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miércoles, 29 de abril de 2015

El alma negra de Chicago


Venga, nena, vuelve. Vuelve conmigo. No me digas que no quieres ir. Ven. Ven conmigo. Vuelve de California y vayámonos a Chicago.

Puede que Robert Johnson no pisara Chicago en su vida, o puede que sí. ¿Quién sabe? Giran tantos mitos en torno a su leyenda que cualquier opción parece posible. Lo que está claro es que su famoso Sweet Home Chicago  más que una oda urbana, es una suplica a una mujer, a la que trata de convencer para que se vaya con él a la Tierra Prometida. Ese dulce hogar del que habla la canción estaba, cómo no, en Chicago.

Y es que en los años 20 del pasado siglo, cuando se compuso el tema, Chicago era lo más parecido al paraíso, un lugar de peregrinaje, final de trayecto, gran nudo ferroviario y de comunicaciones. Allí todo estaba por hacer: oportunidades laborales, esperanzas infinitas, empezar de cero. Los incipientes rascacielos de su imponente arquitectura simbolizaban los anhelos de miles de personas. Los negros que huyeron del sur de Estados Unidos en busca de una vida mejor vieron en Chicago esa especie de Tierra Prometida. Lo único que el sueño pronto se convertiría en pesadilla. La ciudad les recibió confinándoles a enormes guetos de infraviviendas donde se hacinaban como sardinas y apenas gozaban de unas condiciones básicas de salubridad. Desigualdad, pobreza, explotación o racismo son tan solo algunos de los daños colaterales de ese gran sueño americano.

Disturbios raciales en Chicago, años 30
La población negra creció exponencialmente. En los treinta primeros años del siglo XX, casi 2 millones de afroamericanos se desplazaron del sur al norte en un fenómeno conocido como Gran Migración. Tennessee, Arkansas, Alabama y especialmente Misisipi fueron los estados de origen. Las ciudades del norte demandaban mano de obra abundante y barata. En los años 40 había un 8% de afroamericanos en Chicago; en los 60 la cifra ascendió a un 23%. El South Side o Barrio Sur se convirtió en el vecindario negro más grande del país (título que aún ostenta).

martes, 31 de marzo de 2015

Nueva Orleans, la cocina del jazz



¿Sabes lo que significa echar de menos Nueva Orleans, añorarla día y noche?

Hay algo en la mitología del jazz que nos conecta directamente con lugares idílicos y remotos. Un territorio oculto en nuestro inconsciente, imaginario y profundamente evocador que nos transporta y nos mece, nos arropa entre sutilezas de melodías y caricias en forma de acorde. Ese eterno retorno de sensaciones tiene un claro punto de partida: Nueva Orleans, la “tierra de los sueños” de la que habla el famoso estándar Basin Street Blues . La mera posibilidad de viajar hasta allí para conocerlo nos fascina y al mismo tiempo nos sublima. Luego la realidad es otra cosa…

La historia del jazz se muestra profusa en alusiones casi míticas a la ciudad sureña americana. Las canciones y los recuerdos de los músicos no se quedan atrás. “Brillaban luces de todos los colores, la música que se oía en la calle provenía de todas partes", recordaba el pianista Jelly Roll Morton. “Solía dormirme con el sonido mecánico del piano ragtime y cuando me despertaba aún seguía sonando”, confesaba el compositor Spencer Williams, creador, entre otras muchas, del mencionado Basin Street Blues. “Durante el Mardi Gras, tío, nos lo pasábamos en grande: había bandas día y noche tocando por las calles”, explicaba el trombonista pionero Kid Ory. “Storyville [el barrio de prostitución] tenía todo tipo de personajes, gente de todo el mundo venía para ver lo que se cocía aquí, había diversión para todos”, evocaba un siempre sonriente Louis Armstrong.

martes, 27 de enero de 2015

Un encuentro inesperado con el rey


Canal Street, cerca de 1900

Centenares de carretas y coches de caballos llenaban las calles. Los postes con las líneas eléctricas parecían como una extensa tela de araña. La gente iba de un lado a otro, con prisa, sin pararse demasiado a las contemplaciones. Los comercios y los mercadillos le impresionaban. El bullicio que se respiraba en el ambiente le producía una estimulante sensación de novedad. Ya desde lo lejos se veían los edificios de varias alturas. El tren entraba por Carrollton Avenue para cruzar después el canal de New Basin. Las casas shotgun, tan modestas como características, las granjas criollas, el pantano rodeado de cipreses, el gran lago. Todo era una novedad para él. 

Corría el año 1905 y era la primera vez que Dutt -así es como le llamaba todo el mundo- pisaba Nueva Orleans. En la plantación Woodland, donde vivía, los días se pasaban entre las ferias del condado, pescar en el río, tirar piedras en la vieja vía del tren o jugar a las cartas. Y bueno, trabajar en el molino, donde se procesaba la caña de azúcar, en una árdua y laboriosa tarea. El padre de Dutt era blanco y sus antepasados provenían de la región francesa de Alsacia. Llegaron a Lousiana tras las migraciones acadianas desde Canadá. Las tardes en la plantación, después de la jornada de trabajo, la gente se sentaba en los porches de las casas a cantar viejas canciones francesas hasta el anochecer. Sus primeros recuerdos musicales, sin embargo, vienen de la naturaleza: el croar de las ranas, el silbido de las serpientes, el correteo de las ratas. También de los procesos industriales de transformación del azúcar: el rugido de las calderas en la cristalización de la caña, el incesante sellado de los barriles o el sonido metálico de las carretillas que transportaban el producto. 

Y por supuesto, las bandas de metales, que desfilaban por las iglesias del condado siempre que había un funeral. Precisamente uno de ellos, James Brown Humphrey, de la Onward Brass Band fue uno de los primeros maestros musicales de Dutt. Pronto comenzó a cantar en grupos vocales y a fabricar sus propios instrumentos. El banjo, moldeado a través de una caja de cigarros, era todo un clásico, pero también guitarras y contrabajos. De alguna manera llegó a sus manos un carcomido trombón de segunda mano lleno de agujeros. Más que sonido, de ese ajado trozo de metal salían burbujas de saliva. Su viaje a Nueva Orleans tenía relación con eso.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Conversaciones con O Sister!: echar de menos Nueva Orleans


O Sister! en campos de algodón de Mississippi

Estaba a punto de acabar el concierto. De repente, sin previo aviso, sonaron los primeros compases de Raskayú, esa enigmática composición del mallorquín Bonet de San Pedro, prohibida por el franquismo, de ritmo trepidante y letra escabrosa "Raskayú cuando mueras que harás tú, tú serás un cadáver nada más". El hombre que estaba delante de mí, de unos 70 años, empezó a mover tímidamente los pies, chasquear los dedos y agitar la cabeza de arriba a abajo. Luego se acercó a su mujer, de edad parecida, y le susurró algo al oído. "¡Esta es de mi época!", es lo que yo imaginé que le pudo haber dicho sin tener, obviamente, certeza alguna de ello. A medida que avanzaba el tema el hombre se venía arriba: intensificaba los chasquidos, seguía el ritmo con un entusiasmo enérgico, con precisión de metrónomo. Al acabar rompió en una sonora ovación, como el resto del auditorio. Su mujer le dio beso en mejilla y él esbozó una ligera sonrisa llena de plenitud. Es la metáfora misma de la música de O Sister! y por extensión del propio jazz, una corriente transformadora de estados de ánimo, generadora de la felicidad más mínima y a la vez más enorme.

Pero que nadie se equivoque, las apariencias pueden resultar engañosas. No es una cuestión de antiguallas, de música muerta o de vacíos ejercicios de nostalgia. Los sevillanos O Sister! están muy vivos y tienen una visión artística reveladora y clara. Son unos treintañeros que se inspiran en los años 30 del siglo pasado para revitalizarlos, captar su espíritu y recordarnos el carácter popular, simpático y esperanzador de los inicios del jazz (como el objetivo de este blog por cierto). Mensaje parecido es el que se escuchó en la voz en off que hizo la presentación de la banda con motivo de su participación en Festival de Jazz de Madrid JAZZMADRID'14, celebrado a lo largo del mes de noviembre en el auditorio de Conde Duque. El concierto de O Sister! precedía en un día al cierre final del festival con la suprema vocalista de Memphis Dee Dee Bridgewater. Casi todos los conciertos de JazzMadrid'14 habían agotado las entradas en lo que ha sido un éxito de público.O Sister! no fue una excepción. No me lo quería perder, aunque mi intención iba más allá: hablar con ellos de su experiencia en Nueva Orleans en el homenaje a sus adoradas Boswell Sisters, viaje que consiguieron gracias al crowdfunding.

lunes, 27 de octubre de 2014

Blue Note Records: la expresión sin concesiones del jazz



"Blue Note records are designed simply to serve the uncompomising expression of hot jazz and swing, in general", manifiesto de Blue Note.
Afuera hacía frío. La noche del 23 de diciembre de 1938, previa a Nochebuena, el ambiente era gélido en las calles de Nueva York. Sin embargo en el interior del Carnegie Hall los ritmos del hot, del swing, del blues y de los espirituales intentaban contrarrestar la temperatura exterior. El promotor y cazatalentos John Hammond, ambicioso, había reunido un plantel de lujo con lo mejor de la música afroamericana en un concierto histórico que se dio en llamar 'From Spirituals to Swing'. Helen Humes, Benny Goodman, Big Bill Broonzy, Sister Rosetta Tharpe... incluso la flamante orquesta de Count Basie. En aquellos años el swing llenaba las pistas de baile, era la música popular de la época y el jazz se encontraba en pleno apogeo.

Entre el público, un joven alemán de origen judío, estaba a punto de experimentar una revelación. Los sonidos del jazz resultaban familiares para Alfred Lion, quien ya había escuchado en su Berlín natal a la orquesta de Sam Wooding y su musical Chocolate Kiddies. Ragtime y síncopas eran banda sonora habitual en la capital alemana durante los años 20, uno de los primeros focos europeos de atracción del jazz. Lion acababa de trasladarse a Nueva York apenas hacía un año, procedente de Chile, donde se había mudado su familia tras dejar Alemania en 1933. De todo el elenco de artistas, curiosamente, lo que más llamó su atención fue la destreza y rapidez de unos pianistas de boogie woogie: Pete Johnson, Albert Ammons y Meade "Lux" Lewis. La magia se produjo. Alfred Lion tuvo su particular epifanía. Era europeo y, como tal, veía en el jazz una forma sublime de expresión artística. Esa visión romántica de la que carecían los norteamericanos.

No perdió el tiempo. Apenas una semana después, el 6 de enero de 1939, en una soleada mañana de invierno alquiló un pequeño estudio durante un día y logró convencer a esos pianistas de boogie woogie para realizar una sesión de grabación. No tenía ni idea de por dónde empezar. Era un fan, no un hombre de negocios. Su gran acierto, decisivo, fue proveer a los músicos de varias botellas de whisky. Regados con bourbon, los dedos bien engrasados de los pianistas improvisaron largos e inspirados solos. Lion no les puso límites, a pesar de que los discos de 10 pulgadas de 78rpm no permitían más de tres minutos de duración. Le dio igual. Grabó material suficiente para dos discos. Imprimió 50 copias de cada uno y se dirigió a la tienda de discos de Commodore en Manhattan, propiedad de Milton Gabler.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Malasaña en formato físico


[[Texto publicado en el número 4 de Jot Down - Rutas. Más información aquí. Fotos: Patricia Cano]]

Un paseo emocional por algunos lugares de Madrid para aprender, debatir  y entender sobre música: las tiendas de discos. Extemporáneas, desfasadas, museos vivientes de una forma particular de aproximarse a la experiencia sonora: el formato físico.

El inconfundible olor a acetato, esas superficies de plástico manoseadas por miles de dedos anónimos, el polvo acumulado en los estantes, los pósteres que evocan ídolos ancestrales, bagatelas mitómanas que ornamentan las paredes, la ambientación musical por encima de los decibelios permitidos por ley... Todo amontonado (a veces apiñado) en pequeños espacios, no aptos para consumidores metódicos y excesivamente organizados. Por (des)orden alfabético, por género, época, nacionales o internacionales. Aquí se premia la paciencia, la reflexión, la búsqueda incansable, aunque a veces también la impulsividad y la intuición. En tiempos vertiginosos, en constante cambio, de tiranía de lo digital, de lo intangible y del almacenamiento en ceros y unos, del comercio electrónico, de las transacciones online, de la nube que no deja ver el sol, de relaciones personales en redes sociales… todavía quedan reductos contracorriente, batalladores, románticos, quizá anacrónicos, donde uno puede adquirir unos extravagantes objetos físicos.

Remansos de paz e ilusión que han vivido épocas mejores, beligerantes con el devenir de los tiempos, se resisten a desaparecer. Para algunos, los más jóvenes del lugar, no son más que unos polímeros con forma de circunferencia repletos de surcos o unos policarbonatos de plástico insuflados por un láser. Para otros, son el motivo último de la felicidad. No se trata del continente, sino del contenido. Cientos de historias se encierran entre sus límites circulares: la primera vez, los primeros besos, los primeros desengaños… pero también los últimos. Cada uno tiene la propia banda sonora de su vida.

Y esos ecos envueltos en ondas imperceptibles nos han llegado a través de los discos que comprábamos en unos lugares llamados tiendas de discos. Cuando todavía se pagaba (masivamente) por ellos. Da igual el formato o la forma, lo importante es lo formidable, por ejemplo, de un ritual cada vez menos habitual: sacar el vinilo de su funda, agitarlo levemente, acariciarlo con un paño especial para librarlo de posibles motas de polvo antes de depositarlo con suavidad sobre el plato del gramófono, levantar expectantes la aguja y llevarla hasta el punto exacto donde todo adquiere una nueva dimensión. Y accionar la palanca. Suspirar ante los primeros acordes. Estremecerse. Es como el origen mismo del universo, un Big Bang de sensaciones indescifrables que nos hacen levitar, alegrarnos cuando estamos eufóricos, deprimirnos cuando estamos tristes o transportarnos siempre lejos, muy lejos…

viernes, 27 de junio de 2014

Highway 61, la Ruta del Blues: de Nueva Orleans a Chicago

[[En noviembre de 2012 el suplemento El Viajero de El País publicó mi 'Ruta del Blues', un viaje del que ya he hablado en otras ocasiones. Razones comprensibles de extensión y ajuste a la sección hicieron que el texto se redujera casi a la mitad. Algunos me habéis pedido el original. Por si alguno se plantea hacerla o por el mero disfrute de imaginarla, he decidido publicarlo íntegro aquí, con comentarios personales, sugerencias y reflexiones. Espero que os sirva de estímulo para hacer el que es sin duda el MEJOR viaje posible para conocer las raíces de la música estadounidense. 

Sigo tirando de textos de archivo -disculpas por ello- ya que estoy inmerso en el proceso, nada sencillo, de documentación, redacción y adaptación de lo que será el libro de LA MÚSICA ES MI AMANTE. Os mantendré informados. Gracias por la comprensión]]

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Highway 61 a la altura de Memphis

En el imaginario colectivo de todos, la Ruta 66, la carretera Madre de Norteamericana, no tiene rival alguno como icono popular internacional. Sin embargo su “hermana pequeña”, la Highway 61 o Ruta del Blues, no tan conocida —disco de Dylan aparte—,  plantea un recorrido mucho más iniciático. Profundiza en las entrañas de Estados Unidos: en su historia, en su sociedad, en su idiosincrasia y, cómo no, en su música, para explicar mejor que nadie su maravilloso legado cultural. En su trazado está la respuesta a muchas preguntas que aún hoy nos planteamos. Las raíces del blues, del jazz, del soul o del rock se esconden entre su asfalto. Imposible adivinar a dónde vamos sin saber de dónde venimos. Transitar la Ruta 61 es algo más que un viaje…

Louis Armstrong, Martin Luther King, Elvis Presley o Muddy Waters son tan solo algunos de los personajes legendarios que deambularon por estas carreteras para escribir su leyenda. El comercio de esclavos, los derechos civiles, la segregación racial, el éxito o el fracaso… el gran sueño (o pesadilla)  americano en definitiva. La Ruta 61 sigue el curso inverso del no menos emblemático río Mississippi. Desde el Sur al Medio Oeste. Aunque geográficamente empieza en Nueva Orleans para acabar en  Minnesota, tras más de 2.300 kilómetros, la ruta emotivo-musical se desvía unas millas para finalizar irremediablemente en Chicago.

El 8 de agosto de 1922 un mozalbete llamado Louis Armstrong abandonaba su Nueva Orleans natal a bordo del Illinois Center Railroad con rumbo a Chicago. Allí se convertiría en una estrella. La historia del jazz cambió para siempre. En el mismo mes de agosto, pero 90 años después, quise emular ese viaje y experimentar en carne propia todas las sensaciones de aquellos músicos pioneros. Porque no solo fue Armstrong, muchos otros afroamericanos se vieron obligados a dejar su hogar en el Sur para buscarse un mejor porvenir en el Norte. Es un fenómeno conocido como la Gran Migración. Afortunadamente, mis circunstancias personales nada tenían que ver con esa dramática situación, así que después de meses ahorrando y  preparándolo,  la última semana de agosto, junto a mi pareja, me embarqué hacia la primera parada: Nueva Orleans. Aparte de la banda sonora, como compañero inseparable, el fantástico libro The Blues Highway de Richard Knight.


miércoles, 21 de mayo de 2014

El jazz en el franquismo: paradojas y contradicciones


Adjunto este texto publicado en YOROKOBU -tras una investigación que me llevó meses- sobre cómo se desarrolló el jazz en el franquismo. Para adentrarse en el tema recomiendo la bibliografía y enlaces que incluyo abajo. Como veréis, en esta ocasión, me centró principalmente en los primeros años, la llamada 'fase fascista'. Habrá más entregas...
El 28 de febrero de 1941 La Vanguardia Española —así se denominaba entonces— anuncia en Barcelona “un magno festival de Jazz Hot” organizado por la Obra Sindical ‘Educación y Descanso’ donde forman parte, entre otros, el Quinteto Hot Club de Barcelona y la cantante Rina Celi. El evento tuvo lugar en el Palacio del Jazz, antiguo Circo Olimpia, y asistieron máximas autoridades franquistas como Gobernador Civil, el Delegado de Educación además de “una numerosa concurrencia que aplaudió largamente”.

Unos meses más tarde del mismo año, el 26 de noviembre, el diario ABC, en un artículo titulado “El homenaje de toda España a la Gloriosa División Azul” se hace eco del “gran festival artístico de esta noche en el Price”, iniciativa del Departamento de Prensa y Propaganda de la Delegación Nacional de Sindicatos, “a beneficio del aguinaldo para la gloriosa División Azul”. En este “grandioso programa” del Circo Price madrileño actuaron emblemas nacionales como Estrellita Castro, Imperio Argentina, Conchita Piquer y de nuevo Rina Celi, anunciada como “la primera actuación en España de esta extraordinaria vocalista de Jazz, que adelanta su debut a fin de contribuir al homenaje a los gloriosos voluntarios españoles”. 

La artista catalana Rina Celi era todo un fenómeno de masas entonces. Descrita como “la cantante hot por antonomasia” o “la primera cantante moderna del país” fue también la primera en utilizar el micrófono en escena. “Dotada de un físico aéreo y estilizado, su estilo carente de afectación la convirtió en un ídolo para los adolescentes barceloneses”, escribe José María García Martínez en Del fox-trot al jazz flamenco. El jazz en España 1919-1996, único libro generalista publicado hasta la fecha sobre la historia del jazz ibérico. Llama la atención un detalle: ¿qué hacía la prensa del régimen echando flores a una cantante de jazz, música contra la que, en teoría, estaba en contra?

domingo, 23 de marzo de 2014

Las primeras grabaciones del jazz



Si damos por válida la historia oficial, el primer disco de jazz fue Dixie Jass Band One Step y Livery Stable Blues de la Original Dixieland Jazz Band, publicado por la Victor Talking Machine en mayo de 1917. La sesión de grabación tuvo lugar en Nueva York unos meses antes, el 26 febrero, y también se registaron otros temas como Tiger Rag, que se lanzaría más adelante. Parece ser que hubo una sesión previa con Columbia que nunca llegó a ver la luz porque la compañía no estaba del todo segura de que esa música alocada y poco convencional fuera del gusto del público. Como ya es sabido, fue un error de cálculo garrafal, ya que Livery Stable Blues se convirtió de inmediato en un enorme éxito comercial y expandió la semilla del jazz por todo el mundo.

Esa es, como decimos, la versión oficial, no implica que sea la verdadera. Ya hemos visto en más de una ocasión la facilidad con la que el jazz es capaz de inventar y crear mitos, a veces basados en recuerdos borrosos, otras en hechos poco probados. Los nebulosos años de inicio del jazz, donde los registros de todo tipo escasean, son  proclives a construir leyendas, más aún si tenemos en cuenta que el término "jazz" como tal, apenas se utilizaba y solía confundirse con ragtime o música hot. Por tanto, aunque es verificable que la Victor Talking Machine editó en 1917 el famoso disco de la Original Dixieland Jazz Band, no sabemos realmente si fue el primero. ¿Por qué iban a ser unos chicos blancos de Nueva Orleans los que grabaran en Nueva York el primer disco de jazz de la historia? ¿Si el jazz empezó a gestarse con el cambio de siglo XX, por qué hubo que esperar casi veinte años para escuchar un disco de jazz? ¿Cómo discriminar las grabaciones de jazz del resto de registros de música negra de la época? Muchos quisieron apuntarse el tanto de ser "el primero". La tarea no es fácil...

martes, 25 de febrero de 2014

Jazz y nazismo en París ocupado



[[Recupero para los seguidores del blog este artículo publicado en JOT DOWN en abril de 2013, aunque inicialmente fue concebido para CUADERNOS DE JAZZ. Se trata de una investigación sobre la escena jazzística en el París ocupado por los nazis. Justo acabo de entregar otro artículo sobre las contradicciones del régimen de Franco hacia el jazz que se saldrá en breve, también en JOT DOWN. Espero que este os sirva de aperitivo.]]

La guerra introdujo el jazz en Europa. Esta afirmación que puede resultar chocante es tan real como paradójica. Los soldados norteamericanos que lucharon en la Primera Guerra Mundial no solo portaron sus armas, sino también su música al viejo continente. Las unidades militares  a menudo se hacían acompañar de bandas, generalmente formadas por negros, que interpretaban marchas y ragtimes. La del 369º Regimiento de Infantería, los Hellfighters, destinados en Francia y dirigidos por el teniente James Reese Europe,  interpretaron en 1918 números sincopados tanto para militares aliados como civiles galos. Gracias a grupos como ellos, el jazz llegó con algunos años de retraso, pero de manera triunfal. Es curioso cómo, a pesar de ser una música popular de origen afroamericano, enseguida gozó de la admiración entre las clases más pudientes. Artistas e intelectuales vieron en el jazz un signo de modernidad.

Fundamentalmente Inglaterra, Francia y Alemania fueron los países donde más rápidamente se asentó. Durante los años 20, Berlín se erigió como la capital europea del jazz debido a su intensa actividad nocturna en cabarets y salas de baile. El Wild-West-Bar programaba hasta seis bandas de jazz en una misma noche. En los 30, ese privilegio correspondió a París.  Los músicos, escritores y pintores de Montparnasse acudían al Club Bobino para ver cómo la afamada bailarina negra Josephine Baker se desnudaba a ritmo de charlestón. Music-halls, tabernas, bistrós o nightclubs de la Ciudad de Luz, enloquecían con los sonidos negros venidos del otro lado del Atlántico.  El jazz se benefició de los movimientos literarios y asimismo inspiró a poetas y bohemios. La locura era tal que el distrito de Montmartre era conocido por entonces como el ‘Harlem de Europa’.

lunes, 10 de febrero de 2014

Nueva Orleans y el jazz 'perdido'


Cruce entre Perdido  y South Rampart

 [[ En plena fase de documentación y revisión de la bibliografía de Nueva Orleans y los orígenes del jazz, recupero un antiguo texto publicado en Cuadernos de Jazz en octubre de 2012 sobre mis impresiones tras visitar por primera vez la ciudad; el mito caído ]]

La confluencia entre Perdido y South Rampart  es mucho más que un simple cruce de calles. En ese punto exacto se situaba el Odd Fellows Hall, uno de los antros que encumbró a Buddy Bolden como primer rey del jazz. Justo en el piso de arriba estaba el Masonic Hall Ballroom, detrás el Eagle Saloon, a unos metros, el emblemático Funky Butt, lugares donde el primigenio jazz de Nueva Orleans tomó su forma. El propio Bolden nació y creció a unas calles de distancia y frecuentaba las tiendas y tugurios de la zona.

El mismo bloque, en el número 427 de South Rampart, acogía el domicilio de los Karnofsky, familia judía que apadrinó a Louis Armstrong  y jugó un papel fundamental en su desarrollo musical. Gracias al dinero ganado trabajando para ellos, el pequeño Louis pudo adquirir su primera corneta. No era raro, además, verle pasear con su carretilla para repartir carbón por los establecimientos del barrio. De hecho, Armstrong pasó su infancia, en  el 1223 de la calle Perdido, a escasas manzanas de allí.

En los difusos años que comprenden el cambio del siglo XIX al XX, el área Perdido-South Rampart fue el vecindario –entre otros muchos- de Jelly Roll Morton, el ‘inventor’ del jazz; de Joe ‘King’ Oliver, maestro de Armstrong y fundador la reputada Creole Jazz Band, o de Nick LaRocca, de la Original Dixieland Jazz Band,  primera banda de jazz en grabar un disco. Lo más laureado del jazz de Nueva Orleans. Algunos historiadores han llegado a bautizar este vecindario como el Storyville negro. Por ello, el cruce entre Perdido y South Rampart no es un punto más del callejero de Nueva Orleans, sino que podríamos aventurarnos a describirlo como el verdadero lugar donde surgió el jazz.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Resumen de 2013 y nuevos proyectos en 2014

Tranquilos. Esto no es una de esas listas resumen (otra más) con 'lo mejor de 2013'. Simplemente pretendo hacer un breve compendio de los asuntos tratados durante el año, invitaros a leer algún tema si se os ha escapado y compartir con vosotros un proyecto relacionado con el blog que me ocupará buena parte de 2014.

Pero antes de nada, debo pedir disculpas porque en los últimos meses no he podido cuidar LA MÚSICA ES MI AMANTE como se merece y apenas he emprendido nuevas investigaciones sobre jazz o blues. El motivo no es otro que en 2013 me ido surgiendo colaboraciones en otros medios y me he visto literalmente desbordado por las peticiones. Estoy encantado por ello y ha sido un honor porque muchas de ellas se han producido en buena medida gracias al trabajo en el blog, pero no me ha quedado otro remedio que priorizar el tiempo y las fuerzas. Por ello, como habréis podido observar, he recurrido a mostrar en el blog algunas de esas investigaciones para otros medios. Por ejemplo el artículo sobre La llegada del jazz a Inglaterra, publicado en septiembre en Cuadernos de Jazz, un trabajo que me llevó varios meses de documentación y elaboración.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Expediente Armstrong: El caso ‘Little Rock’ y los archivos ocultos del FBI


My only sin is in my skin”, ‘Black and blue’.

((NOTA: Recupero este artículo antiguo publicado en julio de 2012 en Cuadernos de Jazz después de una investigación que me sugirió su difunto director Raul Mao al que estaré siempre agradecido. Hay muchos más artículos en esta línea de Cuadernos de Jazz y otros medios que iré recuperando para compartirlo con los lectores del blog.))

La década de los 50 trajo a Louis Armstrong una merecida reputación. Más que la fama —que nunca buscó— lo que le interesaba principalmente era el cariño del público. Durante los años anteriores, la carrera de Pops (apodo cariñoso) había ido aumentando en notoriedad. En los años 30 y 40 era habitual verle colaborar con las grandes estrellas del jazz del momento, realizando multitudinarias giras por Europa o participando en películas de Hollywood.

Los lectores de la revista Down Beat le eligieron en 1952 como “la figura musical más importante de todos los tiempos” por delante de Duke Ellington, Glenn Miller o incluso Bach. En plena escalada de popularidad, cuando ya había demostrado todo lo que tenía que demostrar desde un punto de vista musical e innovador, Louis se vio envuelto en un asunto turbio relacionado con unos sucesos raciales, en el conocido como ‘caso Little Rock’.

En 1954 la Corte Suprema estadounidense prohibió la segregación racial en las escuelas; negros y blancos deberían convivir pacíficamente en las aulas por imperativo legal. Pero en Little Rock, Arkansas, no lo entendieron así. El gobernador Orville Faubus quiso mantener las escuelas blancas. En un instituto, una muchedumbre blanca recibió a padres y niños negros entre gritos, insultos y escupitajos. El suceso fue muy comentado en todo el país y acaparó la atención de los medios de comunicación.

martes, 15 de octubre de 2013

Dios bendiga al niño



Los que lo tienen, lo conseguirán,
Los que no, lo perderán
Como dice la Biblia
Y aún se dice hoy
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Los fuertes conseguirán más
Mientras que los débiles se desvanecerán
Los bolsillos vacíos nunca dan la talla
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Dinero, tienes cientos de amigos
Amontonándose alrededor de tu puerta
Pero cuando no queda más y el despilfarro finaliza
Nunca jamás vuelven
Las relaciones de riqueza, 
Pan para hoy, hambre para mañana
Puedes servirte tú mismo, pero no cojas demasiado
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Un increíble dolor en el centro de su vida. Resultaba imposible separar las tribulaciones personales y sus miserias de un destino tan amargo. Estaba predestinada a sufrir. Las angustias de una niña que tuvo que hacerse mayor muy pronto, tal vez demasiado: un padre ausente, una madre adolescente, violaciones, malos tratos, alcohol, tabaco y drogas la llevaron por el mal camino. Nunca supo enderezarse, quizá nunca quiso. O no la ayudaron lo suficiente. Deambuló de hombre en hombre, buscando una felicidad tan efímera como inalcanzable. Pequeña doliente, frágil mariposa de alas rotas, escarbó los bajos fondos. Y aún así quiso sentirse grande. Lo consiguió. Saboreó las mieles del éxito y encontró la forma ideal de defenderse: cantando.

Una noche de finales de 1940 el compositor Arthur Herzog Jr. se encontró con Billie Holiday que acababa de salir de cantar en el Cafe Society de Nueva York. Ni corto ni perezoso la abordó: "mira tengo esta idea y quiero que me des una de esas expresiones sureñas anticuadas que podamos convertir en canción". Holiday se quedó pensativa. No se le ocurrió nada en un primer momento, pero transcurridos unos segundos soltó una anécdota de su infancia cuando solía pedir dinero prestado a su madre. Y de repente pronunció una expresión "God bless the child". Herzog le preguntó por el significado de esa frase a lo que Billie respondió: "es lo que siempre se decía cuando tu madre tenía dinero, tu padre tenía dinero, tu hermana y tu prima tenían dinero, pero tú no tenías ni un centavo: que Dios bendiga al niño que tenga su propio dinero".

domingo, 15 de septiembre de 2013

La llegada del jazz a Inglaterra



Quisiera compartir con los lectores del blog una investigación exhaustiva sobre la llegada del jazz a Europa, en concreto al Reino Unido, que he realizado estos últimos meses para la revista Cuadernos de Jazz. Bajo el asesoramiento de Jorge García y la tutela de María Antonia, directora de CdJ, he querido ofrecer una visión panorámica sobre el contexto histórico y musical del Reino Unido previo a la llegada del jazz. Asimismo he intentado relatar, aportando datos y anécdotas, la primera gira de una banda americana de jazz en Europa, la Original Dixieland Jazz Band. Este texto es muy especial para mí porque supone mi vuelta a Cuadernos de Jazz tras la muerte de su fundador Raúl Mao. Mi recuerdo a él y mi agradecimiento a Jorge y María Antonia por la paciencia y la dedicación al artículo.
[[Texto publicado en Cuadernos de Jazz el 10 de septiembre de 2013.]]

La primera gira de una banda de jazz en Europa: la Original Dixieland Jazz Band en el Londres de 1919.
 
Que el jazz naciera y se gestara en Nueva Orleans es algo en lo que historiadores, investigadores y musicólogos, después de mucho tiempo de estudios y análisis, más o menos han podido concluir, aunque siempre habrá voces discordantes, como el autor afroamericano Leroi Jones quien afirma en su ensayo Blues People: música negra en la América blanca que “Nueva Orleans no puede considerarse como la cuna del jazz”. Sin embargo, la entrada del jazz en Europa, y concretamente en Inglaterra, genera muchas más dudas y controversias en las que conviene adentrarse con profundidad y no sin la debida cautela. 

¿Cómo fue recibido el primer jazz por el público inglés? ¿Qué tipo de jazz escuchó? ¿Cómo era la escena musical británica en esos años? ¿Entendió la crítica de la época la nueva música llegada de América? Hay cierta unanimidad en situar el año 1919 como el del inicio del jazz en Europa  y por tanto en el Reino Unido. Más adelante veremos los motivos. En general, ese primer jazz era percibido entre los ingleses como una forma más de entretenimiento, muy asociada al baile y con fuertes vínculos con los espectáculos de variedades. Pocos fueron los que entendieron su dimensión artística más allá de la mera diversión.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Inicios del jazz en España (II) : la 'Nueva Orleans' del Mediterráneo


Av. Reina María Cristina. Colección Roisin / IEFC

 [Texto publicado en JOT DOWN en septiembre de 2013]
"Corría el champán a raudales. Los diamantes podían recogerse a espuertas. Se respiraba un raro ambiente impregnado de selectos y costosos perfumes. Toda la ciudad era una mujer hermosa, refinada, perversa, espiritual, elegantísima", Josep María de Sagarra, novelista, Vida Privada
Una cantante sale del cabaret con aire altivo, despechado. Acaba de hacer su último número, ligerita de ropa, como siempre. Ha roto con su chulo. No quiere seguir posando desnuda para esas postales de contrabando que se extienden como la pólvora por toda la ciudad. Baja por la calle, bulliciosa, llena de ruido y gentío. Se topa con un constante ir y venir de hombres trajeados, con sus majestuosos sombreros y sus zapatos refulgentes, también algunos obreros y marineros que van en busca de acción. Hay alguna mujer, aunque no es lo habitual, no son horas ya para señoritas decentes. Las luces de la avenida principal, con sus teatros y salas de fiesta, la ciegan. Anuncian los mejores espectáculos del mundo, las chicas más bellas, las orquestas más increíbles, los bailes más deslumbrantes. Ella no está para muchos ajetreos, ha bebido más de la cuenta y aún queda mucha noche. Un par de locales más abajo, su taberna favorita, donde va todas las noches a jugar y apostar. Allí pide otra botella de champán francés, del caro, que intercala con un cognac. Con un poco de suerte también podrá conseguir algo de cocaína recién llegada al puerto esa misma mañana. Los hombres la cotejan, se siente deseada, hasta el punto del endiosamiento. Todos los presentes saben su nombre, el artístico claro. Un par de copas más y cae bruscamente al suelo en un desmayo repentino. A nadie le sorprende. Hasta en eso tiene estilo. La mañana siguiente despertará en cualquier cama desconocida, abrazada por sábanas de seda y envuelta en los perfumes más embriagadores. No recordará nada, pero tampoco le importará. Ha hecho del vicio y la frivolidad su forma de vida. Nuestra cantante podría ser una diva negra del blues clásico, una Ma Rainey que contonea su trasero de oro entre las luces y carteles de los burdeles de Basin Street, en el distrito rojo de Nueva Orleans o los teatros negros del barrio sur de Chicago. Pero no, se trata de una tanguista de la avenida del Paralelo: estamos en la Barcelona de los locos años 20.


domingo, 21 de julio de 2013

Inicios del jazz en España (I): el baile de los negritos


¡Madre, cómprame un negro, cómprame un negro en el bazar! que baile el charlestón y que toque el jazz-band. Canción popularizada por Reyes Castillo, La "Yankee".
Como ya apuntamos en su momento, según Jelly Roll Morton el jazz primigenio tenía un matiz español que lo diferenciaba del ragtime, pero eso no quiere decir que el jazz procediera de España. Al contrario de lo que ocurrió con el jazz en Estados Unidos -como es sabido, subió desde Nueva Orleans hasta Chicago en un viaje Sur-Norte al amparo de los movimientos sociodemográficos- la llegada del jazz a España se produjo desde las grandes capitales europeas, fundamentalmente París y Londres, es decir desde el Norte. De hecho, durante el primer tercio del siglo XX, los suntuosos casinos y hoteles de ciudades como San Sebastián y Santander, lugares de veraneo real y cortesano, se empaparon de las modas musicales que dominaban en Europa y fueron la puerta de entrada de muchos de los últimos bailes llegados de América, el jazz entre ellos.

Asimismo también hay que tener en cuenta la conexión que, en aquella época, existía entre Madrid y La Habana (colonia hasta el desastre del 98) y que reflejaba una influencia negra en las revistas y zarzuelas españolas del siglo XIX. En ese sentido, la zarzuela sirvió como género esponja que asimiló muchos de los materiales musicales del momento, incluidos los ritmos que venían del otro lado del Atlántico, como el tango o la habanera. Y por supuesto, es necesario considerar la intensa actividad portuaria (y nocturna) de Barcelona para analizar el camino hacia la popularidad en nuestro país de muchos de los espectáculos que causaban sensación en los teatros de varietés europeos y por extensión de las primeras bandas de jazz que actuaron en España.

sábado, 29 de junio de 2013

Jazz río arriba

"Afuera, sintiendo el aire puro del río; bajo el sol, la luna y las estrellas, la energía del jazz se activa, removiendo las ondas de sonidos del río más famoso del país",  Jazz on the river.
La sensación de libertad, de adentrarse en lo desconocido, de explorar nuevas tierras tan fascinantes como misteriosas. Hay un cierto toque romántico en ello, de búsqueda interior, de dejarse llevar por la corriente, de cambio, de ensueño. En las antiguas culturas, los ríos han simbolizado la juventud, el conocimiento, la inmortalidad, el avance y se han utilizado como una de las grandes metáforas del arte. "Todo fluye" decían los clásicos. Los navegantes que se embarcaban en apasionantes viajes por las salvajes y peligrosas aguas experimentaban una suerte de crecimiento personal, de superación, de madurez. El persistente mito de Ulises, los cantos de sirenas, los encantamientos marinos. Existe algo en la imaginería acuática que nos atrae y nos hechiza, casi tanto como en la música jazz.

Nueva Orleans, uno de los puntos más septentrionales del Caribe, la única ciudad subtropical de Estados Unidos, era el puerto principal del río Mississippi. El alfa y omega del Nilo norteamericano. Como destino final, allí llegaban los barcos de esclavos provenientes de África, los comerciantes europeos, los colonos, los refugiados de las guerras de Haití o de Cuba. La famosa mezcolanza de la Crescent City. Y al mismo tiempo, de allí partían hacia el interior del país, unos característicos barcos de vapor que  no solo llevarían pasajeros y turistas, sino también los estimulantes ritmos autóctonos. 

domingo, 16 de junio de 2013

En la frontera de Alabama


"Fue alrededor de 1904. Se anunció la batalla de pianos de la Feria Mundial de St. Louis. Yo era un pez gordo de medio pelo. Tocaba el piano en la zona de Mobile y las chicas iban a financiar mi viaje. Estaba decidido a ir hasta que escuché que Tony Jackson también acudiría a ese concurso. Por supuesto, estaba tan asustado que me quedé en Alabama. Más tarde me enteré de que Tony Jackson finalmente no estuvo y que el ganador fue Alfred Wilson, algo que me disgustó porque sabía que a Alfred si le hubiera ganado. Así que seguí viajando por diferentes garitos cantando mi nueva canción..." Jelly Roll Morton.

Tocar en los prostíbulos sin duda era una escuela dura. Cualquiera podría pensar que incluso suponía un trabajo de riesgo. Y más si empiezas siendo un adolescente. Para ganarse una reputación había que saber arreglárselas en las situaciones más comprometidas. Un cliente borracho que pide que le toques su ragtime favorito. Un rudo marinero que está de paso en la ciudad y no duda en pagarla contigo cuando no le gusta una de las piezas. Un chulo que no te quita el ojo de encima porque piensa que está coqueteando con una de sus chicas. Hasta un matón sin escrúpulos que no duda en usarte de parapeto para cerrar uno de sus negocios. Ser pianista en cualquiera de los antros que había en Nueva Orleans a principios de siglo XX era lo menos parecido a una actividad tranquila. Y aunque Jelly Roll Morton sabía moverse como pez en el agua en esos ambientes sórdidos llegó un momento en el que necesitó irse. Pero por cuestiones más prosaicas de lo que pudiera parecer...

Un mandamás de tres al cuarto

"Quería ser el mejor jugador de billar del mundo así que me fui de Nueva Orleans que estaba lleno de tiburones que iban a esos pequeños antros donde yo practicaba con los pringaos. Lo que hice fue utilizar el piano como reclamo". 

Jelly Roll Morton ya por esa época era un arrogante jovencito cuyo concepto de sí mismo no tenía límites. No sólo es que quisiera convertirse en el mejor jugador de billar del mundo, sino que también ansiaba ser el mejor pianista. Empezó a recorrer las ciudades del Sur de Estados Unidos. Jackson, Greenville, Greenwood, Vicksburg... Allí iba a los garitos donde hubiera un piano y una mesa de billar, algo bastante frecuente por otro lado puesto que se trataba de aficiones igual de perniciosas. Jugar y tocar, esas parecían ser sus únicas pretensiones. "De vez en cuando dos o tres mujeres se enamoraban de mí, pero no les prestaba mucha atención, sólo estaba interesado en jugar al billar". Al mismo tiempo eso es lo que le diferenciaba de los pianistas de la zona. La mayoría de ellos estaban atados a sus mujeres y no se movían mucho del lugar. Sin embargo el espíritu libre e itinerante de Jelly Roll le puso en contacto con diferentes tradiciones y estilos de tocar el piano. Aunque en casi todos esos honky tonks lo único que se escuchaba era blues, ese blues sucio y pantanoso del Sur...

miércoles, 15 de mayo de 2013

Historias de vudú y jazz


There lived a conjure-lady, not long ago,
In New Orleans, Louisiana - named Marie Laveau.
She made a fortune selling voodoo and interpreting dreams
She was known throughout the nation as The Voodoo Queen

Folks came to her from miles and miles around,
She showed them how to "put that voodoo down"
To the voodoo lady they would go - rich, educated, ignorant, and poor.
She'd snap her fingers and shake her head,
Then tell 'em  'bout their lovers - livin' or dead.

And old, old lady named Widow Brown
She asked why her lover stopped comin' around.
The Voodoo gazed at her squalled,
"I seen him kissin' a toung girl up in Shakespeare's Hall
Standin' near an oak tree in the dark"