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lunes, 12 de diciembre de 2011

El 'rey' de la improvisación colectiva

Creole Jazz Band: Joe Oliver (sentado) y Louis Armstrong (de pie, tercero derecha)

Como ya hemos apuntado en más de una ocasión el enigma y la casualidad han jugado un papel determinante en el jazz. En el fondo están relacionados: a veces se complementan, otras se disocian, pero siempre están presentes. Cuando uno bucea en los orígenes, en los personajes de vidas tan fascinantes como desgarradoras, descubre que ese componente misterio o ese componente destino ha dado lugar a un nuevo ciclo, a un hecho revelador, a un cambio de rumbo o, en todo caso, a un suceso digno de trascender. Una vez más, la historia del jazz, caprichosa, nos vuelve a sorprender con uno de los acontecimientos históricos más relevantes de toda su trayectoria.

Nuestro protagonista no era el mejor corneta de Nueva Orleans. Nunca tuvo la explosividad sonora de Buddy Bolden, ni el ingenio improvisador de Freddie Keppard, ni la autoridad del desconocido Buddie Petit, ni el fraseo frágil de Bunk Johnson. Ni siquiera poseía una gran técnica si se le compara con estos cornetistas pioneros. Tocaba más bien en un estilo simple y forzado, casi siempre en el registro medio del instrumento y dependía de la sordina (fue el primero en utilizarla) para lograr efectos sonoros llamativos.  Sin embargo, su sonido bronco, renqueante y cercano a lo vocal, representa el punto de encuentro en la tradición de los primeros cornetistas del jazz e influyó decisivamente en la generación posterior. 

Ninguno de los anteriores músicos dejó grabaciones. Por ello, si quisiéramos hacer una radiografía sonora de cómo debió ser el primer jazz de Nueva Orleans tenemos que recurrir a él. Se ganó el título de 'rey' por méritos propios.  Joe 'King' Oliver recogió la esencia de Buddy Bolden y de las bandas de metales de Nueva Orleans para integrarla en su estilo hot, donde lo importante no eran las escalas o acordes sino el color y la textura.

Pero no podemos obviar -y aquí entra en juego el componente casualidad- el motivo por el que Oliver ha pasado a la historia, y por el que siempre ocupará un lugar destacado entre los grandes del jazz. Joe 'King' Oliver fue el mentor, inspirador y principal influencia de posiblemente la mayor figura que ha dado el jazz, del gran renovador de su lenguaje, del hombre que hizo universal el estilo: Louis Armstrong. En una época donde la formación habitual para un conjunto de jazz se basaba en un trío de metales -trombón, clarinete y corneta-, aparte de la sección rítmica -batería, contrabajo, piano y ocasionalmente banjo- Oliver tomó una decisión sin precedentes: introducir en el grupo un segundo corneta. Su orquesta, la Creole Jazz Band, era fija en los Lincoln Gardens de Chicago y consideró necesario incoporar un nuevo componente.

No se sabe a ciencia cierta -nunca se sabrá- qué le llevó a tomar tal decisión.  Algunos hablan del aprecio personal que sentía por Armstrong; otros que simplemente quería aumentar el nivel musical de la banda. El caso es que si Joe Oliver no la hubiera tomado, Louis Armstrong jamás hubiera salido de Nueva Orleans (como ya dijimos en La gran migración musical, Armstrong fue el último músico en abandonar la ciudad) y lo que es peor, con total seguridad, se habría convertido en uno de esos cornetistas pioneros que jamás llegó a grabar, de los que todo el mundo habla en las tabernas pero que muy poca gente ha llegado a oir. Si Oliver no hubiera enviado ese telegrama a Armstrong en 1922, pidiéndole que se trasladara a Chicago para incorporarse a su orquesta, el jazz no sería lo que es hoy...

¿Cómo se forjó la relación entre Oliver y Armstrong? ¿Por qué eligió a Armstrong aún a sabiendas de que su arrolladora personalidad musical pudiera eclipsarle? ¿En qué momento se pasó de la improvisación colectiva a la preponderancia del solista? ¿En qué contexto evolucionó su música? Intetaremos analizarlo, aunque sea brevemente, a continuación...

Alumno, de pie y maestro, sentado

Se cree que Joe Oliver nació en 1885 -he aquí la parte de misterio-  en una plantación de los alrededores de Nueva Orleans. Esta fecha fue facilitada por su esposa Stella, sin embargo en su obituario en la revista Downbeat, de 1938, se afirmaba que murió con 64 años lo cual significaba que nació en 1874.  De pequeño, no se sabe bien cómo, sufrió la pérdida de un ojo. Empezó tocando el trombón pero enseguida se pasó a la corneta. Su aprendizaje fue lento, tardó unos 10 años en dominar el instrumento. Hacia 1910 ya formaba parte de las bandas de metales y de varias agrupaciones primitivas de jazz. No perteneció a ningún gettho, sino que vivió en un vecindario respetable trabajando para familias blancas de la ciudad.

A diferencia de sus coetáneos no se distinguía por ser un borracho, un mujeriego o un pendenciero (véase Bolden o Morton). Prefería estar en casa con su mujer y su hijastra. Eso sí, era un gran comedor. Algunos de sus músicos bromeaban diciendo que era capaz de comerse una gallina entera. Como director de orquesta mostraba una capacidad natural para el liderazgo gracias a una personalidad rígida y dominante. Tenía mal carácter y podía llegar a ser muy agresivo.
      
Hay una anécdota que tiene que ver con su nivel de exigencia y actitud impositiva. Solía indicar a sus músicos el final de una determinada parte mediante un golpe con el pie en el estrado. En una ocasión éstos no repararon en el golpe de pie de Oliver. A la noche siguiente apareció con un ladrillo que ocultó en el estrado. Cuando llegó el momento de anunciar el final de la sección, estrelló el ladrillo con fuerza contra el suelo, señal que, esta vez, no pasó desapercibida para ninguno de los músicos.
   
En lo económico Oliver era avaro y desconfiado. Nunca tuvo manager y pagaba lo menos posible a sus músicos, motivo por el cual la mayoría de ellos no dudaban en abandonarle pasado un tiempo. No parecía el padrino ideal para nadie. Pero con Louis se mostraba distinto. Le conoció en las tabernas de Nueva Orleans. El joven Armstrong repartía carbón entre las prostitutas de Storyville. Oliver le enseñó trucos en la corneta, le facilitó un instrumento decente, le consiguió varios trabajos en orquestas. Nunca apadrinó a nadie más. Su relación con Armstrong resulta curiosa porque Oliver sabía que se encontraba ante un directo competidor. Pero nunca escatimó esfuerzos con él, siempre se mostró generoso.

Según el autor Jame Lincoln Collier en su excelente biografía 'Louis Armstrong: an American genius' fue el propio Armstrong quien propició la relación con Oliver. El pequeño Louis fue repudiado y abandonado por su padre biológico, hecho que motivó que siempre buscara como padrinos figuras autoritarias y honorables.

El sonido de la Creole Jazz Band 

En 1912 Joe Oliver entró a formar parte de la orquesta de Kid Ory, el mejor trombonista de la ciudad donde forjó su estilo hot. Cuando se marchó a Chicago fue sustituido por Armstrong. Ya en Chicago fundó la King Oliver's Creole Jazz Band donde recluta a músicos de Nueva Orleans, incluido Louis Armstrong. Como curiosidad cabe decir que la formación contaba con una mujer, la pianista Lil Hardin, que acabaría casándose con Armstrong años después.

En 1923 la Creole Jazz Band realiza en Chicago una sesión de grabación que puede considerarse como el primer documento de jazz verdadero después de la farsa de la Original Dixieland Jazz Band. Lo más importante es que reflejan con fidelidad el sonido de Nueva Orleans donde destaca el grupo por encima de las individualidades. Cada instrumento tiene su rol específico, su función dentro del todo. Los instrumentos principales (clarinete, corneta y trombón) entablan un diálogo, un espontáneo contrapunto. El trombón se encarga de los registros inferiores aportando la melodía de bajo. El clarinete, por su parte, se ocupa de figuras más complejas como apergios. La corneta, por último, se centra en un registro intermedio y lanza la melodía principal.

Esta música de conjunto requería que el personal que la interpretase fuese fijo. Y así era en la medida que la tacañería de Oliver lo permitía. Todos los músicos tocaban a la vez de una forma ordenada sin que diera la sensación de caos. El mérito se puede atribuir a Oliver que sabía lo que quería de cada instrumento. No hubo en el mundo nadie como la Creole Jazz Band para interpretar este estilo de improvisación colectiva. Sin hegemonías, sin que un instrumento resaltase por encima de otro.

Por ello, resulta curioso que en este contexto se forjara la personalidad musical del primer gran solista de la historia del jazz. Tal vez como reacción o quizá por su inevitable magnetismo, la superioridad musical de Armstrong contrasta con el resto de la banda. En una sesión Oliver llegó a pedirle que se colocase a seis metros del micro para que su tono no eclipsara al resto de la banda. Estaba claro que tarde o temprano la situación sería insostenible. Armstrong dirigía su camino hacia una concepción más sofisticada y compleja del solo de jazz. Pero eso ya vendrá en posteriores capítulos...

Para concluir, es necesario reseñar que la Creole Jazz Band se disolvió a finales de 1924. Los cambios vertiginosos en el mundo del jazz no favorecieron a Oliver que resistió a duras penas la transición hacia la era de las big bands, fundamentalmente debido a sus problemas de salud. Una piorrea le impidió volver a tocar jamás una corneta. Pasó sus últimos días casi olvidado, relegado a trabajos menores como vendedor en los arcenes de la carretera o barrer salas de billar. Murió en 1938 en Savannah, Georgia, en el umbral de la pobreza. Con el dinero del alquiler, su hermana costeó el traslado a Nueva York donde fue enterrado en una tumba anónima. A su entierro asistió Louis Armstrong quien con el paso del tiempo se encargó de reivindicar el legado de su maestro y colocarlo donde merece en la historia del jazz.

Las selecciones musicales son piezas únicas y altamente sugestivas -a pesar de la calidad del sonido- pertenecientes a la famosa sesión de la Creole Jazz Band de 1923. 'Dippermouth blues' supone un maravilloso ejemplo del estilo de conjunto de Oliver donde resalta el carácter vocal de la corneta. 'Chimes blues', por su lado, ha pasado a la historia como la primera grabación que contiene un solo de Armstrong.




 

"Era malo como el whisky falsificado y ya se sabe lo malo que éste es... pero yo lo amansé. Se puede amansar a un elefante si uno tiene la paciencia suficiente. Terminó ejecutando lo que yo quería que tocase. Más adelante lo coroné rey", Kid Ory, trombonista y primer director de Joe Oliver.