lunes, 28 de noviembre de 2011

La plantación Dockery y el blues del pony


Quien más y quien menos, todos alguna vez hemos tenido esa imagen idílica de un negro sentado en el cobertizo de una cabaña de madera, con su sombrero de paja y su banjo o guitarra, interpretando un viejo blues con la mirada perdida en el horizonte.  Pero la vida en una plantación del sur de los Estados Unidos a finales del siglo XIX poco tiene que ver con esa visión tan poética. Se trabajaba muy duro, de sol a sol, cultivando la tierra, preparándola para la cosecha, recogiendo el algodón. Esas maratonianas jornadas apenas se veían interrumpidas por algunos espontáneos cantos (worksong). Cómo es lógico, los esclavos no podían tocar ningún instrumento mientras realizaban la tarea. Muchos amos les prohibían incluso cantar. 

Pero había un lugar donde las cosas eran ligeramente distintas. Situada entre los condados de Ruleville y Cleveland, en el estado de Mississippi, la plantación Dockery era un vasto terreno pantanoso, lleno de maleza y escasamente fértil.  Sin embargo, Will Dockery un adusto y perseverante emigrante de origen escocés, se apropió de la parcela alrededor de 1895 -según cuenta la leyenda- drenó las tierras, las limpió de cañas y las preparó con sus propias manos para que fueran cultivables. Nadie de por la zona tenía fe en que esas tierras pudieran dar algún fruto, pero Will demostró que sí.

Años más tarde, la plantación Dockery  era una de las más grandes de Mississippi. Llegaron a vivir unas 2.000 personas y daba trabajo a 400 familias, convirtiéndose así en una pequeña comunidad autosuficiente. Tenía su cementerio particular, una oficina de correos autónoma y emitía su propia moneda. El viejo de Will se preocupaba tanto por la salud de sus esclavos que trajo de la ciudad a un médico blanco -que vivía también en la plantación-  para que atendiera a sus trabajadores. No le importaba que fueran blancos o negros. Él los trataba a todos por igual. Para que pudieran cultivar el espíritu y no los placeres terrenales, en la plantación no había tabernas, pero sí, por el contrario, dos iglesias (metodista y baptista), dos escuelas primarias, varias tiendas y una herrería.

Will Dockery no tenía intención de trascender. No era ningún filántropo del arte, tan sólo un  recto terrateniente que pretendía sacar el máximo rendimiento a su plantación. Curiosamante ha pasado a la historia por otros motivos bien distintos. En la plantación Dockery vivieron los pioneros del blues del Delta, los hombres que transfomaron para siempre las primitivas formas de las 'canciones de trabajo' en el blues tal y como hoy lo conocemos. Nombres como Robert Johnson, Howlin' Wolf y el fundador del blues tradicional del Delta.

Foto promocional de Charlie Patton

En uno de los límites norte vivía posiblemente el más borracho, holgazán y conflictivo de todos los habitantes de la plantación Dockery. En apariencia no llamaba mucho la atención. Era bajito, flojucho y de constitución débil. En la frente tenía una cicatriz proveniente de un corte de cuchillo. Además de cojear, andaba dando saltitos y arrastraba el pie debido a una herida de bala, producida en alguna reyerta. Tal vez por eso le faltaban algunos dientes también. Rara es la vez que no estaba metido en algún lío con la policía o emborrachándose en cualquier cabaña destartalada. Pero cuando cantaba, su voz profunda y potente eclipsaba toda la plantación. Sus coetáneos lo apodaron como 'old wide mouth' (vieja bocaza). Todo el mundo se quedaba asombrado cuando oía su voz. No necesitaba amplificación, se podía oír a varios kilómetros a la redonda. Howlin' Wolf, uno de sus grandes admiradores, solía decir que era como el rugido de un león. 

Charlie (o Charley según la fuente) Patton nació en Bolton, Mississippi, en 1891. No se sabe muy bien quién fue su padre. Algunos autores lo sitúan en William Patton, un acomodado minilatifundista sureño de origen caucásico. Otros en Henderson Chatmon, patriarca de una de las familias de músicos más célebres de todo Mississippi. Lo que sí está claro es que su madre, Sara Garret, tenía ascendencia india, lo cual confiere a Patton unos ragos físicos muy característicos, que lo hacen parecer más mexicano, español o italiano que afroamericano. Aunque a efectos prácticos de la sociedad de su época era un negro, con todo lo que ello conllevaba en relación a humillaciones y racismo.

El joven Patton recibió clases de guitarra de Henry Sloan, - enigmático personaje del Delta, para algunos autores, el hombre que alumbró a W.C Handy en su famoso encuentro nocturno en la estación de Tutwiler - quien le transmitió también seguridad y confianza en sí mismo. En sus actuaciones Patton desplegaba, a parte de un dominio extraordinario del blues, todo un repertorio de trucos y artimañas con la guitarra, como por ejemplo lanzarla al aire y recogerla poniendo exactamente el mismo acorde que estaba tocando antes. Asimismo, se revolcaba por el suelo haciendo muecas y gesticulaciones obscenas. Su sentido del espectáculo no tenía parangón y Patton actuó por multitud de tabernas y barrelhouses del sur.

Además poseía una lengua incisiva. No se achantaba ante ninguna situación, mostrando una desenvoltura poco habitual para un negro de Mississippi. Utilizaba sus canciones para meterse con los blancos de su propia comunidad. Esa informalidad y rechazo a cualquier código establecido otorgó a Patton una libertad musical inusual en una sociedad donde los negros no eran libres aún, sino esclavos. Además esa actitud contribuyó -en contra del pensamiento clásico que asocia el blues a la melancolía y el lamento - a que las actuaciones de Charlie Patton fueran trangresoras, alegres y muy divertidas.

Saca la botella de whisky

Musicalmente hablando, Patton representa la clase baja del Delta del Mississippi, y se erige como la transición entre los estilos interpretativos africanos y la asimilación del blues como cultura popular norteamericana. El gran bluesman Son House afirmaba que Patton era un analfabeto solo capaz de deletrar su nombre de pila. Pero el caso es que, no se sabe muy bien cómo, consiguió escribir una carta al cazatalentos de Jackson,  H.C Speir donde le explicaba pormenorizadamente sus habilidades musicales. La carta tuvo que ser lo suficientemente persuasiva porque Speir emprendió un largo viaje hasta la plantación Dockery en su busca. Al llegar levantó algunas sospechas entre el capataz cuando preguntó por un tal Charlie Patton. Las pocas veces que alguien se acercaba por allí era de la mano del sheriff del condado para realizar un arresto.

Pero esta vez, no iba a producirse ninguna detención, sino más bien un encuentro histórico, la primera audición de Charlie Patton. Lo primero que hizo, fanfarrón y orgulloso, cuando se presentó a Speir  fue decirle que era mejor que cualquier otro bluesmen del Delta. Lo segundo, pedirle una botella de whisky para aclarar la voz. Speir no llevaba whisky encima (algo que nunca volvió a producirse en sus posteriores encuentros con Patton). Pero dio igual.  Patton comenzó a gruñir y tocar su guitarra con una seguridad inaudita para una primera audición. No se limitaba simplemente a interpretar una canción, sino a convertirse en esa canción. Speir quedó tan impactado que enseguida pensó en cómo convencer a una discográfica para que grabara a Patton.

La oportunidad llegó el 14 de junio de 1929, cuando un ejecutivo de Paramount envió a Speir un billete de tren para que Patton recorriera los 1.200 kilómetros que separan Jackson, Mississippi, de Richmond en Indiana. Allí, en las instalaciones de Gennett Records se programó la sesión de grabación que daría como fruto 'Pony Blues'. Aunque los músicos de blues más expertos solían tener pavor a entrar en un estudio, Patton parecía moverse como pez en el agua. No tardó en hacerse con las riendas a pesar de las dificultades técnicas, ya que Gennett había montado el estudio cerca de las vías del tren, lo cual obligaba a parar la sesión constantemente. Aún así Patton registró 14 discos. Sólo en esa sesión ganó mil dólares, cantidad de dinero que la mayoría de los trabajadores de la plantación Dockery tardaba toda una vida en reunir. Esta sesión debut supone uno de los grandes hitos en la historia del blues del Delta.

Para Ted Gioia, autor de Blues, la música del Delta del Mississippi, 'Pony blues' representa la majestuosidad de un clásico eterno e impactante que incluye todos los elementos más entrañables y conmovedores del blues rural. Para algunos estudiosos todas las respuestas a Charlie Patton están en este tema. A pesar de que la pieza pueda parecer simple, muchos guitarristas tendrían que esforzarse para copiar la interpretación de Patton. El tema juega con un pulso raro, como fuera de tiempo Además, la letra está cargada de simbolismos, desfachatez ("una mujer morena es algo apropiado para comer, pero tú, negra, ni me toques"), y connotaciones sexuales - como la frase final de "no quiero casarme, sólo quiero ser tu hombre"- que a Paramount tanto gustaban porque hacían aumentar las ventas de los discos.

Otra de las canciones grabadas en la famosa sesión es 'Spoonful blues', un blues donde Patton habla abiertamente de su adicción a la cocaína, temática tabú, y que empieza con la reveladora frase hablada: "estoy a punto de ir a la cárcel por esta cucharada". La leyenda comenzó a forjarse. Tras esta sesión, la carrera de Patton fue meteórica. En 1929 fue expulsado de la plantación Dockery por coquetear con una mujer casada. Empezó a viajar  por todos los rincones de Mississippi como músico itinerante y mujeriego. Aunque como suele pasar en estos casos, una vida de excesos y abusos con las drogas y el alcohol le produjeron un infarto en 1934. Su legado está ahí. Charlie Patton fue una de las primeras estrellas de blues rural, ejerció amplia influencia en los bluesmen de su época, así como entre algunos creadores del blues eléctrico de Chicago. Sin olvidar que 'Pony blues' está considerado como la piedra angular del blues tradicional del Delta del Mississippi. Con ese inicio no es de extrañar.

"Engancha mi pony al carro y ensilla mi yegüa negra..."





 "¡Qué voz tenía!, ¡qué voz tenía! ¿Sabes lo que oí que le dijo un hombre en Ruleville?, le dijo: vaya después de escuchar tus discos vengo a verte en persona... Pensaba que me encontraría con un hombre de unos ciento veinte kilos y ¡tú no pesas ni setenta!", Booker Miller, músico del Delta.

 Pony blues

Baby, saddle my pony, saddle up my black mare
Baby, saddle my pony, saddle up my black mare
I'm gonna find a rider, baby, in the world somewhere

"Hello central, the matter with your line?"
"Hello central, matter, Lord, with your line?"
"Come a storm last night an' tore the wire down" 

Got a brand new Shetland, man, already trained
Brand new Shetland, baby, already trained
Just get in the saddle, tighten up on your reins

And a brownskin woman like somethin' fit to eat
Brownskin woman like somethin' fit to eat
But a jet black woman, don't put your hands on me

Took my baby, to meet the mornin' train
Took baby, meet that mornin' train
An' the blues come down, baby, like showers of rain

I got somethin' to tell you when I gets a chance
Somethin' to tell you when I get a chance
I don't wanna marry, just wanna be your man

domingo, 13 de noviembre de 2011

La Gran Migración musical


El jazz nació en Nueva Orleans. A estas alturas ya hemos profundizado lo suficiente como para dar algunas pistas de por qué allí y no en cualquier otra ciudad de Estados Unidos, o incluso del mundo. Sin embargo su desarrollo, crecimiento y consolidación tuvo lugar en las frías e industriales ciudades del norte, a muchos miles de kilómetros del cálido sur. Algo parecido ocurrió con el blues, fruto de los cánticos de los hollers que trabajaban en las plantaciones de Mississipi y cuya industria discográfica giró en torno a grandes urbes como Nueva York o Chicago. ¿Por qué se produjo así? Las causas son múltiples y complejas, pero intentaremos desenmascarar algunas. Pasajeros al tren. Empieza el viaje...

Entre 1910 y 1930, casi 2 millones de afroamericanos se desplazaron desde los estados sureños de Estados Unidos -fundamentalmente Lousiana, Alabama y Mississippi-  hacia los del medio oeste y noreste del país. Es lo conocido como la Gran Migración, en concreto la I Gran Migración, porque durante todo el siglo XX tuvieron lugar más. No fue un fenómeno constante ni premeditado, sino que se fueron sucediendo diferentes oleadas a medida que los factores políticos, ecónomicos, sociales y demográficos cambiaban. 

Por ejemplo, de 1910 a 1920, la población afroamericana creció un 40% en los Estados Unidos. Chicago se transformó en la capital negra del país.  En el período que comprende el fin de la 1ª Guerra Mundial hasta la crisis del 29, por su parte, la inmigración europea se detuvo, pero al mismo tiempo se produjo una demanda altísima de mano de obra para las industrias automovilísticas de Detroit o Chicago. Esa mano de obra barata se cubrió sobre todo con población afroamericana.

Pero, ¿por qué emigraban?, ¿de qué huían?, ¿qué les llevó a abandonar su hogar, sus posesiones, su estilo de vida? Principalmente los negros huían del racismo y de la pobreza. Leyes como la Jim Crow fomentaban la discriminación racial y la segregación en la escuela, hospitales o transportes. Los negros no podían mezclarse con los blancos en la vida pública. Cafés, restaurantes, barberías o cualquier tipo de establecimiento comercial tenían una entrada para blancos y otra para negros. 

Además, tras la Emancipación -promulgada en 1863 por el presidente Lincoln- los esclavos negros quedaron liberados de sus amos blancos y se vieron obligados a buscar un trabajo para subsistir. Algunos pudieron adquirir parcelas de terreno para labranza e incluso animales. Pero esta nueva condición chocaba de lleno con los intereses de los descendientes de colonos irlandeses. La población blanca miraba con recelo al negro libre, sentía que le estaba quitando algo suyo.  La situación se convirtió en insostenible durante las primeras décadas del siglo XX: violencia, asesinatos, marginación. Los negros pensaban que en el avanzado y tolerante norte serían tratados con más dignidad, aunque lamentablemente la historia demostró que las cosas no serían tan fáciles...

LeRoi Jones, en su libro 'Blues People: Música Negra en la América Blanca', habla también de un reajuste psicólogico en la mentalidad de los negros. Abandonar el sur no fue solo un imperativo histórico, sino una decisión precedida de una reinterpretación, por parte de los negros, en relación al papel que les correspondía ocupar en la sociedad; el descubrimiento de Norteamérica y de su cultura desde el punto de vista de posibles norteamericanos, es decir, de ciudadanos de pleno derecho, como los blancos.




Por descontado, un fenómeno social de estas características tuvo una influencia directa y decisiva en la música. Los músicos afroamericanos, tanto de blues como de jazz, no fueron ajenos a estos movimientos migratorios y -aunque el sur seguía conservando parte de su efervescencia artística- se vieron forzados a viajar si querían mejorar sus condiciones laborales. Además los nuevos centros de ebullición musical se estaban trasladando a Nueva York y, sobre todo, Chicago.

Nuevamente se produce otra de la grandes paradojas de la historia del jazz. Como apunta Ted Gioia en su 'Historia del Jazz', la mayor parte del estilo de Nueva Orleans se desarrolló en Chicago. Pocos músicos se quedaron en la ciudad para afianzar su carrera musical. Aparte de los ya citados, uno de los factores que aceleró esta huida fue el cierre de Storyville en 1917. En plena 1ª Guerra Mundial, las autoridades federales de los Estados Unidos, a pesar de la oposición local, decretaron el cierre del mítico distrito para elaborar un nuevo proyecto urbanístico. Todos los músicos que tocaban allí se quedaron en la calle.

Como ya dijimos en su momento,  Jelly Roll Morton fue de los primeros en marcharse, en 1908. Pero le siguieron Freddie Keppard en 1914, Sidney Bechet en 1916, Joe 'King' Oliver en 1918, el trombonista Kid Ory en 1919 y así una lista interminable de pioneros del jazz. Incluso los músicos blancos, como la Original Dixieland Jazz Band - primera banda en grabar un disco de jazz- emigraron.  Todos los nombres relevantes del jazz de Nueva Orleans habían abandonado la ciudad antes de 1920. Todos menos uno...

El 8 de agosto de 1922 el curso del jazz cambió para siempre.  Louis Armstrong, con tan sólo 21 años, se subió al Illinois Center Railroad, en Nueva Orleans, que tenía como destino final Chicago. Su único equipaje eran su trompeta y una maleta donde llevaba algo de ropa de abrigo y un viejo y raído smoking. Su madre le había preparado un sandwich. En los planes de Armstrong, que acaba de divorciarse de su primera mujer, jamás estuvo salir de la ciudad que le vio nacer. 

Pero el viaje respondía a un telegrama de King Oliver - ídolo del joven Armstrong - que le requería para unirse a su banda, la Creole Jazz Band, como segundo trompetista. El grupo de Oliver, por aquel entonces,  era uno de los más famosos de Chicago. Sus actuaciones en los Lincoln Gardens, la sala de baile más conocida de la ciudad, estaban en boca de todo el mundo, tanto público, como músicos. Oliver no era el cornetista más destacado de Nueva Orleans. Ni siquiera como arreglista podía superar el ingenio de los Red Hot Peppers de Morton o la elegancia de los New Orleans Rhythmn Kings. No obstante, gracias a  sus grabaciones, el legado de los cornetistas de Nueva Orleans pudo perdurar. Aunque por lo que siempre será recordado Joe 'King' Oliver es por traer a Chicago a la figura más destacada de la historia del jazz.

Por tanto, en los años 20, Chicago, por derecho propio, pasó a ser la nueva capital mundial del jazz. En Nueva York, por su lado, se estaba gestando otro tipo de migración, desde los barrios blancos de Downtown hasta el norte de la isla de Manhattan: el renacimiento de Harlem. Pero ya habrá tiempo para analizar con calma en capítulos posteriores todos estos acontecimientos y personajes vinculados a ambas ciudades...

La audición seleccionada pertenece a uno de los hits de la escuela de Chicago, 'High Society', una grabación de 1923 de la Creole Jazz Band de Joe 'King' Oliver, donde se puede apreciar los primeros pinitos de Armstrong como segundo corneta.


"En Nueva Orleans promocionan la música pero no le gustan los músicos. La mayoría tienen que irse de allí para conseguir lo que merecen. La tradición está allí pero esa ciudad acaba con tu ilusión si te dejas". Diálogo de Delmond Lambreaux, trompetista de ficción en la serie Treme.