sábado, 28 de febrero de 2015

La noche definitiva de la bossanova

El  Bon Gourmet con lo más nutrido de la bossanova

José Fernandes, conocido empresario y promotor de la noche de Río de Janeiro, se trasladaba a Brasilia y vendía a precio de saldo su restaurante Au Bon Gourmet, situado nada más y nada menos que en la legendaria avenida de Copacabana. Otro empresario, Flávio Ramos, dueño de varios restaurantes, boîtes de poca monta y algún que otro nightclub decadente decidió comprarlo. Lo primero que hizo fue cambiar la vieja decoración de terciopelo rojo por una más acorde a la ocasión: renovó el sistema de luces, adquirió una hilera de focos nuevos, e invirtió en microfonía Shure.

En poco tiempo, el anquilosado Au Bon Gourmet se había transformado en un flamante local de espectáculos con capacidad para trescientas personas. Para la inauguración, el amigo Flávio quiso tirar la casa por la ventana. Quería programar un espectáculo único en Río de Janeiro, de esos que marcaran época y vaya si lo logró. Consiguió reunir -nadie sabe todavía muy bien cómo- a Antonio Carlos Jobim, Joâo Gilberto y Vinicius de Moraes, el tridente más antológico de la música brasileña, en la primera vez que se subirían juntos a un escenario. Por si fuera poco, el programa se completaba con la participación especial del conjunto Os Cariocas, donde ya deslumbraba un joven Baden Powell.


- ¿Pero ya es la hora, Flavinho? espera que me doy un bañito rápido y salgo para allá.
- ¡No, no vengas! Tú no te muevas de ahí, báñate y quédate donde estás que ya te mando yo un coche.

Flávio no tardó en darse cuenta de que con Joâo Gilberto no había disciplina que valiese. Las primeras noches llegaba tarde, cuando el espectáculo ya había comenzado. Tuvo que contraatacar: empezó a enviarle un Cadillac negro que salía de Ipanema directo a la casa de Joâo Gilberto. La cortesía se convirtió en costumbre y el Cadillac hacía parada en la casa de Jobim y en la Clínica Sâo Vicente, donde Vinicius intentaba olvidar los sortilegios del alcohol. Aunque la mayoría de las veces sucumbía y le tenían que recoger en el bar de al lado, donde estaba testando un nuevo whisky nacional llamado Maison House.

De hecho, gracias a un permiso oficial extraordinario, Vinicius pudo participar, ya que el Ministerio de Asuntos Exteriores, para el que trabajaba como diplomático, no le hacía ninguna gracia que uno de sus viceconsules se subiera a un escenario, vaso de whisky en mano a cantar bossanovas. El acuerdo consistió en que Vinicius renunciaba a sus honorarios a cambio de que Flávio dejara que sus invitados asistieran gratis al espectáculo. No tuvo en cuenta que los amigotes de Vinicius bebían más que él y comían como si no hubiera mañana. Al final de temporada Vinicius quedó debiendo dinero.

Vinicius en su salsa con Jobim en primer plano

Era un 2 de agosto de 1962, el público que abarrotaba el Bon Gourmet apuraba las ostras y el filete en salsa tártara, especialidad de la casa. El movimiento de la bossanova se encontraba en una encrucijada: habían pasado 4 años desde Chega de Saudade, la fórmula de éxito inicial estaba sobre explotada, y el género se debatía entre seguir la senda de lo comercial o buscar nuevos caminos. Además ese 1962 fue el año en que estalló la beatlemanía, fenómeno del que Brasil no sería ajeno. Esa noche, el espectáculo del Bon Gourmet estaba llegando a su fin.

Paradójicamente, muchos de los clásicos de la bossanova se estrenaron allí. Só danço samba, de Jobim y Vinicius, Samba do aviâo, de Jobim o Samba da bènçao y O Astronauta, de Baden Powell y Vinicius. Canciones que hoy forman parte de la historia del género. Pero la noche aún iba a deparar una sorpresa más. Pocos sabían lo que estaba por llegar. De repente Jobim introdujo unas notas al piano, mientras que Joâo, haciéndose el sorprendido, canturreaba:

- Tom, ¿por que no nos haces ahora una canción que nos pueda decir, que nos pueda contar lo que es el amor...

Tom Jobim respondió:

- Vaya, Joâozinho, yo no sabría, si Vinicius nos hiciera la poesía...

Vinicius dejó el vaso de whisky:

- Para que esa canción se realizara, haría falta que Joâo la cantara...

Joâo, en un alarde de insospechada modestia, añadió:

- Oh, ¿pero quién soy yo? Sin vosotros, no sabría, mejor la cantamos los tres...

Y los tres juntos empezaron a cantar:
"Olha que coisa mais linda,
mais cheia de graça,
é ela menina que vem que passa
num doce balanço caminho do mar".
Tal vez sea uno de los inicios más famosos de canción, ya no solo de la bossanova, sino de toda la música del siglo XX. Garota de Ipanema se estrenó esa noche en el Bon Gourmet. Fue un momento único para todos los presentes. A partir de entonces, durante 45 días seguidos, se repitió ese diálogo simpático entre Jobim, Joâo y Vinicius. Todas las noches el local se abarrotaba. Pronto llegaría el éxito mundial, la canción se tradujo a varios idiomas y hoy por hoy sigue siendo uno de los emblemas del género y de Brasil.

El espectáculo del Bon Gourmet puso fin a la relación entre Vinicius y Jobim. El primero fue destinado a París en su labor diplomática y Tom, a finales de ese año, daría el salto a Nueva York y apenas regresaría a Brasil. Aunque siguieron siendo grandes amigos, ya no volvieron a componer juntos nunca más. Esa noche en el Bon Gourmet el público asistió a uno de esos instantes mágicos e irrepetibles que hacen del arte algo tan misterioso como fascinante. Esa noche en el Bon Gourmet se produjo uno de los momentos más decisivos en la historia de la bossanova.





Disco O Encontro en el Bon Gourmet

[Fuente: Bossa Nova, la historia y las historias. Ruy Castro, Turner. 1990.]

4 comentarios:

  1. El estilo es embriagador... y la historia de lo más curiosa.
    Conclusión: hay que comer ostras para se la chica de Ipanema :)

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