lunes, 30 de diciembre de 2013

Resumen de 2013 y nuevos proyectos en 2014

Tranquilos. Esto no es una de esas listas resumen (otra más) con 'lo mejor de 2013'. Simplemente pretendo hacer un breve compendio de los asuntos tratados durante el año, invitaros a leer algún tema si se os ha escapado y compartir con vosotros un proyecto relacionado con el blog que me ocupará buena parte de 2014.

Pero antes de nada, debo pedir disculpas porque en los últimos meses no he podido cuidar LA MÚSICA ES MI AMANTE como se merece y apenas he emprendido nuevas investigaciones sobre jazz o blues. El motivo no es otro que en 2013 me ido surgiendo colaboraciones en otros medios y me he visto literalmente desbordado por las peticiones. Estoy encantado por ello y ha sido un honor porque muchas de ellas se han producido en buena medida gracias al trabajo en el blog, pero no me ha quedado otro remedio que priorizar el tiempo y las fuerzas. Por ello, como habréis podido observar, he recurrido a mostrar en el blog algunas de esas investigaciones para otros medios. Por ejemplo el artículo sobre La llegada del jazz a Inglaterra, publicado en septiembre en Cuadernos de Jazz, un trabajo que me llevó varios meses de documentación y elaboración.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Expediente Armstrong: El caso ‘Little Rock’ y los archivos ocultos del FBI


My only sin is in my skin”, ‘Black and blue’.

((NOTA: Recupero este artículo antiguo publicado en julio de 2012 en Cuadernos de Jazz después de una investigación que me sugirió su difunto director Raul Mao al que estaré siempre agradecido. Hay muchos más artículos en esta línea de Cuadernos de Jazz y otros medios que iré recuperando para compartirlo con los lectores del blog.))

La década de los 50 trajo a Louis Armstrong una merecida reputación. Más que la fama —que nunca buscó— lo que le interesaba principalmente era el cariño del público. Durante los años anteriores, la carrera de Pops (apodo cariñoso) había ido aumentando en notoriedad. En los años 30 y 40 era habitual verle colaborar con las grandes estrellas del jazz del momento, realizando multitudinarias giras por Europa o participando en películas de Hollywood.

Los lectores de la revista Down Beat le eligieron en 1952 como “la figura musical más importante de todos los tiempos” por delante de Duke Ellington, Glenn Miller o incluso Bach. En plena escalada de popularidad, cuando ya había demostrado todo lo que tenía que demostrar desde un punto de vista musical e innovador, Louis se vio envuelto en un asunto turbio relacionado con unos sucesos raciales, en el conocido como ‘caso Little Rock’.

En 1954 la Corte Suprema estadounidense prohibió la segregación racial en las escuelas; negros y blancos deberían convivir pacíficamente en las aulas por imperativo legal. Pero en Little Rock, Arkansas, no lo entendieron así. El gobernador Orville Faubus quiso mantener las escuelas blancas. En un instituto, una muchedumbre blanca recibió a padres y niños negros entre gritos, insultos y escupitajos. El suceso fue muy comentado en todo el país y acaparó la atención de los medios de comunicación.

miércoles, 30 de octubre de 2013

La (intra)historia de un ingeniero de sonido


Las grandes historias, en general, ocultan tras de sí un sinfín de pequeñas e irrelevantes intrahistorias que, en la mayoría de los casos, pasan desapercibidas pero sin las cuales esa historia en mayúsculas -esta en concreto, solemne y grandilocuente donde las haya- no tendría sentido. En esta ocasión damos un importante salto estilístico y temporal en LA MÚSICA ES MI AMANTE para introducir brevemente la intrahistoria de un personaje, que no por secundario resulta menos atractivo y revelador.

A finales de los años 50, Geoffrey era como cualquier adolescente inglés de su edad. Antes de que su vida cambiara para siempre, su mayor preocupación era asistir a la escuela y buscarse un trabajo para poder pagar sus caprichos. Bueno, como cualquiera no: a Geoffrey le gustaba la música clásica, los discos de vinilo antiguos y escuchar la radio por la noche. Era el hijo único de un carnicero y una ama de casa con aspiraciones de modista, que llegó a tejer vestidos para la familia real británica. Vivía en el norte de Londres, en el barrio del Crouch End, en un modesta pero feliz casa de clase media, de estilo eduardiano, que pertenecía a su abuela. En los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial su padre se las vio y se las deseó para sacar adelante a la familia a fuerza de trabajo y cartillas de racionamiento.

martes, 15 de octubre de 2013

Dios bendiga al niño



Los que lo tienen, lo conseguirán,
Los que no, lo perderán
Como dice la Biblia
Y aún se dice hoy
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Los fuertes conseguirán más
Mientras que los débiles se desvanecerán
Los bolsillos vacíos nunca dan la talla
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Dinero, tienes cientos de amigos
Amontonándose alrededor de tu puerta
Pero cuando no queda más y el despilfarro finaliza
Nunca jamás vuelven
Las relaciones de riqueza, 
Pan para hoy, hambre para mañana
Puedes servirte tú mismo, pero no cojas demasiado
Mamá puede tenerlo
Papá puede tenerlo
Pero Dios bendice al niño que tiene el suyo propio

Un increíble dolor en el centro de su vida. Resultaba imposible separar las tribulaciones personales y sus miserias de un destino tan amargo. Estaba predestinada a sufrir. Las angustias de una niña que tuvo que hacerse mayor muy pronto, tal vez demasiado: un padre ausente, una madre adolescente, violaciones, malos tratos, alcohol, tabaco y drogas la llevaron por el mal camino. Nunca supo enderezarse, quizá nunca quiso. O no la ayudaron lo suficiente. Deambuló de hombre en hombre, buscando una felicidad tan efímera como inalcanzable. Pequeña doliente, frágil mariposa de alas rotas, escarbó los bajos fondos. Y aún así quiso sentirse grande. Lo consiguió. Saboreó las mieles del éxito y encontró la forma ideal de defenderse: cantando.

Una noche de finales de 1940 el compositor Arthur Herzog Jr. se encontró con Billie Holiday que acababa de salir de cantar en el Cafe Society de Nueva York. Ni corto ni perezoso la abordó: "mira tengo esta idea y quiero que me des una de esas expresiones sureñas anticuadas que podamos convertir en canción". Holiday se quedó pensativa. No se le ocurrió nada en un primer momento, pero transcurridos unos segundos soltó una anécdota de su infancia cuando solía pedir dinero prestado a su madre. Y de repente pronunció una expresión "God bless the child". Herzog le preguntó por el significado de esa frase a lo que Billie respondió: "es lo que siempre se decía cuando tu madre tenía dinero, tu padre tenía dinero, tu hermana y tu prima tenían dinero, pero tú no tenías ni un centavo: que Dios bendiga al niño que tenga su propio dinero".

lunes, 30 de septiembre de 2013

Celos, peleas y una pianista de boogie woogie




Fue en la estación del apeadero de Lula en un momento indeterminado entre 1929 y 1930. Son House acababa de salir de la prisión de Parchman. Nunca estuvieron claros los motivos que le llevaron allí, pero por fin volvía a ser libre. Por aquel entonces Lula apenas tenía quinientos habitantes, era una aldea de paso, cerca de la frontera con Arkansas. Charley Patton, que ya había realizado dos prolíficas sesiones para Paramount (registrando, entre otras, su famoso 'Pony Blues'), se dejó caer por la cafetería de la estación. Allí vio una suerte de griot africano recitando versos envenenados y escupiendo insanas profecías por su boca. Por su puesto, se trataba de Son House, que de alguna manera había conseguido un trabajo en el café de la estación. Le gustó el sonido de House, esa forma agresiva de tocar la guitarra. Bueno... tocar... más bien golpear, castigar, pegar, arrollar. House parecía absorto en una especie de misión mesiánica y pulsaba las cuerdas como el sacerdote que está en pleno éxtasis de fervor. Sin duda a Patton le sorprendió.

A mediados de 1930, Arthur Liably, el cazatalentos de Paramount, regresó a la plantación Dockery para proponer a Charley Patton una nueva grabación. Pero esta vez le pidió que fuera acompañado de algún otro talento local que conociera. Patton no se lo pensó mucho. Se lo propuso a su inseparable compañero de aventuras, Willie Brown, y al hombre de la estación de Lula, Son House. También a una desconocida jovencita que tocaba el piano al estilo boogie woogie en los antros de la zona. Respondía al nombre de Louise Johnson. En el Delta no era muy habitual encontrar pianistas y menos femeninas y desde luego no fueron muchos los que dejaron huella de su música en grabaciones. Johnson sería una excepción.


domingo, 15 de septiembre de 2013

La llegada del jazz a Inglaterra



Quisiera compartir con los lectores del blog una investigación exhaustiva sobre la llegada del jazz a Europa, en concreto al Reino Unido, que he realizado estos últimos meses para la revista Cuadernos de Jazz. Bajo el asesoramiento de Jorge García y la tutela de María Antonia, directora de CdJ, he querido ofrecer una visión panorámica sobre el contexto histórico y musical del Reino Unido previo a la llegada del jazz. Asimismo he intentado relatar, aportando datos y anécdotas, la primera gira de una banda americana de jazz en Europa, la Original Dixieland Jazz Band. Este texto es muy especial para mí porque supone mi vuelta a Cuadernos de Jazz tras la muerte de su fundador Raúl Mao. Mi recuerdo a él y mi agradecimiento a Jorge y María Antonia por la paciencia y la dedicación al artículo.
[[Texto publicado en Cuadernos de Jazz el 10 de septiembre de 2013.]]

La primera gira de una banda de jazz en Europa: la Original Dixieland Jazz Band en el Londres de 1919.
 
Que el jazz naciera y se gestara en Nueva Orleans es algo en lo que historiadores, investigadores y musicólogos, después de mucho tiempo de estudios y análisis, más o menos han podido concluir, aunque siempre habrá voces discordantes, como el autor afroamericano Leroi Jones quien afirma en su ensayo Blues People: música negra en la América blanca que “Nueva Orleans no puede considerarse como la cuna del jazz”. Sin embargo, la entrada del jazz en Europa, y concretamente en Inglaterra, genera muchas más dudas y controversias en las que conviene adentrarse con profundidad y no sin la debida cautela. 

¿Cómo fue recibido el primer jazz por el público inglés? ¿Qué tipo de jazz escuchó? ¿Cómo era la escena musical británica en esos años? ¿Entendió la crítica de la época la nueva música llegada de América? Hay cierta unanimidad en situar el año 1919 como el del inicio del jazz en Europa  y por tanto en el Reino Unido. Más adelante veremos los motivos. En general, ese primer jazz era percibido entre los ingleses como una forma más de entretenimiento, muy asociada al baile y con fuertes vínculos con los espectáculos de variedades. Pocos fueron los que entendieron su dimensión artística más allá de la mera diversión.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Inicios del jazz en España (II) : la 'Nueva Orleans' del Mediterráneo


Av. Reina María Cristina. Colección Roisin / IEFC

 [Texto publicado en JOT DOWN en septiembre de 2013]
"Corría el champán a raudales. Los diamantes podían recogerse a espuertas. Se respiraba un raro ambiente impregnado de selectos y costosos perfumes. Toda la ciudad era una mujer hermosa, refinada, perversa, espiritual, elegantísima", Josep María de Sagarra, novelista, Vida Privada
Una cantante sale del cabaret con aire altivo, despechado. Acaba de hacer su último número, ligerita de ropa, como siempre. Ha roto con su chulo. No quiere seguir posando desnuda para esas postales de contrabando que se extienden como la pólvora por toda la ciudad. Baja por la calle, bulliciosa, llena de ruido y gentío. Se topa con un constante ir y venir de hombres trajeados, con sus majestuosos sombreros y sus zapatos refulgentes, también algunos obreros y marineros que van en busca de acción. Hay alguna mujer, aunque no es lo habitual, no son horas ya para señoritas decentes. Las luces de la avenida principal, con sus teatros y salas de fiesta, la ciegan. Anuncian los mejores espectáculos del mundo, las chicas más bellas, las orquestas más increíbles, los bailes más deslumbrantes. Ella no está para muchos ajetreos, ha bebido más de la cuenta y aún queda mucha noche. Un par de locales más abajo, su taberna favorita, donde va todas las noches a jugar y apostar. Allí pide otra botella de champán francés, del caro, que intercala con un cognac. Con un poco de suerte también podrá conseguir algo de cocaína recién llegada al puerto esa misma mañana. Los hombres la cotejan, se siente deseada, hasta el punto del endiosamiento. Todos los presentes saben su nombre, el artístico claro. Un par de copas más y cae bruscamente al suelo en un desmayo repentino. A nadie le sorprende. Hasta en eso tiene estilo. La mañana siguiente despertará en cualquier cama desconocida, abrazada por sábanas de seda y envuelta en los perfumes más embriagadores. No recordará nada, pero tampoco le importará. Ha hecho del vicio y la frivolidad su forma de vida. Nuestra cantante podría ser una diva negra del blues clásico, una Ma Rainey que contonea su trasero de oro entre las luces y carteles de los burdeles de Basin Street, en el distrito rojo de Nueva Orleans o los teatros negros del barrio sur de Chicago. Pero no, se trata de una tanguista de la avenida del Paralelo: estamos en la Barcelona de los locos años 20.


domingo, 21 de julio de 2013

Inicios del jazz en España (I): el baile de los negritos


¡Madre, cómprame un negro, cómprame un negro en el bazar! que baile el charlestón y que toque el jazz-band. Canción popularizada por Reyes Castillo, La "Yankee".
Como ya apuntamos en su momento, según Jelly Roll Morton el jazz primigenio tenía un matiz español que lo diferenciaba del ragtime, pero eso no quiere decir que el jazz procediera de España. Al contrario de lo que ocurrió con el jazz en Estados Unidos -como es sabido, subió desde Nueva Orleans hasta Chicago en un viaje Sur-Norte al amparo de los movimientos sociodemográficos- la llegada del jazz a España se produjo desde las grandes capitales europeas, fundamentalmente París y Londres, es decir desde el Norte. De hecho, durante el primer tercio del siglo XX, los suntuosos casinos y hoteles de ciudades como San Sebastián y Santander, lugares de veraneo real y cortesano, se empaparon de las modas musicales que dominaban en Europa y fueron la puerta de entrada de muchos de los últimos bailes llegados de América, el jazz entre ellos.

Asimismo también hay que tener en cuenta la conexión que, en aquella época, existía entre Madrid y La Habana (colonia hasta el desastre del 98) y que reflejaba una influencia negra en las revistas y zarzuelas españolas del siglo XIX. En ese sentido, la zarzuela sirvió como género esponja que asimiló muchos de los materiales musicales del momento, incluidos los ritmos que venían del otro lado del Atlántico, como el tango o la habanera. Y por supuesto, es necesario considerar la intensa actividad portuaria (y nocturna) de Barcelona para analizar el camino hacia la popularidad en nuestro país de muchos de los espectáculos que causaban sensación en los teatros de varietés europeos y por extensión de las primeras bandas de jazz que actuaron en España.

sábado, 29 de junio de 2013

Jazz río arriba

"Afuera, sintiendo el aire puro del río; bajo el sol, la luna y las estrellas, la energía del jazz se activa, removiendo las ondas de sonidos del río más famoso del país",  Jazz on the river.
La sensación de libertad, de adentrarse en lo desconocido, de explorar nuevas tierras tan fascinantes como misteriosas. Hay un cierto toque romántico en ello, de búsqueda interior, de dejarse llevar por la corriente, de cambio, de ensueño. En las antiguas culturas, los ríos han simbolizado la juventud, el conocimiento, la inmortalidad, el avance y se han utilizado como una de las grandes metáforas del arte. "Todo fluye" decían los clásicos. Los navegantes que se embarcaban en apasionantes viajes por las salvajes y peligrosas aguas experimentaban una suerte de crecimiento personal, de superación, de madurez. El persistente mito de Ulises, los cantos de sirenas, los encantamientos marinos. Existe algo en la imaginería acuática que nos atrae y nos hechiza, casi tanto como en la música jazz.

Nueva Orleans, uno de los puntos más septentrionales del Caribe, la única ciudad subtropical de Estados Unidos, era el puerto principal del río Mississippi. El alfa y omega del Nilo norteamericano. Como destino final, allí llegaban los barcos de esclavos provenientes de África, los comerciantes europeos, los colonos, los refugiados de las guerras de Haití o de Cuba. La famosa mezcolanza de la Crescent City. Y al mismo tiempo, de allí partían hacia el interior del país, unos característicos barcos de vapor que  no solo llevarían pasajeros y turistas, sino también los estimulantes ritmos autóctonos. 

domingo, 16 de junio de 2013

En la frontera de Alabama


"Fue alrededor de 1904. Se anunció la batalla de pianos de la Feria Mundial de St. Louis. Yo era un pez gordo de medio pelo. Tocaba el piano en la zona de Mobile y las chicas iban a financiar mi viaje. Estaba decidido a ir hasta que escuché que Tony Jackson también acudiría a ese concurso. Por supuesto, estaba tan asustado que me quedé en Alabama. Más tarde me enteré de que Tony Jackson finalmente no estuvo y que el ganador fue Alfred Wilson, algo que me disgustó porque sabía que a Alfred si le hubiera ganado. Así que seguí viajando por diferentes garitos cantando mi nueva canción..." Jelly Roll Morton.

Tocar en los prostíbulos sin duda era una escuela dura. Cualquiera podría pensar que incluso suponía un trabajo de riesgo. Y más si empiezas siendo un adolescente. Para ganarse una reputación había que saber arreglárselas en las situaciones más comprometidas. Un cliente borracho que pide que le toques su ragtime favorito. Un rudo marinero que está de paso en la ciudad y no duda en pagarla contigo cuando no le gusta una de las piezas. Un chulo que no te quita el ojo de encima porque piensa que está coqueteando con una de sus chicas. Hasta un matón sin escrúpulos que no duda en usarte de parapeto para cerrar uno de sus negocios. Ser pianista en cualquiera de los antros que había en Nueva Orleans a principios de siglo XX era lo menos parecido a una actividad tranquila. Y aunque Jelly Roll Morton sabía moverse como pez en el agua en esos ambientes sórdidos llegó un momento en el que necesitó irse. Pero por cuestiones más prosaicas de lo que pudiera parecer...

Un mandamás de tres al cuarto

"Quería ser el mejor jugador de billar del mundo así que me fui de Nueva Orleans que estaba lleno de tiburones que iban a esos pequeños antros donde yo practicaba con los pringaos. Lo que hice fue utilizar el piano como reclamo". 

Jelly Roll Morton ya por esa época era un arrogante jovencito cuyo concepto de sí mismo no tenía límites. No sólo es que quisiera convertirse en el mejor jugador de billar del mundo, sino que también ansiaba ser el mejor pianista. Empezó a recorrer las ciudades del Sur de Estados Unidos. Jackson, Greenville, Greenwood, Vicksburg... Allí iba a los garitos donde hubiera un piano y una mesa de billar, algo bastante frecuente por otro lado puesto que se trataba de aficiones igual de perniciosas. Jugar y tocar, esas parecían ser sus únicas pretensiones. "De vez en cuando dos o tres mujeres se enamoraban de mí, pero no les prestaba mucha atención, sólo estaba interesado en jugar al billar". Al mismo tiempo eso es lo que le diferenciaba de los pianistas de la zona. La mayoría de ellos estaban atados a sus mujeres y no se movían mucho del lugar. Sin embargo el espíritu libre e itinerante de Jelly Roll le puso en contacto con diferentes tradiciones y estilos de tocar el piano. Aunque en casi todos esos honky tonks lo único que se escuchaba era blues, ese blues sucio y pantanoso del Sur...

jueves, 30 de mayo de 2013

El fantasma de la estación que inspiró el blues

Estación de Tutwiler
"Una noche en Tutwiler echaba una cabezada en la estación esperando un tren que se había retrasado nueve horas, cuando de repente algo llamó mi atención y me despertó de un sobresalto. Un negro flaco y ágil había empezado a tocar la guitarra detrás de mí, mientras dormía", W.C Handy.

Las estaciones nocturnas tienen un halo de misterio que las hace fascinantes. Y si esa estación está perdida en una remota aldea de Mississippi, solitaria y oscura, el poder de sugestión se incrementa proporcionalmente al silencio. El blues siente predilección por la noche aunque sus raíces más antiguas haya que buscarlas en el ritual diurno de los cantos de trabajo en el campo de plantación. El día suponía el esfuerzo de los gritos de los hollers; la noche, el sollozo de los cantantes melancólicos. Pero además, la noche contaba con una ventaja adicional: era un territorio prohibido, inexplorado, reservado solo a los espíritus aventureros.  Los cruces de caminos, el pacto con el diablo, las escaramuzas y trapicheos del errante bebedor vagabundo tenían las tinieblas del crepúsculo como telón de fondo ideal. En ese escenario no es raro que tuvieran lugar todo tipo de leyendas y encuentros. Algunos, incluso reales...

Hace un tiempo ya hablamos aquí  de una de las epifanías más célebres del blues: el encuentro del compositor W.C Handy con un misterioso hombre negro que apareció en plena noche en la estación de Tutwiler, Mississippi, tocando de manera tosca una desgastada guitarra y cantando repetidas veces la frase "goin' where the Southern crosses the dog". Ese encuentro supuso toda una revelación para Handy y a raíz de él empezó a investigar en los estilos locales para convertirse -quién sabe si por derecho propio- en el Padre del Blues. 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Historias de vudú y jazz


There lived a conjure-lady, not long ago,
In New Orleans, Louisiana - named Marie Laveau.
She made a fortune selling voodoo and interpreting dreams
She was known throughout the nation as The Voodoo Queen

Folks came to her from miles and miles around,
She showed them how to "put that voodoo down"
To the voodoo lady they would go - rich, educated, ignorant, and poor.
She'd snap her fingers and shake her head,
Then tell 'em  'bout their lovers - livin' or dead.

And old, old lady named Widow Brown
She asked why her lover stopped comin' around.
The Voodoo gazed at her squalled,
"I seen him kissin' a toung girl up in Shakespeare's Hall
Standin' near an oak tree in the dark"

domingo, 28 de abril de 2013

Las canciones secretas del ferrocarril subterráneo


Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home,
Swing low, sweet chariot,
Coming for to carry me home

[Balancéate lentamente, dulce carromato
Ven para llevarme a casa]

El viaje comenzaba de noche, cuando todo el mundo dormía. Sigilosamente. Cuidadosamente. No podían correr el riesgo de ser descubiertos. Justo el día antes habían escuchado estos versos cantados. "Swing low, sweet chariot, coming for to carry me home". Resonaban en su cabeza durante la huida como una cantinela de salvación. El carromato ya estaba listo para llevarles de vuelta a casa.  No tenían mapas, ni brújulas, tan solo se guiaban mirando al cielo, por la luz de la estrella polar o por los cauces de los grandes ríos. Caminaban a pie siempre rumbo hacia el norte. Cruzaban aguas, laderas, bosques... Pasaban el día ocultos en pantanos o cuevas. Si alguien les veía, serían capturados. El sueño se habría acabado y la única salida sería la propia muerte. Escapaban de una existencia aberrante, mísera, humillante, continuamente sometidos...

Pero también tenían que dejar atrás algo mucho más doloroso: su familia. Sus hijos o sus padres. Algo que muchos de ellos jamás recuperarían y les marcaría de por vida. Ese desarraigo sería la base de su conciencia como pueblo y de todas las manifestaciones artísticas que vendrían después.. El trayecto era duro, muy duro. Algunos no lo superaban. Otros se encomedaban a Dios. Rezaban día y noche. El temor a una captura les atormentaba. Aún así sabían que al otro lado encontrarían la tierra prometida, el paraíso con el que habían soñado durante tanto tiempo. Al final del camino conseguirían la libertad. Además contaban con una pequeña ayuda. Los hombres y mujeres afroamericanos que huyeron de la esclavitud sabían que en mitad del camino, cuando ya estuvieran a punto de desfallecer exhaustos, hallarían un refugio inesperado que les daría cobijo, descanso y aliento para seguir adelante: las estaciones del ferrocarril subterráneo.

domingo, 14 de abril de 2013

Una fantasía de amor criollo



  
"Nueva York es el sueño de una canción, la sensación de estar vivos y alerta, una ráfaga y un flujo de vitalidad que late como el gigantesco corazón de la humanidad entera"

Sentía predilección por los pasajes meditabundos. Sonoramente pausados, expresivamente ambivalentes. Era la faceta de su personalidad musical más reflexiva. Una serie de poemas orquestales que reflejaban estados de ánimo de nostalgia. "Me siento sentimental". Parece que decía con esa combinación de acordes ascendentes y cambios de ritmo. Quería que los elementos de la orquesta suspirasen como hacía su corazón. Pero no fue fácil llegar hasta allí. Encontrar ese sonido era resultado de toda una serie de experimentaciones y hallazgos, así como de una extraordinaria capacidad para saber rodearse de los mejores músicos. Conocía sus fuerzas y debilidades. Una intuición fuera de lo común y una apabullante creatividad pusieron el resto. Consiguió reunir una banda insuperable como conjunto, muy por encima de las agrupaciones de su época.

La primera incursión de Duke Ellington en Nueva York fue un desastre, como ya dijimos en la anterior entrada dedicada a él. Pero alguien de su obstinación no se iba a dar tan fácilmente por vencido. En 1923 abandonó Washington definitivamente. Durante esa inicial aventura en la Gran Manzana había conocido a algunos músicos que se estaban moviendo por teatros. Uno de ellos fue Fats Waller que actuaba en un espectáculo de variedades en el  teatro Gaiety. Waller estaba cansado y decidió dejarlo. Llamó a Duke por si estaba interesado en reemplazarle.

jueves, 28 de marzo de 2013

El mito de Storyville como cuna del jazz

 
"Ninguna de las primeras bandas de jazz tocó en los prostíbulos de Storyville, principalmente porque los dueños creían que cuando la gente bailaba no consumía", Donald M. Marquis, autor de "In search of Buddy Bolden first man of jazz"

¿Queréis venid conmigo a través del Mississippi? Cogeremos un barco hacia la tierra de los sueños, navegando río abajo en dirección a Nueva Orleans. La banda ya está allí preparada para recibirnos. Nos encontraremos con los viejos amigos. El día y la noche se fundirán en uno solo. Cielo y tierra están en Basin Street. Dejadme que os hable de Basin Street... Es algo más que una calle: es el lugar donde la élite siempre se reune. Nunca sabréis lo agradable que pudo llegar a ser, nunca llegaréis a entender todo lo que significó...

Todo amante del jazz ha oído hablar alguna vez de Basin Street -aunque solo haya estado en Nueva Orleans con la imaginación- gracias al eterno 'Basin Street Blues', uno de los estándares más conocidos del repertorio jazzístico, el reflejo con nostalgia de una época pasada, feliz y desenfrenada. En efecto Basin Street, a parte de una de las avenidas principales del French Quarter -centro de Nueva Orleans-, era la entrada a Storyville, el famoso "distrito rojo" del que ya hemos hablado en más de una ocasión. Según se ha contado siempre en la historia oficial allí es donde surgió el jazz, versión basada sin duda en las declaraciones de los músicos que vivieron esa época. 

"Siempre se tocaba buena música en Storyville" decía Louis Armstrong. "Fueron días felices, muy felices" recordaba el clarinetista Alphonse Picou. "Los salones nunca cerraban, niños y adultos caminaban por sus calles bailando y tarareando melodías de jazz", añoraba el pianista Spencer Williams, autor de 'Basin Street Blues'. "Había incontables sitios de entretenimiento que empleaban a músicos", reconocía el banjoista Danny Barker. "Ese lugar era algo que nadie había visto antes: brillaban luces de todos los colores, la música que se oía en la calle provenía de todas partes", confesaba Jelly Roll Morton. Todo suena demasiado idílico, demasiado maravilloso, demasiado irreal... Aquí lo hemos dado por hecho en entradas precedentes, pero nunca está de más escuchar a los espíritus críticos y revisar lo que uno creía por verdadero.

jueves, 14 de marzo de 2013

Gritos en el dique del Mississippi

Foto - Janet Neusome, 1927

Conducir por las rectilíneas y solitarias carreteras de región del Delta no asegura ver el río. Una barrera infranqueable lo impide. El legendario Mississippi no solo da nombre al estado, también supone toda una institución que va mucho más allá del mero accidente geográfico. Si las civilizaciones antiguas florecieron cerca de los grandes ríos como el Tigris y el Eúfrates, otro tipo de pobladores -quizá menos trascendentes, aunque nunca se sabe- escribieron su intrahistoria junto a las riberas de este descomunal río que atraviesa el estado de norte a sur.

Granjas, bosques, pantanos, cabañas, poblaciones y las extensas plantaciones de algodón... el río las cruza, las serpentea, las acaricia, las dota de vida en su imparable camino hacia la desembocadura en el Golfo de México, cerca de Nueva Orlenas. Pero con frecuencia, el Mississippi, también se enfurece, se desborda y arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Las inundaciones han quedado marcadas en el recuerdo de sus habitantes. Algunas fueron históricas, otras eran tan devastadoras que solo las copas más altas de los árboles quedaban impunes de las crecidas del río.

En 1451 el explorador español Hernando de Soto descubrió unas aguas que bautizó como Río Grande, fue el primer europeo en adentrarse en ellas, aunque los chotcaws -antiguos pobladores de la zona- ya se habían asentado, temerosos, desde tiempos inmemoriales en unos montículos que bordeaban el río. Ellos fueron en realidad los pioneros en intentar domar las aguas del Mississippi, aunque su apuesta resultó infructuosa. No será hasta principios del siglo XIX, en plena esclavitud, cuando se empezó a diseñar un primitivo sistema de diques para contener las crecidas. Pero la fuerza del río grande superaba cualquier estrategia humana por contrarrestarla. En los años posteriores a la Guerra de Secesión, se construyó un dique más fuerte y resistente; las fértiles tierra de la llanura aluvial del Mississippi pudieron descansar por fin sin miedo a ser regadas de improviso. El dique del Mississippi representa uno de los sistemas de contención más grandes del mundo y una de las obras de ingeniería más asombrosas de Estados Unidos.

lunes, 25 de febrero de 2013

Una sirena tocando en la bruma



"Un joven y apasionado músico llegó a la ciudad de Oklahoma, con su grueso jersey blanco, su gorro azul y el movimiento arriba y abajo de su saxofón plateado. Dejó a todos los músicos de lengüeta asombrados por los originales vuelos salvajes y emocionantes de su imaginación. Con su viejo instrumento de aire trastornó a toda la sección negra de la ciudad". Ralph Ellison, novelista.

Un aire inmóvil, pausado, levemente perturbado por las volutas de humo que, perezosas, dibujan formas circulares en el ambiente, en un camino impredecible antes de su definitiva disolución. La atmósfera parece detenerse en un instante concreto. Se mueve con una parsimoniosa indolencia, pero sus movimientos no están a cámara lenta, aunque lo parezcan. Son asombrosamente naturales. Toda la escena muestra un ambiente de relajación, de calma, de lentitud. La sombra y la penumbra se combinan en un despliegue de sobriedad luminotécnica que, con imperceptible mesura, contribuye a reforzar esa sensación de quietud. La luz difusa se funde con un piano nocturno y evocador. De repente, tras el sombrero, aparece él, delicado, ingrávido, etéreo. De su saxo salen unas notas golosas, redondas, cálidas y profundamente sugerentes. Da comienzo la 'sinfonía de medianoche', o como a él mismo le gustaba decir en su peculiar lenguaje: "una sirena tocando en la bruma".

Todo lo que rodea a Lester Young es volátil.  Nos ofrece un extraño y dramático ejemplo de sonambulismo musical. Su estilo está íntimamente ligado a su personalidad, hasta tal punto que ese ataque seco y esa estrecha relación entre el swing y el fraseo, según muchos autores, nos dan muestra de un hombre frágil e introspectivo, entregado a la inconfundible sonoridad de su instrumento. Posee un sonido cerrado, natural que encaja con su discurso de placidez e indolencia en la ejecución. El diseño melódico, la elocución, la entonación y calidad de la voz conforman un todo vivo, una unidad que persuade y produce en el oyente un efecto de distensión. En palabras del crítico Lucien Malson "toca abandonándose, sin que trasluzca ninguna premeditación y parece buscar su camino, ir descubriéndolo poco a poco y saboreando con satisfacción el paisaje musical que va despertando mientras avanza".

lunes, 11 de febrero de 2013

Tengo que conseguir a ese hombre


No necesito a nadie, no tengo amigos. Mi corazón está hecho añicos y nadie lo va a arreglar. Sueño con tus caricias, allá donde estés. Tengo que encontrarte... Soy como un horno que suplica calor. Así que por favor, no me trates mal.  Es injusto que te portes como un embustero conmigo. A veces, te imagino cálido como el dios del Infierno. Con un simple beso me derretiría en tus brazos. Aunque sé que me olvidarás, como a otras tantas. Me sacarás de tu lista. Nunca me echarás de menos. Por eso, te busco como si mi vida fuera en ello. Me falta algo. Me vuelves loca. Pero, si existes, tienes que ser de este mundo. Por eso tengo que encontrarte. Tengo que conseguir a ese hombre...
 
Una mirada, al igual que una canción, puede decir tanto... y a la vez resultar tan misteriosa. Puede resumir toda una vida. O puede descifrar todos los secretos que se han quedado escondidos tras ella. Puede inspirar ternura o puede provocar dolor...Ese dolor,  inherente al ser humano, forma parte de una de las pasiones más básicas y al mismo tiempo más antiguas. Al igual que el amor o la soledad, el dolor te invade irremediablemente, sin avisar, sin poder evitarlo. Llega para inundar tu alma de pesar, pero también para purificar las heridas, incluso cerrarlas. Nos hace vulnerables, pero también humanos. Nos hunde en la miseria, pero también nos dignifica. Dicen que cuando se toca fondo empieza la recuperación. Sin embargo existe un dolor que, tras pasar por el tamiz adecuado, puede convertirse en un sentimiento poético. Dolor transformado en música: eso es el blues...

lunes, 28 de enero de 2013

Los bajos fondos


 "¿Conservatorio? ¿Estáis de coña? Yo aprendí a tocar el saxo en el Reformatorio de Pontiac"*

Pontiac era la escuela. Bueno más bien la guardería. Estaba llena de chavales que de alguna manera u otra, con sus leves fechorías, no habían hecho méritos suficientes para acabar en recintos mayores. Aunque ya se andaría la cosa. En Pontiac se iniciaban. Allí se podía estudiar de todo. De todo lo que no te enseñaban en la escuela convencional, claro. El temario, digamos, difería un poco de lo que cualquier chico de familia bien esperaría recibir. Grifa, farlopa, pastillas o costo junto a  navajas, pistolas, rifles o el muestrario más sorprendente de armas blancas,  formaban el material escolar. Uno podía aprender los trucos más dispares para utilizar en pequeños atracos al ultramarinos de la esquina, abrir cajas fuertes, en contrabando casero o trapicheos delictivos varios. No estaba mal. Había que preparse para la vida de ahí fuera. Pero nadie viene al mundo siendo un criminal. O sí... En ese punto, ni siquiera los filósofos se ponen de acuerdo. Si "el hombre es bueno por naturaleza", o si "el hombre es un lobo para el hombre" resultaban pamplinas. En Pontiac, ni por asomo, habían oído hablar de Rosseau, ni de Hobbes, ni de la Ilustración, ni del Leviatán. Ellos, por el contrario, estudiaban otro tipo de filosofía...

Las calles del noroeste de Chicago no eran las más peligrosas de la ciudad, pero tampoco la más tranquilas. En ellas, estafadores, tahúres, bandas callejeras, nenas pavoneándose y polis a bordo de enormes Cadillacs se relacionaban de una forma, llamémosla, tensamente cordial. Si no te metías con ellos, nada malo podía pasar. Pero eso era la excepción. Los chavales de quince años se reunían en el salón de billar de Emil Glick, en la esquina entre Division y Western. La clase diaria se impartía allí. La cosigna: buscar pelea o liarla antes de que se pusiera el sol, para al final acabar pertrechando pequeños hurtos en la tienda de caramelos. Algo es algo. Nadie nace aprendido. Apuntaban maneras en todo caso.

lunes, 14 de enero de 2013

Cornetistas ocultos de Nueva Orleans

Freddie Keppard rechazó entrar en la historia

La historia siempre la escriben los ganadores. De eso no hay duda. Y la música no es una excepción. En el jazz, en concreto, los músicos que trascendieron no lucharon en ninguna guerra. Aunque sí libraron otro tipo de batallas. Y las ganaron. La fundamental: inmortalizar su música en un registro sonoro. Los que han llegado hasta nuestros días lo han hecho por méritos propios, pero también por un factor en cierto modo casual. Ahí están sus avances, su técnica,  su sonido, los testimonios, los archivos... pero si no hubieran grabado posiblemente no les hubiéramos conocido. No es cuestión de hacer un planteamiento crítico revisionista sobre la historia del jazz. Los historiadores nos ofrecen variadas y fidedignas fuentes para construir un discurso coherente y sólido que pone a cada uno en su lugar.

Pero, ¿qué pasa con el componente suerte, el factor racial o los condicionantes sociales? Los músicos negros tuvieron más dificil acceder a los estudios de grabación que los blancos.  Bueno, en realidad, cualquier aspecto de la vida era más complicado para un negro que para un blanco. Por tanto, ¿qué papel juega el destino, la fatalidad, el enigma o el oportunismo en todo esto? Hubo algunos que no quisieron formar parte de la historia, otros que, sin quererlo, lo hicieron. No son pocos los que lo consiguieron tras mucho esfuerzo. Hay quien incluso después de muerto, sigue reclamando su lugar. La historia, a veces, es caprichosa, y sobre todo si hablamos de jazz...