domingo, 31 de mayo de 2015

Un grito en la plantación



[[Texto publicado el el Anuario del Blues 2014 editado por la Societat del Blues de Barcelona y dirigido por Manuel López Poy]]

Del nacimiento de blues a los primeros discos de raza

Al principio todo estaba en silencio. Silencio que tan solo se interrumpía por el renqueante sonido de los trenes de vapor que cruzaban el país de este a oeste, de norte a sur. Pensemos en una plantación de algodón de Mississippi. Pobreza, marginación y desarraigo juntos en un mismo escenario. A veces la historia nos lo ha vendido como un lugar idílico, pero no lo es. Imaginemos un día de verano, bajo un sol abrasador, unos hombres, negros, agrupados en cuadrillas y ataviados con unos trajes de faena austeros: sombrero, mono y pañuelo para secar el sudor. Se preparan para la jornada. Los aperos de trabajo están dispersos por el suelo. Se alinean, cogen un hacha, la levantan de tal forma que la hoja de la azada mira al cielo como parte de un ritual divino. La golpean con fuerza contra la superficie. La hendidura de la tierra se resquebraja al mismo ritmo que se carcomen sus almas. Repiten esta operación una y otra vez, en una monotonía exhausta que acabar por minar el poco ánimo que les queda, si es que les quedaba algo. Olvidaron su pasado, no conciben el futuro. Solo tienen el presente.

Al otro lado de la zanja, otros negros, esta vez hombres y mujeres, encorvan su silueta en el horizonte para recoger el fruto de la tierra. Las hilachas de la planta del algodón se extienden por todo el terreno, caprichosas, desordenadas, dando al paisaje un color blanquecino que contrasta con el tono seco y anaranjado del astro rey. Aunque aquí no hay noblezas que valgan. La única jerarquía es la del capataz que, a golpe de látigo, reclama más leña al fuego como si del averno se tratase. Y en el fondo, esa plantación no dista mucho del infierno.

De repente, en la lejanía, se oye un eco, un quejido en forma de llamada de auxilio. Un hombre se lamenta por su destino y entona una breve frase. Imprecisa, titubeante, temerosa, sincera. Al instante el resto de hombres le responden en un unísono arrebatador. El primer hombre vuelve a emitir la misma frase. Y la comitiva responde de nuevo. Cada vez son más los hombres que se unen. Acompasan sus fraseos con el golpe de las hachas y con el movimiento de sus cuerpos. Melódicamente, las notas fluctúan levemente la escala del pentagrama, no son afinaciones puras, podrían parecer desafines en los oídos de un europeo formado en la tradición occidental. Esa célula inicial básica y rudimentaria, en formato de llamada/respuesta, constituye la base de un nuevo estilo que en unos años llegará a todos los confines del mundo. Esas notas bemolizadas son las características blue notes, o lo que es lo mismo, una forma tosca de adaptación de la escala pentatónica africana, a la escala diatónica europea. En esa plantación y en otras muchas idénticas del sur de los Estados Unidos surgió una expresión poética para canalizar el dolor. Pasado un tiempo se dio en llamar blues.