"En Nueva Orleans, las bandas de metales tuvieron una influencia decisiva en el jazz. Le dieron su instrumentación, su técnica y su repertorio básico. Su influencia en el primer jazz estaba omnipresente. Para entender el jazz debemos primero adentrarnos en las raíces que nos llevan a la tradición de esas bandas de metales en el siglo XIX". William J. Schaffer. Brass Band and New Orleans jazz.
Rendir homenaje a los muertos es algo propio de todas las sociedades. En la cultura occidental supone un momento de recogimiento, de dolor, de pérdida o de luto. En Nueva Orleans era una fiesta. Posiblemente tenga que ver con la costumbre africana del culto a los antepasados, ya que, a diferencia de otros lugares de Estados Unidos, esa cultura africana logró sobrevivir e integrarse en la ciudad. El entierro de un negro suponía todo un acontecimiento social que podía prolongarse durante varios días y donde había comida, bebida, danzas y como no, música. Concretamente la música de las brass bands.
La moda de las bandas de metales (brass bands) llegó a Estados Unidos de la mano de los colonos ingleses. Cada pueblo tenía su propia banda para amenizar espectáculos circenses, carnavales, medicine shows, picnics, bailes o reuniones sociales. El instrumento estrella era la corneta. Pero también encontramos bandas de influencias barrocas que tocaban los metales al estilo de las iglesias, sobre todo asociados con la Hermandad de Moravia, de larga tradición en el país. En este caso el instrumento principal era el bugle. Por otro lado, estaban las bandas militares que no solo interpretaban marchas sino también lo mejor del repertorio clásico europeo como mazurcas, polkas, valses o cuadrillas.
En el estado de Lousiana, sin embargo, la influencia británica apenas se dejó ver. Allí predominaba la cultura francesa que determinó la europeización de los esclavos y dio lugar a la clase criolla, de la que tanto hemos hablado. El interés por las brass bands comenzó con el inicio del dominio francés, a partir de 1718, aunque tuvo su apogeo en los albores del siglo XIX, bajo el Imperio napoleónico, donde la popularidad de los desfiles militares traspasaba las fronteras de Francia y llegaba hasta las colonias. Estos desfiles iban siempre precedidos de bandas de metales.
La moda de las bandas de metales (brass bands) llegó a Estados Unidos de la mano de los colonos ingleses. Cada pueblo tenía su propia banda para amenizar espectáculos circenses, carnavales, medicine shows, picnics, bailes o reuniones sociales. El instrumento estrella era la corneta. Pero también encontramos bandas de influencias barrocas que tocaban los metales al estilo de las iglesias, sobre todo asociados con la Hermandad de Moravia, de larga tradición en el país. En este caso el instrumento principal era el bugle. Por otro lado, estaban las bandas militares que no solo interpretaban marchas sino también lo mejor del repertorio clásico europeo como mazurcas, polkas, valses o cuadrillas.
En el estado de Lousiana, sin embargo, la influencia británica apenas se dejó ver. Allí predominaba la cultura francesa que determinó la europeización de los esclavos y dio lugar a la clase criolla, de la que tanto hemos hablado. El interés por las brass bands comenzó con el inicio del dominio francés, a partir de 1718, aunque tuvo su apogeo en los albores del siglo XIX, bajo el Imperio napoleónico, donde la popularidad de los desfiles militares traspasaba las fronteras de Francia y llegaba hasta las colonias. Estos desfiles iban siempre precedidos de bandas de metales.
En Nueva Orleans, como colonia francesa, arraigó la tradición de bandas, pero al mismo tiempo coexistía con las celebraciones funerarias -tan antiguas como la llegada de los esclavos con ritos como el vudú- y un gusto especial por los desfiles callejeros (Mardi Grass), los viajes en río o las excursiones. En 1938 en periódico local New Orleans Picayune escribía: "Hay una manía en esta ciudad de tocar trompas y trompetas".
Pero el panorama cambió tras la Guerra de Secesión y la Emancipación de los esclavos. Muchos de esos instrumenos quedaron sin dueño y pasaron a formar parte o bien de músicos criollos o bien de los negros recién emancipados, que hasta ese momento tenían vetada su participación. Muy pronto se interesaron por las tubas, los trombones y las trompetas de aquellas bandas de blancos. Progresivamente, gracias a la música, empezaron a tomar parte activa de las celebraciones sociales, por lo que la interacción entre blancos, criollos y afroamericanos fue inevitable y ampliamente enriquecedora.
Para los músicos de color, los ritmos de las contradanzas (en compás de 2/4 y 6/8) y de las marchas militares (4/4) resultaban tan exóticos que enseguida los incorporaron a su propio repertorio. Los criollos, por su parte, intentaban aprenderse de memoria esas contradanzas. De ahí que podemos establecer dos tipologías: las bandas de criollos, con conocimietnos musicales y las de negros de piel más oscura, de caracter más anárquico e inexperto. Estas últimas, aparte de en excursiones y meriendas campestres, se hicieron muy famosas en los cortejos fúnebres y su formación no se entendería sin la existencia de clubes y fraternidades secretas.
Sociedades secretas negras
Tras la emancipación era habitual que los negros se agruparan en sociedades secretas y hermandades. Nacieron con el objetivo de sufragar los gastos del entierro o las pensiones por enfermedad, pero también ofrecían pasatiempo y la oportunidad de desfilar. Además, produjeron el efecto de apartar a los negros de las iglesias cristianas, único lugar de pasatiempo durante su esclavitud. Asimismo asentaron las bases económicas de las bandas de metales.
Al igual que las logias masónicas, estas sociedades tenían miembros electos y funcionaban con rituales secretos. No era raro que un negro perteneciera a más de una hermandad. Las procesiones fúnebres o second lines manifiestan la culminación de cómo los negros aunaron los ritos europeos con los ritmos del África Occidental. La noche anterior al entierro, familiares del fallecido acudían para llorar y besar el cadáver. Pero esos velatorios siempre acababan convirtiéndose en una fiesta.
De camino al cementerio la banda tocaba una marcha lenta en 4/4, un espiritual con reminiscencias de blues. Detrás de la banda desfilaban los familiares del muerto, los amigos y los miembros de la sociedad fraternal. Al acabar el sepelio, la banda cambiaba el tiempo a un 2/4, una especie de ragtime acelerado. 'Didn't he ramble' y 'Oh when the saints go marchin' in' eran las piezas más interpretadas...
Para los músicos de color, los ritmos de las contradanzas (en compás de 2/4 y 6/8) y de las marchas militares (4/4) resultaban tan exóticos que enseguida los incorporaron a su propio repertorio. Los criollos, por su parte, intentaban aprenderse de memoria esas contradanzas. De ahí que podemos establecer dos tipologías: las bandas de criollos, con conocimietnos musicales y las de negros de piel más oscura, de caracter más anárquico e inexperto. Estas últimas, aparte de en excursiones y meriendas campestres, se hicieron muy famosas en los cortejos fúnebres y su formación no se entendería sin la existencia de clubes y fraternidades secretas.
"Espero mi entierro con ilusión; me velarán durante cuatro noches y tendré el mayor entierro que mi iglesia haya organizado. Por eso, todo lo que ahorro va para la Iglesia y las sociedades". Hermana Johnson, 'Gumbo Ya-Ya'.
Sociedades secretas negras
Tras la emancipación era habitual que los negros se agruparan en sociedades secretas y hermandades. Nacieron con el objetivo de sufragar los gastos del entierro o las pensiones por enfermedad, pero también ofrecían pasatiempo y la oportunidad de desfilar. Además, produjeron el efecto de apartar a los negros de las iglesias cristianas, único lugar de pasatiempo durante su esclavitud. Asimismo asentaron las bases económicas de las bandas de metales.
Al igual que las logias masónicas, estas sociedades tenían miembros electos y funcionaban con rituales secretos. No era raro que un negro perteneciera a más de una hermandad. Las procesiones fúnebres o second lines manifiestan la culminación de cómo los negros aunaron los ritos europeos con los ritmos del África Occidental. La noche anterior al entierro, familiares del fallecido acudían para llorar y besar el cadáver. Pero esos velatorios siempre acababan convirtiéndose en una fiesta.
De camino al cementerio la banda tocaba una marcha lenta en 4/4, un espiritual con reminiscencias de blues. Detrás de la banda desfilaban los familiares del muerto, los amigos y los miembros de la sociedad fraternal. Al acabar el sepelio, la banda cambiaba el tiempo a un 2/4, una especie de ragtime acelerado. 'Didn't he ramble' y 'Oh when the saints go marchin' in' eran las piezas más interpretadas...
Aunque se cree que la primera banda de metales negra se formó alrededor de 1820, la primera mención data de 1878 y hace referencia a la 'Kellys Band' y la 'St Bernard'. Ya en 1879 nace la Excelsior Brass Band una de las más conocidas. Poco a poco fueron surgiendo infinidad de imitadoras. Los músicos negros, que no habían estudiado solfeo, eran autodidactas y tocaban de oído. Aún así fueron ampliando el repertorio de las bandas con canciones de plantación, cakewalks, coon songs y sobre todo, elementos del blues.
No hay duda de que estas bandas negras de metales constituyeron una parte indispensable de la vida de la ciudad y alcanzaron una notoria popularidad. Además en ellas encontramos la base de la banda de jazz. Pero ¿en qué momento preciso se produjo esa transición al jazz y quiénes fueron sus artífices? Tal vez las orquestas de Buddy Bolden o Jack 'Papa' Laine tengan la respuesta...
Para acabar, como siempre, recomiendo encarecidamente el visionado completo de los cortes seleccionados. El primero es el ya mencionado 'Oh when the saints go marchin' in', posiblemente el himno ya no sólo de Nueva Orleans, sino de toda la música jazz tradicional o dixieland, en una animada interpretacion de la banda de Louis Armstrong. Después un popurrí de una de las bandas de metales más famosas de Nueva Orleans, la Eureka Brass Band, donde tocan temas como el famoso 'St Louis Blues'. Por último, un fragmento de la serite TREME, donde se aprecia una maravillosa descripción de un funeral negro y el ambiente festivo del sencond line; el tema que interpreta la banda a partir del minuto 2 es 'Didn't he ramble'. Merece la pena...
Para acabar, como siempre, recomiendo encarecidamente el visionado completo de los cortes seleccionados. El primero es el ya mencionado 'Oh when the saints go marchin' in', posiblemente el himno ya no sólo de Nueva Orleans, sino de toda la música jazz tradicional o dixieland, en una animada interpretacion de la banda de Louis Armstrong. Después un popurrí de una de las bandas de metales más famosas de Nueva Orleans, la Eureka Brass Band, donde tocan temas como el famoso 'St Louis Blues'. Por último, un fragmento de la serite TREME, donde se aprecia una maravillosa descripción de un funeral negro y el ambiente festivo del sencond line; el tema que interpreta la banda a partir del minuto 2 es 'Didn't he ramble'. Merece la pena...
"Nos preguntábamos en qué lugar habría algún muerto, porque sabíamos que nos esperaba un buen banquete". Jelly Roll Morton.
BIBLIOGRAFÍA:
- 'Brass Band and New Orleans jazz', William J Schaffer, 1977.
- 'Historia del jazz'. Marshall Stearns. 1966.
- 'Gumbo Ya-Ya'. Saxon, Dreyer, Talant. 1945.
- 'Blues People'. Leroi Jones. 1963
- Art. 'Didn't they wander' somes thoughts on the New Orleans marching band and the birth of jazz.
- DVD. Jazz. Capítulo 1: Gumbo. Ken Burns.
Empecé a escuchar jazz, a los 15 o 16 años asombrado con los sonidos de la música de New Orleans. Recuerdo conocer when the saints go marchin'in a traves de un disco de Mahalia Jackson, luego poco a poco empecé a decubrir el mundo y la música del jazz, pero la música y los momentos que recreas en tu relato, del que quizá Did be ramble del tercer video sea el mejor reflejo, me siguen fascinando.
ResponderEliminarUn placer leerte, porque ademas se aprende mucho, no quiero decir que seas como el libro de Petete, pero casi
Saludos
Muchas gracias, Jesús! Lo de petete es un piropazo!! Un abrazo
EliminarGrandísima entrada. De todos modos, perdona que saque mi vena friki, a mí esta canción siempre me recuerada a un juego de ordenador que tenía cuando era pequeño en mi Amstrad, el Match Day II. Antes de cada partido sonaba. Jejejejeje
ResponderEliminarMuchas gracias, compañero!! Nada de friki... Más friki que yo... Nunca pensé que jazz y videojuegos pudieran estar tan unidos!
EliminarSiempre me ha intrigado la relación tan diferente que establece cada cultura con la muerte... Y de todas las fórmulas de despedida a un difunto la que menos me gusta es la nuestra, la del rancio luto católico... y ésta que nos cuentas una de las que más ;-)
ResponderEliminarUn post muy revelador: es increíble la variedad de acontecimientos peregrinos que influyeron en el nacimiento del jazz... ¡¡La historia de las brass bands y de las hermandades secretas post esclavistas es apasionante!!
De nuevo, gracias Grooveman, por la clase magistral... y sí, muy recomendable Treme :-)
Muchísimas gracias!!! TREME que me inspira... ;)
EliminarCoincido en que los blancos europeos tenemos una forma muy macabra de afrontar la muerte!!
Besos!!!
Este tema es un clásico en los campos del fútbol, especialmente en la Premier y concretamente en el estadio del Southampton.
ResponderEliminarhttp://alvarolamela.blogspot.com.es/2012/01/los-mejores-canticos-ultras-de-las.html
Muchas gracias Álvaro y bienvenido!
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ResponderEliminarDescubri su blogg, y me maravillo su clase sobre el jazz;gracias mil,porque amo esta musica de quejidos y lamentoso,desde los sonidos de mi corazonn caribeno, mi Cuba.
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