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lunes, 25 de febrero de 2013

Una sirena tocando en la bruma



"Un joven y apasionado músico llegó a la ciudad de Oklahoma, con su grueso jersey blanco, su gorro azul y el movimiento arriba y abajo de su saxofón plateado. Dejó a todos los músicos de lengüeta asombrados por los originales vuelos salvajes y emocionantes de su imaginación. Con su viejo instrumento de aire trastornó a toda la sección negra de la ciudad". Ralph Ellison, novelista.

Un aire inmóvil, pausado, levemente perturbado por las volutas de humo que, perezosas, dibujan formas circulares en el ambiente, en un camino impredecible antes de su definitiva disolución. La atmósfera parece detenerse en un instante concreto. Se mueve con una parsimoniosa indolencia, pero sus movimientos no están a cámara lenta, aunque lo parezcan. Son asombrosamente naturales. Toda la escena muestra un ambiente de relajación, de calma, de lentitud. La sombra y la penumbra se combinan en un despliegue de sobriedad luminotécnica que, con imperceptible mesura, contribuye a reforzar esa sensación de quietud. La luz difusa se funde con un piano nocturno y evocador. De repente, tras el sombrero, aparece él, delicado, ingrávido, etéreo. De su saxo salen unas notas golosas, redondas, cálidas y profundamente sugerentes. Da comienzo la 'sinfonía de medianoche', o como a él mismo le gustaba decir en su peculiar lenguaje: "una sirena tocando en la bruma".

Todo lo que rodea a Lester Young es volátil.  Nos ofrece un extraño y dramático ejemplo de sonambulismo musical. Su estilo está íntimamente ligado a su personalidad, hasta tal punto que ese ataque seco y esa estrecha relación entre el swing y el fraseo, según muchos autores, nos dan muestra de un hombre frágil e introspectivo, entregado a la inconfundible sonoridad de su instrumento. Posee un sonido cerrado, natural que encaja con su discurso de placidez e indolencia en la ejecución. El diseño melódico, la elocución, la entonación y calidad de la voz conforman un todo vivo, una unidad que persuade y produce en el oyente un efecto de distensión. En palabras del crítico Lucien Malson "toca abandonándose, sin que trasluzca ninguna premeditación y parece buscar su camino, ir descubriéndolo poco a poco y saboreando con satisfacción el paisaje musical que va despertando mientras avanza".

martes, 19 de abril de 2011

Music is my mistress

El título de la biografía de Duke Ellington, publicada en 1973 originalmente, es la inspiración de la que este blog toma su nombre. No por casualidad; refleja a la perfección el espíritu con el que nace. La música como amante va más allá de lo llamativo y morboso del juego de palabras -real y acertado, por otra parte-, sino que pretende profundizar de manera apasionada en las historias, curiosidades y anécdotas que se esconden detrás de los estilos musicales, discos, canciones, personajes o geografías. Al fin y al cabo, la música puede ser tan adictiva, pasional y estimulante como la mejor de las amantes.

Me centraré sobre todo en el jazz y en el blues, porque básicamente casi toda la música popular del siglo XX tiene su origen de una u otra manera en estos dos géneros. ¿Qué sería del rock sin la influencia decisiva del blues? ¿No existe acaso una analogía, casi indéntica, entre algunos fraseos del hip hop y la técnica del scat vocal que inventó Louis Armstrong? Aún así, también habrá cabida para otros géneros, e incluso manifestaciones culturales como el cine, la literatura, la fotografía o la moda cuando tengan algún tipo de conexión con la música, lo cual no es infrecuente.


En lo que se refiere al protagonista de este post, hay que decir que el gran sueño americano se materializa en la persona de Edward Kennedy Ellington. Hijo único, de clase media-alta,  nacido en 1899 en un barrio residencial de Washington DC, que llegó a convertirse en uno de los músicos de jazz de mayor fama mundial. Pero su figura como pianista, compositor (creó más de 1500 piezas musicales), arreglista o director de orquesta no es lo que quisiera resaltar aquí (aunque gracias a ello se haya ganado un lugar en la historia). Me interesa mucho más su faceta como ideólogo, en concreto como ideólogo del jazz.

It don't mean a thing if it ain't got that swing es mucho más que un mero standard del Real Book. Constituye toda una filosofía vital que trasciende lo musical : carece de sentido si no tiene swing. ¿Y qué es tener swing? Ojalá lo supiera. El swing se puede reconocer, experimentar, sentir, tocar o incluso soñar, pero muy pocos afortunados saben realmente cómo crear algo con swing. Duke Ellington era uno de ellos. Basta con un breve repaso a su extensa discografía para darnos cuenta. Sophisticated Lady, Mood Indigo, In a Sentimental Mood, Satin Doll o -mi favorita- Take the A train son obras maestras, llenas de genialidad y por supuesto mucho swing.

Pero ya habrá tiempo para adentrarnos con calma en la obra de Duke y otros nombres relevantes de la historia del jazz. De momento, como presentación, creo que es suficiente. Será un placer que me acompañéis y compartamos juntos a través del blog experiencias, conocimientos y, si llega el caso, amantes...

Bienvenidos.

"Lovers have come and gone, but only my mistress stays"
(Las amantes van y vienen, pero sólo la música permanece)