domingo, 19 de junio de 2011

Los juglares del Medio Oeste


La primera vez que vi traducida la palabra 'minstrel' como 'juglar' me quedé un tanto perplejo, porque, a priori, mi mente jamás los habría asociado, aunque, de hecho, es su traducción literal. Había leído mucho y variado sobre los minstrels como una de las formas musicales precedentes a los estilos del Delta. Y por supuesto, situaba a los juglares en una época (Edad Media) y lugar (Europa) determinados...

Sin embargo, Estados Unidos también tenía sus propios juglares cuya música ejerció cierta influencia en la aparición del jazz y el blues, sobre todo si atendemos a su dimensión más comercial. Nada que ver con la tradición africana, ni con las worksongs de los campos de cultivo, ni con los field hollers. Su importancia radica en que pudieron preparar el terreno para que la música negra alcanzara un status de entrenimiento popular ante un público masivo.

Los minstrels no eran más que espectáculos teatrales musicales  y autóctonos, pero con una característica peculiar. Actores blancos, valiéndose de un corcho quemado, se pintaban la cara de negro y adoptaban la música y danzas de la población afroamericana con un importante componente de sátira y aires de superioridad. Es decir, se imitaban las formas musicales de los negros, no como homenaje, sino más bien para ridiculizarlas.

No se sabe a ciencia cierta cuando empezaron a llegar a Estados Unidos. Algunos piensan que es una evolución de la ópera inglesa cuando entró en contacto con las músicas negras sureñas de las plantaciones de Mississippi. Lo cierto es que a principios del siglo XVIII eran parte del paisaje cotidiano de los colonos. Aunque no será hasta el siglo XIX cuando adquieran verdadera popularidad. En un primer momento, estas actuaciones servían para cubrir los interludios de las obras de teatro o del circo. Sin embargo con el paso del tiempo adquirieron entidad propia.

En 1843, Dan Emmett and his Virginia Minstrels ofrecieron el primer espectáculo independiente en Nueva York, que obtuvo tal éxito que enseguida surgieron imitadores y rivales por toda la nación. Especialmente famoso fue el número 'Jump Jim Crow', creado por Daddy Rice, que imitaba a un negro de Kentucky que trabajaba en un establo.

En cierto modo, los minstrels están ligados a una tradición mucho más antigua: la de los curanderos que se valían de la música, los números cómicos y las bromas para vender todo tipo de medicinas y brebajes. Después de la Guerra de Secesión estas dos formas de entrenimiento popular vivieron una situación simbiótica. Musicalmente eran adaptaciones de canciones tradicionales irlandesas y escocesas y folk antiguo donde se introducían elementos de las worksongs. Se utilizaban el banjo y el violín como instrumentos principales, tocados desde la óptica que los blancos tenían de la música negra, aunque el resultado final distara bastante del original.

Ya en los primeros años del siglo XX, incluso músicos negros entraron a formar parte de las compañías de minstrel con el único requisito de pintarse la cara de negro y exagerar su negritud. Los afroamericanos incorporaron formas básicas de jazz como el  ragtime y bailes como el cakewalk. Para algunos intérpretes de blues supuso, además, la primera oportunidad de ganarse la vida ya que pudieron salir de gira y actuar ante un público numeroso. Grandes ciudades como Boston, Chicago o Nueva York se alternaban con otras poblaciones más pequeñas del Medio Oeste para acoger estos espectáculos. En muchas de ellas, una de estas compañias podía ser la única que llegara por allí en años.

Al acabar la Primera Guerra Mundial entraron en declive, debido en parte a los cambios del gusto popular -grandes producciones de Hollywood, auge del teatro musical de Broadway, inicio de la Era del Swing- y, sobre todo, a un cierta tolerancia racial. La última actuación de una compañía de minstrel de la que se tiene constancia tuvo lugar en Iowa en 1951.

Curiosamente, el mundo del cine rinde un particular homenaje a los espectáculos de minstrel con 'El cantor de jazz' (1927), la primera película sonora de la historia, donde el personaje protagonista, interpretado por Al Jolson, aparece con el rostro pintado de negro cuando interpreta el famoso número 'Mammy'.




1 comentario:

  1. ¡Excelente artículo, Grooveman!

    la verdad es que la historia de la música americana es apasionante y comprobar como cada hecho social tiene su repercusión en la música es alucinante. Todo cuadra cuando te lo cuentan bien. Enhorabuena.

    Qué ganas me han entrado de ir para allá a ver todos esos lugares... y de ver la peli del Jazz Singer!

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