra'

La Mississippi State Penitentiary también conocida popularmente como prisión de Parchman se extendía a lo largo de más 8.000 hectáreas de la región del Delta. En un principio, el Estado de Mississippi compró los terrenos en 1900, en el condado de Sunflower, para construir una prisión federal. Muy pronto esas fértiles tierras se convirtieron también en una plantación. En el paupérrimo contexto social de Mississippi, que ya hemos comentado, la prisión de Parchman constituía la segunda fuente de ingresos de todo el Estado, solo superado por la recaudación de impuestos. Eso sí, a pesar de las apariencias externas que intentaban disimularlo (no había muros, ni alambrada eléctrica, ni torres de vigilancia), el régimen carcelario no tenía nada que envidiar al sistema esclavista vigente hasta la Guerra de Secesión.

A las 4 de la madrugada sonaba el silbato. Los prisioneros salían de sus barracones (no había celdas). Apuntados en todo momento por armas de fuego, se dirigían en formación cerrada hacia el campo de trabajo. Les esperaba una ardua tarea bajo un sol abrasador. Almorzaban en el campo con gusanos y mosquistos como compañía. Además tenían que cumplir con unos resultados de producción. No había negreros o amos blancos que controlaran el trabajo. Esa función quedaba relegada a los propios reclusos, generalmente los más antiguos y de fiar, que, en cierto modo, eran a su vez unas víctimas del sistema en su doble condición de presos y verdugos. En las frecuentes peleas no intercedían, dejaban que los combatientes resolvieran sus diferencias hasta que uno de ellos cayera.

Desde su mansión típicamente sureña, el superintendente divisaba todo el panorama. Para reprimir las infracciones, se jactaba de cumplir a rajatabla con las tradiciones más estrictas. Una de ellas, la más cruel, se denominaba 'Annie la Negra' y procedía directamente de la época de la esclavitud. Quien portaba día y noche en su cuello a Annie (una pesada correa de cuero, de 10 centímetros de ancho por uno de grosor), recibía el más humillante de los castigos: reducir su condición humana para cosificarse en el más rastrero de los animales.

Esperanza de perdón y libertad

En estas condiciones, la automutilación era una de las salidas más habituales. Por la prisión de Parchman se veía todo tipo de mutilados. Hombres con una sola pierna, un solo brazo o que se habían cortado un pie o una mano a golpe de hacha. Uno de los presos más veteranos, apodado el 'Rey del Río', había transformado sus pies en dos bolsas de huesos, tras patear durante 20 años los campos de la prisión. En circunstancias así, la música más que como actividad lúdica, afloró como un instinto de supervivencia.

En este punto son claves los viajes que John y su hijo Alan Lomax emprendieron por todo Estados Unidos en busca de las formas de expresión populares norteamericanas. Casualmente, en las prisiones encontraron todo un caldo de cultivo. Sin las grabaciones que los insignes etnomusicólogos realizaron por todas las cárceles del sur, jamás hubiéramos escuchado las fascinantes manifestaciones artísticas de la cultura afroamericana como por ejemplo las auténticas worksongs precursoras del blues. Fruto de estas prospecciones fue el libro/dvd 'The Land where the blues began' y la inagotable colección de canciones 'Prison Songs: Historical Recordings from Parchman Farm'.

Según describiría el propio Alan Lomax, de todas las prisiones que visitaron, en Parchman la abundancia de música fue apabullante. Padre e hijo volvieron en varias ocasiones pero nunca consiguieron registrar toda la riqueza musical que ofrecía la cárcel. En 1939, junto a Helbert Halpert, grabaron a Mattie May Thomas, una enigmática reclusa que cantó, sin ningún acompañamiento más que su voz, en la sala de costura de la prisión, el desgarrador y desasosegante 'Dangerous blues'. La franqueza y vehemencia del relato de Thomas resulta escalofriante, incluso para alguien como Lomax, habituado a escuchar la rudeza de las letras de blues. Mattie cumplía su tercera condena. Nunca más volvió a grabar.

Aparte de las reclusas que cantaban apasionadamente junto a sus máquinas en la sala de costuras, también se registraron las mencionadas worksongs y los espirituales que se entonaban en las ceremonias religiosas. En casi todas las grabaciones, los prisioneros hablaban de sus asuntos personales, de los motivos que les habían llevado a prisión, de las injusticias que habían sufrido y de la eterna esperanza de obtener perdón y libertad, que de alguna manera, gracias a la música podían conseguir.

El blues de la prisión de Parchman

Bukka White en plena acción
Tal es el caso de Bukka White que gracias a las grabaciones que hizo para la Biblioteca del Congreso le permitieron ganarse un estatus de celebridad en el interior de la prisión, librándose de los duros trabajos que realizaban otros convictos. Los guardianes de la prisión llegaron incluso a reunir dinero para comprarle una guitarra. Pero la conflictiva personalidad de White y su convulsa vida le hicieron desdeñar más grabaciones. Tal vez porque a pesar de las ventajas de las que gozaba, la vida en Parchman era de todo menos idílica. Afortunadamente para la posteridad quedó el inmortal 'Parchman Farm Blues', nostálgico relato de su experiencia carcelaria donde habla de su condena, admite que no quiso hacer daño a su mujer y reconoce que quería volver a casa.

Pero quizá de todos los personajes que pulularon por la prisión de Parchman, Eddie James House, popularmente conocido como Son House, sea el más atractivo. Un hombre que iba para predicador y que en un momento de su vida sintió la llamada del blues. O al revés. Quizá, antes de entrar en prisión, aunque en realidad ni él mismo dejó claro los motivos que le llevaron a estar entre rejas. Pero, como siempre, eso es otra larga, estimulante y sorprendente historia en la que ya nos adentraremos con la necesaria calma...

Finalizamos, con tres indispensables fragmentos. El primero, evocador y asombroso a partes iguales, 'Dangerous Blues', en la perturbadora interpretación de Mattie May Thomas, donde puede escucharse como se presenta ella misma antes de interpretar la pieza a capella. A continuación el citado 'Parchman Farm Blues' de Bukka White grabado en realidad en 1940 en Chicago. Por último, un tema del pianista de jazz Mose Allison, 'Parchman Farm', que homenajea la famosa prisión, en un estilo cercano al rhythm 'n' blues que tanto entusiasmaría a los bluesmen británicos blancos de los años 60.








"Hablas continuamente de lo peligroso que es el blues, pero si yo tuviera una pistola sería peligrosa también".
[...]
"Si no te gusto hay cosas tuyas que tampoco me gustan a mí".

Comienzo y final de 'Dangerous blues', Mattie May Thomas.


14 comentarios:

  1. Campos de plantación y prisiones como caldo de cultivo... supongo que muchos estilos musicales surgen como forma
    de expresión, bien por supervivencia, por necesidad, por divertimento... que la música en general, tiene algo de "tribal" y que el tópico de "no hay escuela mejor que la Universidad de la vida" encierra una gran verdad.

    Resulta muy estimulante recorrer en este blog los orígenes del jazz y del blues, pero nunca puedo evitar quedarme algo enganchada, y que me curiosee su trabajo, en los musicólogos (como los Lomax) que visitaban plantaciones, cárceles... y que habitualmente citas. Por cierto, da la sensación de que la historia de blues y jazz ha sido escrita por blancos ¿es así?

    Menuda la que se liaba en la prsión Parchman, en todos los sentidos... Toda una realidad. Muy interesante todo tu trabajo en el blog.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias Beronikes! Agradezco mucho tus palabras. Efectivamente casi todos los hisotoriadores del jazz y del blues eran blancos. Aunque si buceas por las entradas verás que también cito a autores negros ;)

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  2. Fascinante la historia de la Plantación/prisión Parchman: todo un campo de concentración del que se habla mucho menos que de los de los nazis. Un currazo, Grooveman... Excelente, como siempre.

    ¡Cómo me gusta el blues! escuchándolo se percibe que es música nacida de las entrañas, o más aún del mismo dolor de entrañas... Es increíble como del sufrimiemto humano puede aflorar algo tan bello. Se me eriza la piel con el Dangerous Blues de Mattie May Thomas. Buff.

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    1. Gracias Isa (sin JMoya) el descubrimiento de 'Dangerous blues' es uno de los momentos musicales más excitantes de los últimos tiempos... Me encanta la frase "del sufrimiento humano aflora algo tan bello"...

      Besos

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  3. Hola Manu,
    Aún estoy impresionado por haber descubierto tu vertiente musical gracias a http://jazzeseruido.blogspot.com.es/2012/04/satellite.html y no he podido disfrutar como se merece el prologo a esa brutalidad que es la escucha de Dangerous y que tu conviertes en una estupenda entrada.
    Saludos

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    1. jejeje muchas gracias Ferrán! Pensé que ya conocías mi vertiente musical... Me alegro que la hayas descubierto gracias al gran Félix... ;) Espero tu comentario sobre Satellite. Verás que soy un tío consecuente, lo que describo en el blog luego lo llevo a la práctica en la vida real...
      A este paso acabo en la prisión de Parchman... ;))

      Un abrazo!

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  4. La prisión de Parchman era un inmenso cementerio para hombres: eran 8.000 hectareas y miles de presos en el estado mas depauperado antes y ahora. Quizás ese aislamiento favoreció el desarrollo del blues rural y quizás la reunión de tantos músicos en el mismo recinto ayudo a su desarrollo. Sí, antes del afamado Berklee College of Music existió Parchman y todavía sigue funcionando y mandando hombres a la muerte.
    En otra cárcel como esa encontraron los hermanos Lomax al gran Leadbelly

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    1. Muchas gracias DR. Krapp. Curiosa escuela musical, verdad... Saludos!!

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  5. Aunque se pueda decir que la belleza se puede encontrar en todas partes y que incluso una dura prisión como Parchman, tuvo su aspecto positivo en el devenir de la música, cuan duro se hace aceptar la oscuridad!!.
    Un placer como siempre quedarse enganchado leyendo tu entrada , que a mí me lleva varios ratos, por el afán de escudrichar todo lo que aportas. Esperemos que no acabes en esa ni en otra prisión, en serio no son buenos sitios!
    Hasta la próxima
    Un abrazo

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    1. muchas gracias Jesús por el comentario y la lectura paciente de la entrada. No hay mal que por bien no venga (por lo de la PRisión Parchman) Saludos

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  6. Jo, es estupendísimo, lo peor es que preparaba un post soble el blues que nació en las prisiones, creo que me decantaré por otras historias más cercanas al doowop como "Just Walkin' in the Rain"...ya sabes. Pero me ha encantado, ha sido genial buscar estos temas y vivir su historia...enhorabuena, y a seguir así...por favor ;)

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    1. Muchísimas gracias Sebas! Y siento haberte chafado la entrada de blues... ;) Seguiremos la de doowoop! Saludos

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  7. Tu blog es buenísimo! voy a seguirte la pista desde hoy, enhorabuena por toda esta maravillosa información que publicas, te mando un abrazo muy sincero :)

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