domingo, 28 de diciembre de 2014

El blues de la Meseta

 
"En el interior de esta pampa enorme, los pueblos medio en ruinas, a los que de lejos, su color de barro hace que se asemejen a un montón de excrementos de pájaro resecos, pueden sugerir descripciones subyugadoras y pinturas dramáticas", Miguel de Unamuno.

Si existe algún lugar a este lado del Atlántico similar al Delta del Mississippi ese es la Meseta.

La Meseta es nostalgia, soledad y cierta decrepitud. También reflexión, introspección y calma, tan necesaria para estos tiempos vertiginosos. Un decadente aire de aislamiento impregna el ambiente. Los escasos núcleos urbanos, dispersos y cada vez más despoblados, apenas albergan a los más viejos del lugar. En muchos pueblos las escuelas cerraron por falta de alumnos. Al igual que hospitales y centros de salud. Los jóvenes emigraron, cansados de la falta de oportunidades, de las inclemencias meteorológicas, de la rudeza del terreno, de puro aburrimiento o de un compendio de ambas, cualquiera sabe...

Algunas ciudades crecen en población, las mínimas. También en impersonales centros comerciales y urbanizaciones a las afueras sacrificando los edificios históricos, los pequeños cines y los comercios y oficios tradicionales. La mayoría pierden no solo habitantes, también confianza. Se quedan estancadas en un clima de derrota y desesperación, contemplándose el ombligo por un pasado de esplendor y gloria. El pesimismo se apodera de todo, principalmente del futuro, aunque también del presente. Cualquier tiempo pasado fue mejor  parece erigirse como el único lema posible.



En las zonas rurales de la Meseta, aparte de labrar el campo o cuidar el ganado, no hay mucho más que hacer. Ir al bar, a lo sumo, o sentarse a ver el tiempo pasar. Contemplar el atardecer, en un sublime cromatismo de rojizos y ocres, es el momento culmen del día. En invierno cae sobre los helados campos de escarcha, en un cielo ligero y límpido; en verano la atmósfera se torna más pesada aunque se contrarresta con el suave rumor del río y el frescor continental de las noches estivales. El invierno huele a leña, sopa castellana y chuletón de ternera morucha; el verano a barbacoa a la intemperie, a vino de Toro y a tierra húmeda.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Conversaciones con O Sister!: echar de menos Nueva Orleans


O Sister! en campos de algodón de Mississippi

Estaba a punto de acabar el concierto. De repente, sin previo aviso, sonaron los primeros compases de Raskayú, esa enigmática composición del mallorquín Bonet de San Pedro, prohibida por el franquismo, de ritmo trepidante y letra escabrosa "Raskayú cuando mueras que harás tú, tú serás un cadáver nada más". El hombre que estaba delante de mí, de unos 70 años, empezó a mover tímidamente los pies, chasquear los dedos y agitar la cabeza de arriba a abajo. Luego se acercó a su mujer, de edad parecida, y le susurró algo al oído. "¡Esta es de mi época!", es lo que yo imaginé que le pudo haber dicho sin tener, obviamente, certeza alguna de ello. A medida que avanzaba el tema el hombre se venía arriba: intensificaba los chasquidos, seguía el ritmo con un entusiasmo enérgico, con precisión de metrónomo. Al acabar rompió en una sonora ovación, como el resto del auditorio. Su mujer le dio beso en mejilla y él esbozó una ligera sonrisa llena de plenitud. Es la metáfora misma de la música de O Sister! y por extensión del propio jazz, una corriente transformadora de estados de ánimo, generadora de la felicidad más mínima y a la vez más enorme.

Pero que nadie se equivoque, las apariencias pueden resultar engañosas. No es una cuestión de antiguallas, de música muerta o de vacíos ejercicios de nostalgia. Los sevillanos O Sister! están muy vivos y tienen una visión artística reveladora y clara. Son unos treintañeros que se inspiran en los años 30 del siglo pasado para revitalizarlos, captar su espíritu y recordarnos el carácter popular, simpático y esperanzador de los inicios del jazz (como el objetivo de este blog por cierto). Mensaje parecido es el que se escuchó en la voz en off que hizo la presentación de la banda con motivo de su participación en Festival de Jazz de Madrid JAZZMADRID'14, celebrado a lo largo del mes de noviembre en el auditorio de Conde Duque. El concierto de O Sister! precedía en un día al cierre final del festival con la suprema vocalista de Memphis Dee Dee Bridgewater. Casi todos los conciertos de JazzMadrid'14 habían agotado las entradas en lo que ha sido un éxito de público.O Sister! no fue una excepción. No me lo quería perder, aunque mi intención iba más allá: hablar con ellos de su experiencia en Nueva Orleans en el homenaje a sus adoradas Boswell Sisters, viaje que consiguieron gracias al crowdfunding.

lunes, 27 de octubre de 2014

Blue Note Records: la expresión sin concesiones del jazz



"Blue Note records are designed simply to serve the uncompomising expression of hot jazz and swing, in general", manifiesto de Blue Note.
Afuera hacía frío. La noche del 23 de diciembre de 1938, previa a Nochebuena, el ambiente era gélido en las calles de Nueva York. Sin embargo en el interior del Carnegie Hall los ritmos del hot, del swing, del blues y de los espirituales intentaban contrarrestar la temperatura exterior. El promotor y cazatalentos John Hammond, ambicioso, había reunido un plantel de lujo con lo mejor de la música afroamericana en un concierto histórico que se dio en llamar 'From Spirituals to Swing'. Helen Humes, Benny Goodman, Big Bill Broonzy, Sister Rosetta Tharpe... incluso la flamante orquesta de Count Basie. En aquellos años el swing llenaba las pistas de baile, era la música popular de la época y el jazz se encontraba en pleno apogeo.

Entre el público, un joven alemán de origen judío, estaba a punto de experimentar una revelación. Los sonidos del jazz resultaban familiares para Alfred Lion, quien ya había escuchado en su Berlín natal a la orquesta de Sam Wooding y su musical Chocolate Kiddies. Ragtime y síncopas eran banda sonora habitual en la capital alemana durante los años 20, uno de los primeros focos europeos de atracción del jazz. Lion acababa de trasladarse a Nueva York apenas hacía un año, procedente de Chile, donde se había mudado su familia tras dejar Alemania en 1933. De todo el elenco de artistas, curiosamente, lo que más llamó su atención fue la destreza y rapidez de unos pianistas de boogie woogie: Pete Johnson, Albert Ammons y Meade "Lux" Lewis. La magia se produjo. Alfred Lion tuvo su particular epifanía. Era europeo y, como tal, veía en el jazz una forma sublime de expresión artística. Esa visión romántica de la que carecían los norteamericanos.

No perdió el tiempo. Apenas una semana después, el 6 de enero de 1939, en una soleada mañana de invierno alquiló un pequeño estudio durante un día y logró convencer a esos pianistas de boogie woogie para realizar una sesión de grabación. No tenía ni idea de por dónde empezar. Era un fan, no un hombre de negocios. Su gran acierto, decisivo, fue proveer a los músicos de varias botellas de whisky. Regados con bourbon, los dedos bien engrasados de los pianistas improvisaron largos e inspirados solos. Lion no les puso límites, a pesar de que los discos de 10 pulgadas de 78rpm no permitían más de tres minutos de duración. Le dio igual. Grabó material suficiente para dos discos. Imprimió 50 copias de cada uno y se dirigió a la tienda de discos de Commodore en Manhattan, propiedad de Milton Gabler.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Malasaña en formato físico


[[Texto publicado en el número 4 de Jot Down - Rutas. Más información aquí. Fotos: Patricia Cano]]

Un paseo emocional por algunos lugares de Madrid para aprender, debatir  y entender sobre música: las tiendas de discos. Extemporáneas, desfasadas, museos vivientes de una forma particular de aproximarse a la experiencia sonora: el formato físico.

El inconfundible olor a acetato, esas superficies de plástico manoseadas por miles de dedos anónimos, el polvo acumulado en los estantes, los pósteres que evocan ídolos ancestrales, bagatelas mitómanas que ornamentan las paredes, la ambientación musical por encima de los decibelios permitidos por ley... Todo amontonado (a veces apiñado) en pequeños espacios, no aptos para consumidores metódicos y excesivamente organizados. Por (des)orden alfabético, por género, época, nacionales o internacionales. Aquí se premia la paciencia, la reflexión, la búsqueda incansable, aunque a veces también la impulsividad y la intuición. En tiempos vertiginosos, en constante cambio, de tiranía de lo digital, de lo intangible y del almacenamiento en ceros y unos, del comercio electrónico, de las transacciones online, de la nube que no deja ver el sol, de relaciones personales en redes sociales… todavía quedan reductos contracorriente, batalladores, románticos, quizá anacrónicos, donde uno puede adquirir unos extravagantes objetos físicos.

Remansos de paz e ilusión que han vivido épocas mejores, beligerantes con el devenir de los tiempos, se resisten a desaparecer. Para algunos, los más jóvenes del lugar, no son más que unos polímeros con forma de circunferencia repletos de surcos o unos policarbonatos de plástico insuflados por un láser. Para otros, son el motivo último de la felicidad. No se trata del continente, sino del contenido. Cientos de historias se encierran entre sus límites circulares: la primera vez, los primeros besos, los primeros desengaños… pero también los últimos. Cada uno tiene la propia banda sonora de su vida.

Y esos ecos envueltos en ondas imperceptibles nos han llegado a través de los discos que comprábamos en unos lugares llamados tiendas de discos. Cuando todavía se pagaba (masivamente) por ellos. Da igual el formato o la forma, lo importante es lo formidable, por ejemplo, de un ritual cada vez menos habitual: sacar el vinilo de su funda, agitarlo levemente, acariciarlo con un paño especial para librarlo de posibles motas de polvo antes de depositarlo con suavidad sobre el plato del gramófono, levantar expectantes la aguja y llevarla hasta el punto exacto donde todo adquiere una nueva dimensión. Y accionar la palanca. Suspirar ante los primeros acordes. Estremecerse. Es como el origen mismo del universo, un Big Bang de sensaciones indescifrables que nos hacen levitar, alegrarnos cuando estamos eufóricos, deprimirnos cuando estamos tristes o transportarnos siempre lejos, muy lejos…

viernes, 15 de agosto de 2014

Un hombre imaginario: mi entrevista frustrada con Ray Davies


No iba a ser fácil. Lo tenía asumido. Entrevistar a Ray Davies, mi ídolo musical de todos los tiempos, y conseguir colocar esa entrevista en algún medio de alcance era una osadía, un reto demasiado grande que tal vez se me escapara de las manos. Pero había que poner toda la carne en asador. Quién sabe si era la última visita de Ray a España. Solo dos fechas: 20 de julio en La Mar de Músicas en Cartagena (Murcia) y el día 23 en el Jazzaldia de San Sebastián. Me había reservado una semana de vacaciones en función de esas citas. El objetivo estaba claro. Tenía una espinita clavada de su última visita a Madrid, en mayo de 2006, cuando sí que estaba acreditado para entrevistarle en un reducido encuentro con prensa (solo tres medios) en un hotel de Madrid, pero coincidió con un concierto de mi grupo de entonces en Salamanca y no llegué a tiempo. Mi hermano se hizo pasar por mí. Esos momentos de la vida que jamás se olvidan.

Ya las ofertas previas no fueron muy prometedoras. Nadie, ningún medio con los que contacté, pareció muy receptivo a mi propuesta de una posible entrevista "exclusiva" con Ray Davies. Los hubo que ni siquiera contestaron. Suele pasar, nada nuevo. La hermética maquinaria de la prensa musical/cultural de este país... En general la visita de Ray Davies, leyenda viviente de la historia del rock, no parecía despertar especial interés en los medios. Tan solo El Periódico de Cataluña publicó esos días una entrevista que uno de sus periodistas debió hacerle tiempo antes en Londres. Aún así, me guardaba un as en la manga: como iba a seguirle en sus dos fechas en España, propuse un diario de ruta, una crónica de viaje más allá de la meramente musical... algo diferente a medio camino entre lo periodístico, lo emotivo y lo literario. Tampoco sirvió. Afortunadamente María Antonia, responsable de Cuadernos de Jazz, me ayudó desde el primer momento intermediando con la organización del Jazzaldia, facilitándome información y con algo tan simple --quién lo diría-- como mostrar interés. Y por supuesto mis compañeros de Europa Press, pero eso era jugar en casa.

viernes, 27 de junio de 2014

Highway 61, la Ruta del Blues: de Nueva Orleans a Chicago

[[En noviembre de 2012 el suplemento El Viajero de El País publicó mi 'Ruta del Blues', un viaje del que ya he hablado en otras ocasiones. Razones comprensibles de extensión y ajuste a la sección hicieron que el texto se redujera casi a la mitad. Algunos me habéis pedido el original. Por si alguno se plantea hacerla o por el mero disfrute de imaginarla, he decidido publicarlo íntegro aquí, con comentarios personales, sugerencias y reflexiones. Espero que os sirva de estímulo para hacer el que es sin duda el MEJOR viaje posible para conocer las raíces de la música estadounidense. 

Sigo tirando de textos de archivo -disculpas por ello- ya que estoy inmerso en el proceso, nada sencillo, de documentación, redacción y adaptación de lo que será el libro de LA MÚSICA ES MI AMANTE. Os mantendré informados. Gracias por la comprensión]]

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Highway 61 a la altura de Memphis

En el imaginario colectivo de todos, la Ruta 66, la carretera Madre de Norteamericana, no tiene rival alguno como icono popular internacional. Sin embargo su “hermana pequeña”, la Highway 61 o Ruta del Blues, no tan conocida —disco de Dylan aparte—,  plantea un recorrido mucho más iniciático. Profundiza en las entrañas de Estados Unidos: en su historia, en su sociedad, en su idiosincrasia y, cómo no, en su música, para explicar mejor que nadie su maravilloso legado cultural. En su trazado está la respuesta a muchas preguntas que aún hoy nos planteamos. Las raíces del blues, del jazz, del soul o del rock se esconden entre su asfalto. Imposible adivinar a dónde vamos sin saber de dónde venimos. Transitar la Ruta 61 es algo más que un viaje…

Louis Armstrong, Martin Luther King, Elvis Presley o Muddy Waters son tan solo algunos de los personajes legendarios que deambularon por estas carreteras para escribir su leyenda. El comercio de esclavos, los derechos civiles, la segregación racial, el éxito o el fracaso… el gran sueño (o pesadilla)  americano en definitiva. La Ruta 61 sigue el curso inverso del no menos emblemático río Mississippi. Desde el Sur al Medio Oeste. Aunque geográficamente empieza en Nueva Orleans para acabar en  Minnesota, tras más de 2.300 kilómetros, la ruta emotivo-musical se desvía unas millas para finalizar irremediablemente en Chicago.

El 8 de agosto de 1922 un mozalbete llamado Louis Armstrong abandonaba su Nueva Orleans natal a bordo del Illinois Center Railroad con rumbo a Chicago. Allí se convertiría en una estrella. La historia del jazz cambió para siempre. En el mismo mes de agosto, pero 90 años después, quise emular ese viaje y experimentar en carne propia todas las sensaciones de aquellos músicos pioneros. Porque no solo fue Armstrong, muchos otros afroamericanos se vieron obligados a dejar su hogar en el Sur para buscarse un mejor porvenir en el Norte. Es un fenómeno conocido como la Gran Migración. Afortunadamente, mis circunstancias personales nada tenían que ver con esa dramática situación, así que después de meses ahorrando y  preparándolo,  la última semana de agosto, junto a mi pareja, me embarqué hacia la primera parada: Nueva Orleans. Aparte de la banda sonora, como compañero inseparable, el fantástico libro The Blues Highway de Richard Knight.


miércoles, 21 de mayo de 2014

El jazz en el franquismo: paradojas y contradicciones


Adjunto este texto publicado en YOROKOBU -tras una investigación que me llevó meses- sobre cómo se desarrolló el jazz en el franquismo. Para adentrarse en el tema recomiendo la bibliografía y enlaces que incluyo abajo. Como veréis, en esta ocasión, me centró principalmente en los primeros años, la llamada 'fase fascista'. Habrá más entregas...
El 28 de febrero de 1941 La Vanguardia Española —así se denominaba entonces— anuncia en Barcelona “un magno festival de Jazz Hot” organizado por la Obra Sindical ‘Educación y Descanso’ donde forman parte, entre otros, el Quinteto Hot Club de Barcelona y la cantante Rina Celi. El evento tuvo lugar en el Palacio del Jazz, antiguo Circo Olimpia, y asistieron máximas autoridades franquistas como Gobernador Civil, el Delegado de Educación además de “una numerosa concurrencia que aplaudió largamente”.

Unos meses más tarde del mismo año, el 26 de noviembre, el diario ABC, en un artículo titulado “El homenaje de toda España a la Gloriosa División Azul” se hace eco del “gran festival artístico de esta noche en el Price”, iniciativa del Departamento de Prensa y Propaganda de la Delegación Nacional de Sindicatos, “a beneficio del aguinaldo para la gloriosa División Azul”. En este “grandioso programa” del Circo Price madrileño actuaron emblemas nacionales como Estrellita Castro, Imperio Argentina, Conchita Piquer y de nuevo Rina Celi, anunciada como “la primera actuación en España de esta extraordinaria vocalista de Jazz, que adelanta su debut a fin de contribuir al homenaje a los gloriosos voluntarios españoles”. 

La artista catalana Rina Celi era todo un fenómeno de masas entonces. Descrita como “la cantante hot por antonomasia” o “la primera cantante moderna del país” fue también la primera en utilizar el micrófono en escena. “Dotada de un físico aéreo y estilizado, su estilo carente de afectación la convirtió en un ídolo para los adolescentes barceloneses”, escribe José María García Martínez en Del fox-trot al jazz flamenco. El jazz en España 1919-1996, único libro generalista publicado hasta la fecha sobre la historia del jazz ibérico. Llama la atención un detalle: ¿qué hacía la prensa del régimen echando flores a una cantante de jazz, música contra la que, en teoría, estaba en contra?

domingo, 27 de abril de 2014

Cuando las putas vuelven a la ciudad

Lunes de Aguas en Gajates / La Gaceta de Salamanca
[[Hacemos un pequeño alto en el camino en las historias del blues y jazz con este texto publicado en el número 6 de la revista Jot Down 'Políticamente incorrecto' sobre la tradición del Lunes de Aguas, el Padre Putas y la celebración popular en Salamanca. El número está a la venta online aquí así como en kioscos y librerías de toda España que se pueden consultar aquí.]]

Una ciudad que rinde homenaje a sus putas es una ciudad que pervive en la memoria colectiva: al fin y al cabo, estamos hablando de la profesión más antigua y duradera de la humanidad. Por algo será. Nos adentraremos en la historia del Padre Putas, guardián de la Casa de Mancebía y remero ocasional, del jolgorio estudiantil, del desenfreno báquico y pernicioso, del pícaro buscón y de las alegres meretrices que dieron origen a una de las fiestas populares más peculiares e indecorosas que aún hoy pervive: el Lunes de Aguas, en Salamanca. Tal vez la única efeméride ‘oficial’ que rememora el regreso de las prostitutas a la urbe para el disfrute poblacional. Casi nada.

Putas en sobrado, galápagos en charco y agujas en costal no se pueden disimular

Puta ventanera no está ociosa por buena”. Refranero popular.

domingo, 23 de marzo de 2014

Las primeras grabaciones del jazz



Si damos por válida la historia oficial, el primer disco de jazz fue Dixie Jass Band One Step y Livery Stable Blues de la Original Dixieland Jazz Band, publicado por la Victor Talking Machine en mayo de 1917. La sesión de grabación tuvo lugar en Nueva York unos meses antes, el 26 febrero, y también se registaron otros temas como Tiger Rag, que se lanzaría más adelante. Parece ser que hubo una sesión previa con Columbia que nunca llegó a ver la luz porque la compañía no estaba del todo segura de que esa música alocada y poco convencional fuera del gusto del público. Como ya es sabido, fue un error de cálculo garrafal, ya que Livery Stable Blues se convirtió de inmediato en un enorme éxito comercial y expandió la semilla del jazz por todo el mundo.

Esa es, como decimos, la versión oficial, no implica que sea la verdadera. Ya hemos visto en más de una ocasión la facilidad con la que el jazz es capaz de inventar y crear mitos, a veces basados en recuerdos borrosos, otras en hechos poco probados. Los nebulosos años de inicio del jazz, donde los registros de todo tipo escasean, son  proclives a construir leyendas, más aún si tenemos en cuenta que el término "jazz" como tal, apenas se utilizaba y solía confundirse con ragtime o música hot. Por tanto, aunque es verificable que la Victor Talking Machine editó en 1917 el famoso disco de la Original Dixieland Jazz Band, no sabemos realmente si fue el primero. ¿Por qué iban a ser unos chicos blancos de Nueva Orleans los que grabaran en Nueva York el primer disco de jazz de la historia? ¿Si el jazz empezó a gestarse con el cambio de siglo XX, por qué hubo que esperar casi veinte años para escuchar un disco de jazz? ¿Cómo discriminar las grabaciones de jazz del resto de registros de música negra de la época? Muchos quisieron apuntarse el tanto de ser "el primero". La tarea no es fácil...

martes, 25 de febrero de 2014

Jazz y nazismo en París ocupado



[[Recupero para los seguidores del blog este artículo publicado en JOT DOWN en abril de 2013, aunque inicialmente fue concebido para CUADERNOS DE JAZZ. Se trata de una investigación sobre la escena jazzística en el París ocupado por los nazis. Justo acabo de entregar otro artículo sobre las contradicciones del régimen de Franco hacia el jazz que se saldrá en breve, también en JOT DOWN. Espero que este os sirva de aperitivo.]]

La guerra introdujo el jazz en Europa. Esta afirmación que puede resultar chocante es tan real como paradójica. Los soldados norteamericanos que lucharon en la Primera Guerra Mundial no solo portaron sus armas, sino también su música al viejo continente. Las unidades militares  a menudo se hacían acompañar de bandas, generalmente formadas por negros, que interpretaban marchas y ragtimes. La del 369º Regimiento de Infantería, los Hellfighters, destinados en Francia y dirigidos por el teniente James Reese Europe,  interpretaron en 1918 números sincopados tanto para militares aliados como civiles galos. Gracias a grupos como ellos, el jazz llegó con algunos años de retraso, pero de manera triunfal. Es curioso cómo, a pesar de ser una música popular de origen afroamericano, enseguida gozó de la admiración entre las clases más pudientes. Artistas e intelectuales vieron en el jazz un signo de modernidad.

Fundamentalmente Inglaterra, Francia y Alemania fueron los países donde más rápidamente se asentó. Durante los años 20, Berlín se erigió como la capital europea del jazz debido a su intensa actividad nocturna en cabarets y salas de baile. El Wild-West-Bar programaba hasta seis bandas de jazz en una misma noche. En los 30, ese privilegio correspondió a París.  Los músicos, escritores y pintores de Montparnasse acudían al Club Bobino para ver cómo la afamada bailarina negra Josephine Baker se desnudaba a ritmo de charlestón. Music-halls, tabernas, bistrós o nightclubs de la Ciudad de Luz, enloquecían con los sonidos negros venidos del otro lado del Atlántico.  El jazz se benefició de los movimientos literarios y asimismo inspiró a poetas y bohemios. La locura era tal que el distrito de Montmartre era conocido por entonces como el ‘Harlem de Europa’.

lunes, 10 de febrero de 2014

Nueva Orleans y el jazz 'perdido'


Cruce entre Perdido  y South Rampart

 [[ En plena fase de documentación y revisión de la bibliografía de Nueva Orleans y los orígenes del jazz, recupero un antiguo texto publicado en Cuadernos de Jazz en octubre de 2012 sobre mis impresiones tras visitar por primera vez la ciudad; el mito caído ]]

La confluencia entre Perdido y South Rampart  es mucho más que un simple cruce de calles. En ese punto exacto se situaba el Odd Fellows Hall, uno de los antros que encumbró a Buddy Bolden como primer rey del jazz. Justo en el piso de arriba estaba el Masonic Hall Ballroom, detrás el Eagle Saloon, a unos metros, el emblemático Funky Butt, lugares donde el primigenio jazz de Nueva Orleans tomó su forma. El propio Bolden nació y creció a unas calles de distancia y frecuentaba las tiendas y tugurios de la zona.

El mismo bloque, en el número 427 de South Rampart, acogía el domicilio de los Karnofsky, familia judía que apadrinó a Louis Armstrong  y jugó un papel fundamental en su desarrollo musical. Gracias al dinero ganado trabajando para ellos, el pequeño Louis pudo adquirir su primera corneta. No era raro, además, verle pasear con su carretilla para repartir carbón por los establecimientos del barrio. De hecho, Armstrong pasó su infancia, en  el 1223 de la calle Perdido, a escasas manzanas de allí.

En los difusos años que comprenden el cambio del siglo XIX al XX, el área Perdido-South Rampart fue el vecindario –entre otros muchos- de Jelly Roll Morton, el ‘inventor’ del jazz; de Joe ‘King’ Oliver, maestro de Armstrong y fundador la reputada Creole Jazz Band, o de Nick LaRocca, de la Original Dixieland Jazz Band,  primera banda de jazz en grabar un disco. Lo más laureado del jazz de Nueva Orleans. Algunos historiadores han llegado a bautizar este vecindario como el Storyville negro. Por ello, el cruce entre Perdido y South Rampart no es un punto más del callejero de Nueva Orleans, sino que podríamos aventurarnos a describirlo como el verdadero lugar donde surgió el jazz.