La historia siempre la escriben los ganadores. De eso no hay duda. Y la música no es una excepción. En el jazz, en concreto, los músicos que trascendieron no lucharon en ninguna guerra. Aunque sí libraron otro tipo de batallas. Y las ganaron. La fundamental: inmortalizar su música en un registro sonoro. Los que han llegado hasta nuestros días lo han hecho por méritos propios, pero también por un factor en cierto modo casual. Ahí están sus avances, su técnica, su sonido, los testimonios, los archivos... pero si no hubieran grabado posiblemente no les hubiéramos conocido. No es cuestión de hacer un planteamiento crítico revisionista sobre la historia del jazz. Los historiadores nos ofrecen variadas y fidedignas fuentes para construir un discurso coherente y sólido que pone a cada uno en su lugar.
Pero, ¿qué pasa con el componente suerte, el factor racial o los condicionantes sociales? Los músicos negros tuvieron más dificil acceder a los estudios de grabación que los blancos. Bueno, en realidad, cualquier aspecto de la vida era más complicado para un negro que para un blanco. Por tanto, ¿qué papel juega el destino, la fatalidad, el enigma o el oportunismo en todo esto? Hubo algunos que no quisieron formar parte de la historia, otros que, sin quererlo, lo hicieron. No son pocos los que lo consiguieron tras mucho esfuerzo. Hay quien incluso después de muerto, sigue reclamando su lugar. La historia, a veces, es caprichosa, y sobre todo si hablamos de jazz...
Burdeles, sexo, alcohol, chulos, peleas, buscavidas, reputados padres de familia o infames bebedores, charlatanes, fanfarrones, libertinos. Hasta ahora, todos los protagonistas que han ido pasando por LA MÚSICA ES MI AMANTE han sido hombres. Como la propia historia del jazz y del blues. Tan solo en el nacimiento de los 'race records' citamos a Mamie Smith y su 'Crazy blues', como la primera persona en grabar un disco de blues. Pero en el blues era habitual que las cantantes solistas fueran mujeres (Bessie Smith, Ida Cox, Ethel Waters), sin embargo los músicos pioneros (Charley Patton, Son House, Blind Lemon Jefferson...) seguían siendo en su mayoría hombres.
En el jazz esta circunstancia se aprecia aún más. Buddy Bolden, Jelly Roll Morton, King Oliver, Louis Armstrong... todos los grandes nombres del jazz de Nueva Orleans fueron masculinos. Hasta el título del que es considerado como primer libro de jazz de la historia, publicado en 1939, resulta igual de revelador: Jazzmen, es decir la historia de los hombres del jazz. No hay lugar para las mujeres. Pero, ¿por qué este olvido?, ¿jugaron un papel secundario?, ¿no hubo mujeres entre aquellos pioneros del jazz?
Como apunta Frank Tirro en su 'Historia del jazz clásico' el estereotipo popular suele restringir la contribución femenina a la música vocal: cantantes de blues clásico como ya hemos citado, las grandes divas del jazz (Billie Holiday, Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan) y alguna instrumentista ocasional. Además, aparte del machismo reinante en la época, existe otro factor social importante. Tradicionalmente los instrumentos de viento se reservaban para los hombres y los de cuerda (sobre todo el violín) quedaban relegados a las señoritas. Se daba, a su vez, una situación de monopolio por lo que muchos hombres sentían miedo a que las mujeres pudieran acceder a un empleo destinado solo a ellos.
Creole Jazz Band: Joe Oliver (sentado) y Louis Armstrong (de pie, tercero derecha)
Como ya hemos apuntado en más de una ocasión el enigma y la casualidad han jugado un papel determinante en el jazz. En el fondo están relacionados: a veces se complementan, otras se disocian, pero siempre están presentes. Cuando uno bucea en los orígenes, en los personajes de vidas tan fascinantes como desgarradoras, descubre que ese componente misterio o ese componente destino ha dado lugar a un nuevo ciclo, a un hecho revelador, a un cambio de rumbo o, en todo caso, a un suceso digno de trascender. Una vez más, la historia del jazz, caprichosa, nos vuelve a sorprender con uno de los acontecimientos históricos más relevantes de toda su trayectoria.
Nuestro protagonista no era el mejor corneta de Nueva Orleans. Nunca tuvo la explosividad sonora de Buddy Bolden, ni el ingenio improvisador de Freddie Keppard, ni la autoridad del desconocido Buddie Petit, ni el fraseo frágil de Bunk Johnson. Ni siquiera poseía una gran técnica si se le compara con estos cornetistas pioneros. Tocaba más bien en un estilo simple y forzado, casi siempre en el registro medio del instrumento y dependía de la sordina (fue el primero en utilizarla) para lograr efectos sonoros llamativos. Sin embargo, su sonido bronco, renqueante y cercano a lo vocal, representa el punto de encuentro en la tradición de los primeros cornetistas del jazz e influyó decisivamente en la generación posterior.
Ninguno de los anteriores músicos dejó grabaciones. Por ello, si quisiéramos hacer una radiografía sonora de cómo debió ser el primer jazz de Nueva Orleans tenemos que recurrir a él. Se ganó el título de 'rey' por méritos propios. Joe 'King' Oliver recogió la esencia de Buddy Bolden y de las bandas de metales de Nueva Orleans para integrarla en su estilo hot, donde lo importante no eran las escalas o acordes sino el color y la textura.
Pero no podemos obviar -y aquí entra en juego el componente casualidad- el motivo por el que Oliver ha pasado a la historia, y por el que siempre ocupará un lugar destacado entre los grandes del jazz. Joe 'King' Oliver fue el mentor, inspirador y principal influencia de posiblemente la mayor figura que ha dado el jazz, del gran renovador de su lenguaje, del hombre que hizo universal el estilo: Louis Armstrong. En una época donde la formación habitual para un conjunto de jazz se basaba en un trío de metales -trombón, clarinete y corneta-, aparte de la sección rítmica -batería, contrabajo, piano y ocasionalmente banjo- Oliver tomó una decisión sin precedentes: introducir en el grupo un segundo corneta. Su orquesta, la Creole Jazz Band, era fija en los Lincoln Gardens de Chicago y consideró necesario incoporar un nuevo componente.
No se sabe a ciencia cierta -nunca se sabrá- qué le llevó a tomar tal decisión. Algunos hablan del aprecio personal que sentía por Armstrong; otros que simplemente quería aumentar el nivel musical de la banda. El caso es que si Joe Oliver no la hubiera tomado, Louis Armstrong jamás hubiera salido de Nueva Orleans (como ya dijimos en La gran migración musical, Armstrong fue el último músico en abandonar la ciudad) y lo que es peor, con total seguridad, se habría convertido en uno de esos cornetistas pioneros que jamás llegó a grabar, de los que todo el mundo habla en las tabernas pero que muy poca gente ha llegado a oir. Si Oliver no hubiera enviado ese telegrama a Armstrong en 1922, pidiéndole que se trasladara a Chicago para incorporarse a su orquesta, el jazz no sería lo que es hoy...
¿Cómo se forjó la relación entre Oliver y Armstrong? ¿Por qué eligió a Armstrong aún a sabiendas de que su arrolladora personalidad musical pudiera eclipsarle? ¿En qué momento se pasó de la improvisación colectiva a la preponderancia del solista? ¿En qué contexto evolucionó su música? Intetaremos analizarlo, aunque sea brevemente, a continuación...
Alumno, de pie y maestro, sentado
Se cree que Joe Oliver nació en 1885 -he aquí la parte de misterio- en una plantación de los alrededores de Nueva Orleans. Esta fecha fue facilitada por su esposa Stella, sin embargo en su obituario en la revista Downbeat, de 1938, se afirmaba que murió con 64 años lo cual significaba que nació en 1874. De pequeño, no se sabe bien cómo, sufrió la pérdida de un ojo. Empezó tocando el trombón pero enseguida se pasó a la corneta. Su aprendizaje fue lento, tardó unos 10 años en dominar el instrumento. Hacia 1910 ya formaba parte de las bandas de metales y de varias agrupaciones primitivas de jazz. No perteneció a ningún gettho, sino que vivió en un vecindario respetable trabajando para familias blancas de la ciudad.
A diferencia de sus coetáneos no se distinguía por ser un borracho, un mujeriego o un pendenciero (véase Bolden o Morton). Prefería estar en casa con su mujer y su hijastra. Eso sí, era un gran comedor. Algunos de sus músicos bromeaban diciendo que era capaz de comerse una gallina entera. Como director de orquesta mostraba una capacidad natural para el liderazgo gracias a una personalidad rígida y dominante. Tenía mal carácter y podía llegar a ser muy agresivo.
Hay una anécdota que tiene que ver con su nivel de exigencia y actitud impositiva. Solía indicar a sus músicos el final de una determinada parte mediante un golpe con el pie en el estrado. En una ocasión éstos no repararon en el golpe de pie de Oliver. A la noche siguiente apareció con un ladrillo que ocultó en el estrado. Cuando llegó el momento de anunciar el final de la sección, estrelló el ladrillo con fuerza contra el suelo, señal que, esta vez, no pasó desapercibida para ninguno de los músicos.
En lo económico Oliver era avaro y desconfiado. Nunca tuvo manager y pagaba lo menos posible a sus músicos, motivo por el cual la mayoría de ellos no dudaban en abandonarle pasado un tiempo. No parecía el padrino ideal para nadie. Pero con Louis se mostraba distinto. Le conoció en las tabernas de Nueva Orleans. El joven Armstrong repartía carbón entre las prostitutas de Storyville. Oliver le enseñó trucos en la corneta, le facilitó un instrumento decente, le consiguió varios trabajos en orquestas. Nunca apadrinó a nadie más. Su relación con Armstrong resulta curiosa porque Oliver sabía que se encontraba ante un directo competidor. Pero nunca escatimó esfuerzos con él, siempre se mostró generoso.
Según el autor Jame Lincoln Collier en su excelente biografía 'Louis Armstrong: an American genius' fue el propio Armstrong quien propició la relación con Oliver. El pequeño Louis fue repudiado y abandonado por su padre biológico, hecho que motivó que siempre buscara como padrinos figuras autoritarias y honorables.
El sonido de la Creole Jazz Band
En 1912 Joe Oliver entró a formar parte de la orquesta de Kid Ory, el mejor trombonista de la ciudad donde forjó su estilo hot. Cuando se marchó a Chicago fue sustituido por Armstrong. Ya en Chicago fundó la King Oliver's Creole Jazz Band donde recluta a músicos de Nueva Orleans, incluido Louis Armstrong. Como curiosidad cabe decir que la formación contaba con una mujer, la pianista Lil Hardin, que acabaría casándose con Armstrong años después.
En 1923 la Creole Jazz Band realiza en Chicago una sesión de grabación que puede considerarse como el primer documento de jazz verdadero después de la farsa de la Original Dixieland Jazz Band. Lo más importante es que reflejan con fidelidad el sonido de Nueva Orleans donde destaca el grupo por encima de las individualidades. Cada instrumento tiene su rol específico, su función dentro del todo. Los instrumentos principales (clarinete, corneta y trombón) entablan un diálogo, un espontáneo contrapunto. El trombón se encarga de los registros inferiores aportando la melodía de bajo. El clarinete, por su parte, se ocupa de figuras más complejas como apergios. La corneta, por último, se centra en un registro intermedio y lanza la melodía principal.
Esta música de conjunto requería que el personal que la interpretase fuese fijo. Y así era en la medida que la tacañería de Oliver lo permitía. Todos los músicos tocaban a la vez de una forma ordenada sin que diera la sensación de caos. El mérito se puede atribuir a Oliver que sabía lo que quería de cada instrumento. No hubo en el mundo nadie como la Creole Jazz Band para interpretar este estilo de improvisación colectiva. Sin hegemonías, sin que un instrumento resaltase por encima de otro.
Por ello, resulta curioso que en este contexto se forjara la personalidad musical del primer gran solista de la historia del jazz. Tal vez como reacción o quizá por su inevitable magnetismo, la superioridad musical de Armstrong contrasta con el resto de la banda. En una sesión Oliver llegó a pedirle que se colocase a seis metros del micro para que su tono no eclipsara al resto de la banda. Estaba claro que tarde o temprano la situación sería insostenible. Armstrong dirigía su camino hacia una concepción más sofisticada y compleja del solo de jazz. Pero eso ya vendrá en posteriores capítulos...
Para concluir, es necesario reseñar que la Creole Jazz Band se disolvió a finales de 1924. Los cambios vertiginosos en el mundo del jazz no favorecieron a Oliver que resistió a duras penas la transición hacia la era de las big bands, fundamentalmente debido a sus problemas de salud. Una piorrea le impidió volver a tocar jamás una corneta. Pasó sus últimos días casi olvidado, relegado a trabajos menores como vendedor en los arcenes de la carretera o barrer salas de billar. Murió en 1938 en Savannah, Georgia, en el umbral de la pobreza. Con el dinero del alquiler, su hermana costeó el traslado a Nueva York donde fue enterrado en una tumba anónima. A su entierro asistió Louis Armstrong quien con el paso del tiempo se encargó de reivindicar el legado de su maestro y colocarlo donde merece en la historia del jazz.
Las selecciones musicales son piezas únicas y altamente sugestivas -a pesar de la calidad del sonido- pertenecientes a la famosa sesión de la Creole Jazz Band de 1923. 'Dippermouth blues' supone un maravilloso ejemplo del estilo de conjunto de Oliver donde resalta el carácter vocal de la corneta. 'Chimes blues', por su lado, ha pasado a la historia como la primera grabación que contiene un solo de Armstrong.
"Era malo como el whisky falsificado y ya se sabe lo malo que éste es... pero yo lo amansé. Se puede amansar a un elefante si uno tiene la paciencia suficiente. Terminó ejecutando lo que yo quería que tocase. Más adelante lo coroné rey", Kid Ory, trombonista y primer director de Joe Oliver.
Más allá de blancos o negros, de ricos o pobres, de hombres o mujeres, del campo o la ciudad, de estados norteños abolicionistas o estados sureños esclavistas... desde su nacimiento, el jazz aunó todas las pretensiones, anhelos y esperanzas de la sociedad norteamericana de la época. Sin duda, es la música que define los Estados Unidos de América: su idiosincrasia, su personalidad, su propia historia donde la tradición europea, latina y africana se funden. Como se puede apreciar en la magnífica introducción del mega documental 'Jazz' dirigido por Ken Burns (recomendable en su totalidad, aunque estos primeros minutos son realmente de ensueño), el jazz aglutina a todos los norteamericanos y saca lo mejor de ellos. No hay fronteras, ni barreras; no hay segregación, ni separación de clases. Cuando un grupo de músicos -da igual su procedencia o el color de su piel- se reunen para tocar, todos hablan el mismo idioma: el idioma universal de la música jazz.
Ya dijimos en anteriores entradas, que el jazz tiene su origen en los burdeles del distrito francés de Nueva Orleans. Y fue allí donde los primeros músicos negros empezaron a interpretarlo. Aunque a diferencia del blues, el componente racial afroamericano en el lenguaje del jazz se diluye entre la mezcolanza de influencias de toda índole. Sin embargo, siempre se ha dicho que el jazz es un estilo negro. Una música que por herencia, instinto o genética sólo es 'auténtica' si es interpretada por músicos de color. Existen multitud de controversias relacionadas con el tema, complejo y polémico desde luego. La mayoría tiene que ver con cuestiones más sociales o históricas que meramente musicales, aunque de todo hay.
En el libro 'White Musicians and their contribution to Jazz' se hace una revisión crítica, documentada y exhaustiva, sobre las aportaciones de los músicos blancos al desarrollo del jazz. Y se observa que esos músicos blancos no solo copiaron y se aprovecharon de las formas musicales negras, sino que también existe un alto componente de innovación, creación y riesgo en sus interpretaciones. Pioneros como el trompetista Bix Beiderbrecke, el trombonista y director de orquesta Jack Teagarden o el saxofonista Frank Tumbauer se erigen como influencias decisivas en muchos músicos de jazz, tanto blancos como negros, y son continuamente reivindicados como auténticos impulsores del incipiente estilo. En la era del swing serán Benny Goodman o Glenn Miller los que brillen por encima de sus contemporáneos.
Aún así, nadie duda de que el factor negro resultó determinante en la primera música jazz, tanto en su sonoridad como en su carácter. Ya hemos hablado aquí de Buddy Bolden o Jelly Roll Morton. No podemos olvidar a gente como Sidney Bechet, Joe 'King' Oliver o Louis Armstrong, figuras claves en el nacimiento y la evolución de la música jazz. Curiosamente, uno menos conocido, el cornetista criollo Freddie Keppard, pudo escribir su nombre en los anales de la historia y ser recordado para siempre como el primer músico en inmortalizar el jazz. En diciembre de 1915 la Victor Talking Machine Company se ofreció para grabarle a él y a su banda la Original Creole Orchesta. Era la gran ocasión de registrar la música que comenzaba a adueñarse de América. Pero sus dudas y, sobre todo, el miedo a que sus competidores copiaran su particular estilo de tocar, hicieron que Keppard rechazara finalmente la oportunidad. Por tanto, los honores pasaron a sus coétanos The Original Dixieland Jazz Band, paradójicamente una banda de músicos blancos procedentes de Nueva Orleans, encabezados por el cornetista de origen italo-americano Nick La Rocca, quien siempre afirmó que el jazz era una invención de blancos que los negros copiaron.
El 26 de febrero de 1917 en los estudios que la discográfica Victor tenía en Nueva York se grababa el primer disco de jazz de la historia que contenía 'Livery Stable blues' y 'Dixieland jazz step'. Su lanzamiento fue todo un éxito de ventas, más de 250.000 copias, y supuso un enorme aumento en la popularidad de la banda, que llegó incluso a realizar giras por Europa. La principal crítica que suele hacerse a la Original Dixieland Jazz Band es que copiaron los patrones de la música afroamericana para autoproclamarse a sí mismos como los 'creadores del jazz', con fines más oportunistas que artísticos. Para otros, no interpretaban verdadero jazz, sino que era una especie de ragtime evolucionado.
Añadido a esto, existen ciertas dudas sobre si esa fue realmente la primera, algunas fuentes la sitúan en 1916 en la grabación That funny Jas Band from Dixieland donde se cita por primera vez la palabra jazz. Sea cual fuere, la historia ha reservado a la Original Dixieland Jazz Band tan reputado honor y desde luego después de escuchar esta primitiva grabación de 'Livery Stable blues' (con imitaciones de sonidos de animales incluidos por parte de los instrumentos de viento), no cabe la menor de duda de que, por lo menos, supieron captar la vitalidad, la energía y la expresividad de la primera música jazz.
"Muchos compositores han atribuído el ritmo que introdujimos como algo proveniente de las junglas africanas y asociándolo a la raza negra; mi argumento es que los negros aprendieron a tocar este ritmo y esta música de los blancos, el negro no tocó ningún tipo de música semejante a la de los blancos en ningún momento", Nick La Rocca.