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domingo, 11 de marzo de 2012

Un peine, un kazoo, un banjo y una maleta


Pocas veces en la historia del jazz uno se encuentra ante un fenómeno de estas características. Pocas veces en la historia del jazz, la frescura, el descaro y la irreverencia siguen caminos tan contrapuestos a una supuesta ortodoxia. Ignorados, infravalorados, discriminados y apenas citados en la bibliografía oficial, para encontrar una referencia digna de ellos hay que recurrir a estudios académicos muy especializados como 'Lost chords: White Musicians and their contribution to jazz' del músico e historiador Richard M. Sudhalter. Y aún así son escasas las menciones, circunscritas más a los músicos colaboradores que a su influencia en sí. 

A pesar de vender miles de discos y gozar de bastante popularidad en su época, la historiografía del jazz ha preferido ocultarlos. Tal vez los sesudos críticos no los consideren unos músicos serios. Quién sabe... Para LA MÚSICA ES MI AMANTE, por el contrario, es uno de los grupos más estimulantes, originales e innovadores del jazz. Bienvenidos a la historia de Red McKenzie y sus sorprendentes Mound City Blue Blowers.

En los años 20, el centro del jazz se trasladó de Nueva Orleans a Chicago, como ya hemos comentado en más de una ocasión. Esta última ciudad se convirtió por derecho propio en la capital mundial del jazz, pero eso no implica que no se estuviera tocando jazz en otros muchos lugares. Dicho metafóricamente, las notas musicales que salían por las ventanillas del Illinois Center Railroad fueron esparciendo la semilla del jazz por todos los rincones del Medio Oeste. Y en St Louis, una provinciana ciudad del estado de Missouri, donde vamos a detenernos, dejaron una flor rara.